La campaña funde al PSOE

ÁLVARO MARTÍNEZ

16/05/2011
Actualizado a las 06:52h.

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Testosterora. A menos de una semana de las elecciones, el PSOE ha comenzado a apelar a la épica para intentar una remontada que las últimas encuestas (todas y cada una de las publicadas) no detectan por ningún lado. Con tal fin, los socialistas se han acogido a una especie de arrebato de coraje, al modo en que gritó, allá por 1921, Belauste antes de marcar su mítico gol a Suecia en los Juegos Olímpicos de Amberes: «¡A mí el pelotón Sabino, que los arrollo!». Allí nació el mito de La Furia, que conformó el 95 por ciento del ADN de aquella Selección Española de fútbol que nunca pasaba de cuartos hasta la triunfante llegada del tiqui-taca que la hizo campeona del mundo.

Rodríguez Zapatero, que quiere hacer aquí de Balauste, intenta trasladar al electorado la idea de que «hay partido» y que el PP «se va a llevar una sorpresa» el 22-M. Tras el pinchazo de asistencia en el mitin de ayer en Zaragoza —segunda costalada de la campaña tras la pifia de León—, y a 120 horas de la cita con las urnas, sus opciones de recortar distancia se difuminan, al tiempo que crece el número de «bellacos» que, circunscripción por circunscripción, parece optar por el voto de castigo a la marca PSOE.

Porque, además, en el «¡A mí el pelotón, Barreda, que los arrollo!» que persigue el líder socialista hay un problemilla, no menor, y es que en estas elecciones parte del once inicial del PSOE hay más de un «Sabino» que se juega el puesto y que no es que no quiera pasarle la pelota al «Belauste de León»...; es que no le quiere en el campo. Los socialistas han emprendido, por tanto, la «solución testosterónica». Además de seguir intentando convencer a los españoles de que el PP es un partido de «extrema extrema derecha».

Con ese propósito, Zapatero vino a acusar ayer a la formación de Rajoy de ser un partido xenófobo; un guiño para hacerse con el voto inmigrante que sí forma parte del cuerpo electoral en las municipales. Todo es bueno para el convento. Y siguió insistiendo, además, en que no ha habido recorte social en su mandato.

Así las cosas, ahora parece que para el PSOE el partido es ahora un «porque sí» y hasta una «cuestión de pelotas», si nos atenemos al tono y a la letra de algunos discursos.

Si el alcalde de Getafe y presidente de la FEMP, Pedro Castro, se preguntaba hace tres años «¿por qué todavía hay tanto tonto de los cojones que vota a la derecha?», la ministra de Cultura cree que «el mundo de la cultura toca mucho las pelotas a los del PP». González-Sinde, la ministra peor valorada del Gobierno (según el CIS) y que no parece probable que ganara un certamen de miss Simpatía en internet, trata de movilizar al orfeón cultural que ha desertado del «clan de la zeja» en una abjuración silente del zapaterismo. Lentamente, los «artistas» han ido haciendo mutis por el foro. Al menos hasta ahora.

Entre tanto, el PP prosigue con su táctica de no entretenerse en contestar el mensaje del miedo a la derecha y persiste , con la tozudez de un martillo pilón, en aventar la consigna de que más miedo da tener cinco millones de parados. En su mitin de Valladolid, Rajoy resumió la hoja de ruta que maneja el partido de la calle Génova: «Ellos —los socialistas— quieren minimizar la derrota, nosotros maximizar la esperanza; ellos son el fin de un ciclo, nosotros representamos el principio de una nueva era; ellos se encierran en sus filas y nosotros abrimos las nuestras, las abrimos a todos los que quieran compartir un proyecto para toda España».

El PP apela al cambio de ciclo y el PSOE a la épica y a su moral de victoria. Como Lucía Pérez, que tras quedar antepenúltima en Eurovisión sentenció un estrepitoso «me siento ganadora. Hemos conseguido dejar a España bien». A veces la política y el espectáculo tienen asombrosas similitudes. ¡Que me quiten lo bailao!

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