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ajedrez

Amor dicho con tablas

Un matrimonio de ajedrecistas empata el último día y da un título a otro jugador

Amor dicho con tablas inés baucells

FEDERICO MARÍN BELLÓN

En el siglo XIX, los ajedrecistas buscaban hermosos sacrificios y espectaculares combinaciones, asumían cualquier riesgo en pos del jaque mate . Anderssen, Morphy y otros soñadores dejaron inmortales obras maestras y definieron lo que se llamó ajedrez romántico.

Hace unos días, el campeonato de España en Menorca nos regaló una nueva acepción. Olga Alexandrova , ex campeona de Ucrania y española desde hace dos años, llegó a la última ronda con posibilidades de convertirse en la primera mujer que ganaba el título masculino. Después de derrotar a varios grandes maestros, el último escollo se llamaba Miguel Illescas . Lo de menos era que el barcelonés ya hubiera ganado ocho veces el campeonato. Que fuera su entrenador tampoco era insalvable. Lo peor es que era su marido .

Al final, Olga y Miguel hicieron tablas rápidas por repetición de jugadas. No solo no cometieron ninguna ilegalidad, aunque para el público su falta de lucha pudo resultar frustrante, sino que fueron felicitados por su deportividad. El empate permitió a un tercero, Alvar Alonso , de 19 años, arrebatarles el título. Como se ha escrito, perdió el ajedrez, pero ganó el amor.

« Para ganar hay que tener mala leche , hay que querer —explica Illescas—. Habría sido violento». Alexandrova corrobora que tampoco ella tenía ningún deseo de luchar y que no llegó ni a planteárselo, aunque le habría supuesto un éxito con el único antecedente de Judith Polgar en Hungría. Lo más chocante es que ambos, alejados del ajedrez de competición; se habían tomado el torneo como entrenamiento previo al campeonato de Europa por naciones, que empieza el miércoles en Grecia.

Illescas llevaba un año sin jugar: «Yo estaba prácticamente retirada» , confirma Alexandrova. «Tenemos una niña y no puedo dedicarle mucho tiempo». Olga, por otro lado, ni siquiera ahora piensa volver al deporte de alto nivel: «No tenía ningún reto. Vale, conseguí la norma de gran maestro, pero no creo que me sirva de nada. Tengo otras preocupaciones, como la familia».

Convivencia entre maestros

¿De qué habla un matrimonio de grandes maestros? ¿De gambitos y celadas, de las casillas débiles? «La verdad es que casi nada de ajedrez», confiesa Olga. «Miguel es una persona muy ocupada y aunque su trabajo también tiene que ver con el juego, no estamos todo el tiempo analizando, como podría parecer. Ni siquiera sé cuándo sacamos un tablero por última vez ». Alexandrova tampoco desea que la niña siga sus pasos. «Conoce el nombre de las piezas, pero todavía tiene tres años y no la forzamos. La enseñaré a jugar, pero más como algo educativo».

Lo cuenta como si fuera algo malo. «No —replica—, pero es un deporte muy duro, mucho más de lo que parece, y más para las mujeres . No es el fútbol. Desde el punto de vista económico, el ajedrez femenino es bastante pobre. Hay que ser top 20 para ganarse la vida. Y en España es peor que en Ucrania, donde el salario mínimo es de unos 300 euros».

Olga, de 33 años, todavía está en edad de mejorar. Tiene un sólido estilo posicional y una base de aprendizaje soviética. «Habría sido bonito quedar campeona, pero todo esto era importante hace diez años; no ahora. Si me pongo a entrenar, me coloco entre las mejores del mundo entre las chicas , pero no merece la pena».

Durante el campeonato de España, Miguel y Olga pasaban mucho tiempo juntos e incluso el primero ayudaba a prepararse a su mujer, pero tenían habitaciones separadas . «Tenemos horarios muy diferentes», aclara Olga. «Yo me levantaba antes y me iba a desayunar antes. Miguel se quedaba durmiendo, porque se acuesta mucho más tarde. Además, yo a veces hablo mientras duermo. Puedo hasta pegar». Esto también explica las tablas...

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