El renacimiento de la industria occidental
La recuperación de la prosperidad, incluida la industrial, es posible si se deja que las ideas se desarrollen y se fomenta la competencia entre ellas
guy sorman
En una obra recién publicada en EE.UU., «Mass Flourishing», que podríamos traducir como «prosperidad de masas», Edmund Phelps , premio Nobel de Economía, reflexiona sobre los orígenes históricos del desarrollo en Occidente y no en otros lugares, un tema muy amplio abordado constantemente ... por los economistas sin que nunca se haya alcanzado unanimidad.
Tras haber analizado todas las razones posibles, desde la naturaleza a la cultura pasando por las políticas, Phelps concluye analizando el papel impulsor de las ideas . Las ideas nuevas serían las únicas bases de lo que Phelps llama el «dinamismo» económico.
El dinamismo es el concepto clave de la obra de Phelps: los países son dinámicos o no lo son. Según él, la civilización occidental inició el crecimiento mundial desde el siglo XVIII porque es propicia a las ideas . Todas las otras sociedades no han hecho más que seguirla, más copiando que inspirándose en ella.
¿Podemos plantearnos un dinamismo futuro a partir del dinamismo pasado? Sí, si entendemos bien el papel de las ideas en la economía y las condiciones sociales propicias para generarlas que, a grandes rasgos, son la democracia, el debate, la libertad de expresión y la competencia.
Phelps considera que en Occidente, como laboratorio, nacieron, nacen y nacerán las ideas científicas, técnicas, económicas, financieras, políticas y empresariales que llevan y llevarán al mundo hacia una prosperidad cada vez mayor. De hecho, no vemos, de momento, que se den en otros continentes las circunstancias favorables al nacimiento de ideas nuevas. Naturalmente, algunas ideas pueden resultar contraproducentes, tanto en el ámbito científico como en el político; se producen deslices, característicos del capitalismo, pero estas «crisis» coyunturales no impiden el crecimiento a largo plazo.
Por tanto, más allá del estancamiento en Europa y en EE.UU. desde 2008, ¿podemos entrever ya cómo las nuevas ideas están restableciendo la supremacía económica de Occidente, empezando por EE.UU., el más creativo de los laboratorios occidentales? Tomaremos como ejemplos la robotización, la reproducción en tres dimensiones (3-D) y la fracturación de los gases de esquisto, que sabemos que abundan en todo el mundo.
Actualmente, la robotización y el 3-D están reduciendo los costes de producción industrial en Occidente hasta dejarlos al nivel del salario de un obrero chino. Por consiguiente, en EE.UU. asistimos a una reindustrialización acelerada, ya que algunas empresas - Philips por ejemplo - comprueban que, tras la robotización, resulta menos caro para la producción ensamblar objetos electrónicos en cadena en EE.UU. que en China o en Vietnam.
A esta equiparación de los costes salariales se le suman la ventaja de un control de calidad en EE.UU. mejor que el de otros países con un bajo coste de la mano de obra y el beneficio logístico y comercial de la proximidad del mercado de los consumidores. Otra idea que contribuye a la reindustrialización de EE.UU., y a la disminución del desempleo que lleva aparejada, es la bajada del coste de la energía, gracias a la explotación de los gases de esquisto.
Desde hace 10 años, el coste del gas para un consumidor industrial ha disminuido un tercio en EE.UU. y ha aumentado dos tercios en la Unión Europea. Esta increíble divergencia, que retrasa la reindustrialización de Europa, se debe al rechazo de algunos partidos europeos o a la pusilanimidad ideológica de los dirigentes que se niegan a explotar nuestros recursos naturales y también a la falta de conexión entre las redes de distribución. No existe una Europa de la energía, lo que permite, entre otras cosas, que los exportadores rusos dominen el mercado del gas.
Lo que la recuperación estadounidense y la teoría de Phelps enseñan a Europa es que la recuperación de la prosperidad, incluida la industrial, es posible en el futuro siempre que se deje que las ideas se desarrollen y que se fomente la competencia entre ellas.
En cuanto a los países llamados emergentes, observamos - a nuestro pesar - que su auge se debía más a la recuperación de su retraso y a la imitación que a la explotación de sus propias ideas. En la actualidad, los países emergentes se convierten en «sumergentes», en detrimento de los sectores más pobres de su población. Para nosotros, los europeos, la decisión está en nuestra mano: reconciliarnos con el «imaginarium» o unirnos a los «sumergentes» por temor a la innovación perpetua.
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