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Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad

El ladrón del manuscrito del siglo XII,de valor incalculable, no tuvo que forzar la cámara; tenía puesta la llave

Roban el Códice Calixtino, tesoro de la humanidad EFE

PABLO MUÑOZ, EVARISTO AMADO

Un golpe fácil, limpio, sin violencia y sin riesgo. Este es el resumen del robo del Códice Calixtino, el manuscrito del siglo XII de valor incalculable sustraído de una cámara de seguridad del Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela, donde se custodian las piezas bibliográficas de mayor valor. El Códice se guardaba, junto a documentos de gran valor histórico y de interés para los investigadores, en una cámara instalada en la pared de piedra de un recinto situado en la parte menos accesible del Archivo. La singular obra reposaba sobre un cojín y estaba cubierta con un tapete. Nada fue forzado; entre otras razones, porque no era necesario, ya que la costumbre entre quienes custodiaban la zona —el deán de la Catedral y canónigo archivero, José María Díaz, y dos historiadores de su Archivo— era dejar puesta la llave que la abría. Era un gesto de confianza solo explicable porque esas tres personas tenían que acudir con cierta asiduidad hasta allí para entregar a investigadores que trabajan en la Catedral otros originales también valiosos.

Fuentes de la investigación consultadas por ABC explicaron que fue el jueves de la semana pasada cuando los responsables de la custodia del Códice lo vieron por última vez. Sin embargo, no comunicaron lo sucedido porque pensaban que alguien lo podía haber cogido para algún trabajo concreto y luego colocado en otro lugar. En cualquier caso, comenzaron a buscarlo, sin ningún resultado. Así, hasta el pasado miércoles, cuando decidieron poner los hechos en conocimiento de la Policía, convencidos ya de que la obra había sido robada.

El deán de la Catedral, José María Díaz, confirmó ayer que el robo del Códice, el único botín del ladrón, se realizó sin emplear ninguna violencia. «La Policía no vio ninguna puerta forzada. No falta nada más que el Códice Calixtino», aseguraba Díaz ante decenas de periodistas.

Voz de alarma

Precisó, además, que fue uno de los historiadores que colabora con el Archivo, José Sánchez, quien primero se percató de la ausencia del volumen. En ese momento —que él sitúa el martes—, avisó al deán, que acudió desde su casa al lugar. Ambos comenzaron a buscar en la misma cámara, «para cerciorarnos de que no estaba», según explicó Díaz. Luego miraron en las estancias próximas, sin resultado. Entonces llamaron a la Policía. Las agentes llegaron a la Catedral a las diez de la noche. Tras varias horas de trabajo en la zona, volvieron a las diez de la mañana siguiente, junto a especialistas de la Policía Científica, que buscaron huellas en la zona. Ya en la tarde del miércoles el deán formalizó la denuncia en la Jefatura Superior de Policía. Dos agentes de la Brigada de Patrimonio de la UDEV de la Comisaría General de Policía Judicial se incorporaron ayer a la investigación.

Ante la prensa, Díaz, que se reconoció responsable último de la seguridad en el Archivo, evitó dar detalles concretos de las instalaciones por recomendación de la Policía, pero explicó que el Códice se encontraba en una cámara a la que se accedía con regularidad. «Yo no me acuerdo de la última vez que lo vi. Quizá hace un mes. Nuestro colaborador de Historia Medieval está seguro de haberlo visto en su sitio el jueves o el viernes. El sábado yo no vine», explicó.

Las fuentes consultadas por ABC se muestran convencidas de que el ladrón o ladrones conocían las costumbres de los trabajadores del Archivo, una zona restringida al público, pero no de muy difícil acceso. El lugar no tiene vigilantes por la noche, y las cámaras de seguridad enfocan solo zonas comunes. Por tanto, ninguna lo hacía hacia el Códice, punto que Díaz no quiso confirmar ni desmentir, aunque especificó que «hay controles en todos los ángulos del claustro, de modo que se puede fotografiar toda persona que pasa por allí». Las grabaciones están ya en manos de la Policía, pero al ocupar un periodo tan extenso de tiempo y cubrir puntos por los que pasa mucha gente, ese trabajo llevará mucho tiempo.

Una de las preocupaciones de los investigadores es que quien ha hecho esto les lleva mucha ventaja: «El Códice puede ya estar en cualquier parte», explican las citadas fuentes. El perfil de ladrón es el de una persona con amplios conocimientos del interior de la Catedral y de sus medidas de seguridad. Además, se cree que fue un robo por encargo.

Lo habitual en estos casos es que quien esté detrás del golpe «duerma» el botín hasta que se relaje la tensión policial. Puede estar en esta situación incluso años, puesto que el autor del robo sabe que en ningún caso podrá venderlo, ni de forma legal ni tampoco en el circuito ilegal. Todo el mundo conoce el manuscrito, cuyo valor es incalculable y no sale de la Catedral desde el año 1993, y nadie se arriesgaría a comprarlo. Hace años, los organizadores de una exposición declinaron incorporarlo porque el seguro del traslado estaba en los mil millones de las antiguas pesetas, explicaba ayer el deán.

Preguntado sobre si pensaba en algún sospechoso del robo, el responsable de la Catedral afirmó rotundo que «si lo sé, no lo digo». «El que se lo llevó sabía de qué se trataba y de su incalculabe valor», apostillaba.

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