Los mayores «pecados» de las encuestas
Hay «cocinas» rigurosas y sanas, y otras que envenenan los resultados con muestras insignificantes y ridículoas
MARIANO CALLEJA
Las encuestas se cocinan , o deberían cocinarse, si quieren ofrecer una estimación de voto seria y fiable. La comida cruda puede resultar indigesta, y con los resultados en bruto de un barómetro ocurre lo mismo. Dicho así, habrá quien se lleve las manos a ... la cabeza y pronuncie la palabra prohibida: «¡ Manipulación !». Pero lo cierto es que si se trata de una encuesta seria, con una empresa rigurosa detrás y una muestra aceptable, lo que hay es un trabajo técnico realizado por sociólogos y politólogos que se dedican a interpretar y procesar los datos recogidos para ofrecer una estimación de voto fiable. Eso es lo que se llama cocina. Lamentablemente, dentro de la promiscuidad de encuestas que hay por todas partes la seriedad brilla a menudo por su ausencia, y algunos tratan de «adivinar» el voto latente de los ciudadanos a partir de un puñado de entrevistas que resulta ridículo, o bien se les va la mano en el «cocinado» y acaban quemando el producto. Son los mayores «pecados» que cometen muchas pseudoencuestas en España.
El tamaño de la muestra importa, hasta cierto punto. Suele ser el primer punto débil que muestran muchos estudios desde su inicio. Pero ¿cuál es el tamaño ideal? El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hace siempre 2.500 entrevistas en toda España; el Euskobarómetro utiliza un tamaño muestral de 1.200 entrevistas en el País Vasco, con tres submuestras provinciales; el Real Instituto Elcano se centra en 1.000 individuos con un universo que abarca a toda la población de más de 18 años; GAD3 se queda en 800 personas, y luego hay empresas que se conforman con 200 o 300...
Más costoso con escaños
José Luis Dader , catedrático de la Universidad Complutense, explica que lo primero que hay que saber es el objetivo de la encuesta. ¿Qué se quiere conseguir? Si se trata de lograr una estimación de voto en toda España, con mil entrevistas se obtiene un margen de error del 3,2 por ciento. Es algo bastante decente. Ahora bien, si se pretende hacer un reparto de escaños, provincia a provincia, ese número es sencillamente ridículo. A su juicio, teniendo en cuenta la singularidad de cada circunscripción, como mínimo haría falta una muestra de 18.000 individuos, para conseguir unos resultados mínimamente serios. Pero ¿quién puede pagar hoy en día una encuesta semejante?
Las elecciones europeas son peculiares, ya que son de circunscripción única. Por eso son las más fáciles de hacer, y probablemente las más fiables. Según Dader, con mil entrevistas la encuesta va «muy bien» en ese caso, y en otros similares cuando se busca una estimación general. Por cierto, el tamaño de la muestra no tiene una relación directa con el universo, sobre todo a partir de 100.000 personas, cuando ya se alcanzan «poblaciones infinitas» y el resultado apenas varía.
El CIS, con menos error
¿Por qué el CIS hace 2.500 entrevistas? Según unas tablas matemáticas ya fijadas, si la muestra sube, el error baja, como parece obvio, aunque no es algo inversamente proporcional. El error muestral para el CIS es del 2 por ciento, que en escenarios ajustados puede ser crucial. Mónica Méndez , técnica del centro, explica que lo habitual es que se hagan encuestas con unas mil entrevistas, pero el CIS ofrece un «extra» hasta 2.500, con un error menor. Por tanto, sería más fiable.
Francisco Llera , director de Euskobarómetro, subraya que «siempre hay una razón económica» a la hora de fijar el tamaño de la muestra. A su juicio, una muestra mínima para España, y para circunscripciones únicas (como la Comunidad de Madrid, por ejemplo) sería de 600 entrevistas. En un escenario fragmentado, con diferencias muy marcadas, como el País Vasco, el Euskobarómetro hace 1.200, 400 por provincia.
La experiencia, clave
Narciso Michavila , de GAD3, sostiene que más importante que el número de entrevistas es su calidad. Su empresa acaba de hacer un estudio con reparto de escaños a partir de una muestra de 800 personas. La clave está en mantener la misma metodología de trabajo, identificar el posible sesgo y la experiencia en la interpretación.
Ofrecer una encuesta con 200 o 300 entrevistas no tiene ninguna fiabilidad ni rigorEn todo caso, ofrecer una encuesta con 200 o 300 entrevistas, y márgenes de error que superan el 7 por ciento, no tiene ninguna fiabilidad ni rigor. Ahí coinciden todos.
Una vez determinada la muestra, se decide el método de trabajo. No es lo mismo la entrevista personal a domicilio, como hace el CIS, que la telefónica a números fijos, donde la población se reduce a quienes disponen de esos aparatos, y te arriesgas además a que te cuelguen si se cansan. El cuestionario a domicilio puede sufrir un sesgo también, como la sobrerrepresentación del número de parados.
Preguntas
La elección de las preguntas es fundamental. Una de las ventajas del CIS es que repite siempre el mismo esquema, lo que le permite tener series históricas muy útiles a la hora de hacer interpretaciones de datos. Una de las preguntas es la de intención de voto directo. Supongamos que solo responde el 20 por ciento, mientras que un 50 por ciento lo oculta y se niega a decirlo y otro 30 restante está indeciso.
Francisco Llera subraya que «siempre hay una razón económica» a la hora de fijar el tamaño de la muestraEstimar lo que ocurrirá si se celebraran elecciones solo con un 20 por ciento de respuestas no tiene ningún sentido. Ahí es donde entra el trabajo de «cocina», un término que no gusta nada a los sociólogos porque se usa de forma peyorativa la mayoría de las veces. Se procesan otras respuestas del cuestionario para determinar hacia dónde puede ir ese 80 por ciento de voto oculto e indeciso.
En la «cocina», cada maestrillo tiene su librillo. El CIS advierte siempre de que la estimación de voto es un «procedimiento que conlleva la ponderación de los datos por recuerdo de voto imputado y aplicación de modelos que relacionan la intención de voto con otras variables». Esas otras variables pueden ser la simpatía por un partido, el deseo de que gane alguno en particular, la situación ideológica y otras respuestas.
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