LIGA DE CAMPEONES
Patinazo del Barcelona en Milán
El Milán, con mucho orden y sacrificio, penaliza la nula ambición del conjunto azulgrana, obligado a remontar un doloroso 2-0
enrique yunta
A la espera de lo que pueda pasar en el Camp Nou, el Barcelona ya sabe que la vida no es siempre de color de rosa, maltratado este miércoles por el oficio de un Milán tremendo (2-0). Sin que nadie lo esperara, desigual el ... pulso para cualquier especialista, el Barça patinó de forma sonrojante, lejísimos de su nivel que impone una mejoría inmediata si quiere seguir con latido en Europa. No está muerto, pero sí muy herido y más por la forma de perder que por el resultado, remontable en cualquier caso. El Barça no fue él, el Barça fue una caricatura ridiculizada por el Milán. [Así lo hemos contado]
Le salió una noche torcida en Italia, obligado a un ejercicio sin excelencias para combatir con el cerrojo local. El Milán, digan lo que digan, siempre será el Milán y San Siro mantendrá su esencia hasta la eternidad, recinto de un gigante que impone desde su nombre y asombroso palmarés.
En ese maltrecho césped se disputó un clásico de Europa sin que hubiera ataques de nervios ni exceso de emoción, muy condicionado el primer asalto por lo que pueda pasar en la vuelta. Se impuso el miedo a no perder y esas situaciones siempre las gestionará mejor un italiano que un español, especialista en caminar sobre el alambre y a contentarse con lo justo. Ese fútbol también vale y el resultado es lo que cuenta para el Milán, quien rechaza el romanticismo sin que le importe lo que se diga. El 2-0 es un tesoro. [Las mejores imágenes del partido]
Desde esa nula ambición afrontó la cita el Barça, al que le preocupó más la portería de Valdés que la de Abbiati. Se resume la noche en lo que fue la primera mitad, estirada la posesión azulgrana hasta donde quiso y sin que sirviera para mucho ya que no hubo ni un suspiro, cero peligro.
La propuesta inicial, activa y con presencia, fue decreciendo hasta vivir de lo que proponía el Milán, cuyo mérito está en la fidelidad a sus ideas. Se sabe que este equipo, el Milán de ahora, no va a jugar demasiado bien al fútbol, pero hizo con maestría todo lo que se fijó desde un principio, generoso en su esfuerzo para retener al todopoderoso Barça.
Tuvo poco de eso el conjunto de Tito Vilanova, asesorado por Jordi Roura en su regreso al estadio en el que se truncó su carrera como jugador. El Barcelona se plantó con el mejor equipo posible y no escatimó en nombres, todo en función de la pelota y de la inspiración de un Messi que inquietaba a Berlusconi en la previa.
No hubo marcaje al hombre con el argentino como sugirió el jefe y sin embargo se las apañó muy bien Allegri para que funcionara la idea, asfixiante la zaga rossonera, solidaria en cualquier balón dividido. Sin mayores intenciones, consiguió lo deseado e incluso generó más peligro en sus contadísimas contras. El gol no interesaba a nadie.
Lo más sorprendente es que al Barcelona no le molestó demasiado renunciar a su innegociable manera de entender el fútbol. Estaba más por no fallar que por sumar y se mantuvo espeso en todos los sentidos, sin desbordar quien suele hacerlo y sin que se asociaran los que pilotan. No hubo ni rastro del insultante líder de la Liga y tampoco mejoró en la reanudación, penalizado su conformismo con el acierto de Boateng.
Llegó, como no podía ser de otro modo, en una jugada a trompicones, beneficiado el atacante de un rebote en la mano de Zapata que el árbitro no consideró voluntaria. Al Barça le tocaba remar, pero seguía perdido en la luna y acabó desquiciado con la puntilla de Muntari. El entorno ya reclama una noche mágica en el Camp Nou.
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