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Elena Valenciano, cuestión de confianza
Si se cumple lo que impone Griñán, la vicesecretaria del PSOE tendrá desde hoy más poder. La lealtad y la entrega a las siglas son su gran capital, que convenció a Rubalcaba, aunque no a todos
a.z.
Si todo funciona esta tarde tal como lo ha diseñado José Antonio Griñán, que hoy tiene más que nunca la llave de la estabilidad del PSOE, Elena Valenciano saldrá de Ferraz teniendo sobre su espalda buena parte del peso orgánico del partido , en detrimento ... de Óscar López, rosionado tras la calamitosa gestión del caso Ponferrada. Las lenguas más maliciosas del socialismo creen que la intención del presidente de Andalucía es poner así en manos de la vicesecretaria general un privilegio envenenado, el de manejar una formación que se descose por las costuras territoriales, con la excusa de descargar de ello a Alfredo Pérez Rubalcaba para que se centre en ejercer un liderazgo social.
Desde febrero del año pasado, Valenciano desempeña en el PSOE el mismo cargo que ejerció José Blanco y, antes, Alfonso Guerra, sin que a estas alturas su gestión o su proyección pública sea comparable a la de uno u otro, ni tampoco su autoridad dentro de la federación. Algunas de sus apuestas, como la de encumbrar a Soraya Rodríguez al frente de la Portavocía del Grupo Socialista en el Congreso, no se han revelado después como un acierto. De ahí que no sea fácil desentrañar por qué en un momento de crisis máxima el arreglo del PSOE se fía a su mando, que empieza y acaba en la confianza al cien por cien que tiene depositada en ella Rubalcaba, también muy cuestionado.
De las mujeres que le fueron más próximas, –Carme Chacón, Trinidad Jiménez, Leire Pajín-, Elena Valenciano fue la única a la que José Luis Rodríguez Zapatero no hizo ministra. Su destino fue el contrario con Rubalcaba, que la nombró coordinadora de la campaña a las generales de 2011 que acabó en un desastre sin precedentes, y después número dos del partido. A favor de su ascenso jugaron su lealtad, su entrega a las siglas 24 horas al día y su inequívoca ideología de izquierdas, para algunos casi radical, compromisos que la validaban como una mujer de aparato, más allá de un sectarismo practicante y de las carencias académicas que le persiguen porque no se licenció en la Universidad, aunque puede exhibir como pocos que habla perfecto francés aprendido en el Liceo y se defiende en inglés. Con su experiencia como eurodiputada (1999-2008) también se dotó de un perfil internacional.
Elena Valenciano tiene además otro perfil, muy destacado, que es el feminista. Pero la moción que elevó a un entonces representante del PSOE a la Alcaldía de Ponferrada gracias al apoyo de un condenado por acoso, no deja a la vicesecretaria del PSOE en muy buen lugar, en la medida en que –como ella misma ha reconocido- supo del trato con antelación, aunque no hizo nada por pararlo. Tampoco es que haya frenado demasiado los golpes que llegaban a Rubalcaba, otra de sus funciones, aunque lo ha intentado poniendo la cara, por ejemplo, la noche amarga en que el socialismo perdió el País Vasco y cosechó una derrota inmensa en Galicia.
La número dos del PSOE no tiene un papel cómodo dentro de un partido en la oposición, con minúsculo poder institucional y atravesado por luchas territoriales que ponen en duda el mandato del secretario general. Con todo, se predica de ella coraje, un gran conocimiento de los entresijos de Ferraz y un sentido de la responsabilidad que, en conjunto, avalan la reasignación de funciones que dese hoy multiplicarán su peso en el PSOE.
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