Los aliados no alcanzan un acuerdo sobre el papel de la OTAN en Libia

Francia había anunciado por la tarde que acepta que la OTAN tenga un papel importante como «instrumento de planificación y conducción operativa» de la intervención militar en Libia, pero se niega a ceder el control político que insiste en mantener a toda costa fuera del ámbito de la Alianza. Por ello, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, ha anunciado también que los representantes de los países que participan en las operaciones contra Gadafi se reunirán el martes en Londres, lejos de la capital belga y de la sede de la organización militar, en lo que llamó un «grupo de contacto» que podría respaldar formalmente esta alambicada formulación, mientras que a la Unión Europea se le ha atribuido el siempre socorrido papel de la ayuda humanitaria, lo que por otro lado hace honor a su irrelevancia en esta crisis. Sin embargo, Turquía impidió anoche en la OTAN que se aprobasen estos planes de Francia con sus reclamaciones sobre unas reglas de enfrentamiento mucho más embridadas o incluso remitiéndose a un hipotético control por parte de la ONU.

Que se llegue a un acuerdo sobre ello empieza a ser acuciante para todos, puesto que el secretario norteamericano de Defensa, Robert Gates, ha insistido en que Estados Unidos pretende ceder la batuta de la operación de exclusión aérea —actualmente está en manos de su mando regional Africom— «tan pronto como este mismo domingo», aunque antes debería haber una alternativa realista, que según todos los análisis, solo puede ejercer la OTAN. Francia se encuentra atrapada entre sus ambiciones de dirigir una campaña destinada a recuperar su hegemonía en la región a costa de destruir a Gadafi y su incapacidad para llevar a cabo esta operación en solitario y menos aún coordinando —como desearía— una multitud de aportaciones militares de otros países.

Para la OTAN, sin embargo, esto no es un problema y el planeamiento militar de la intervención aérea ya fue aprobado por el Consejo Atlántico, pero la decisión política volvió a chocar anoche con las reticencias turcas. El ministro turco de Exteriores Ahmet Davutoglu insiste en que debe excluirse toda «intervención ofensiva contra las fuerzas de Gadafi», algo que tampoco puede complacer a París, y ha advertido que antes de nada debe recibir la autorización del parlamento de Ankara.

En todo caso, la OTAN pudo anunciar ayer que la operación naval de embargo de armamento ya ha empezado con las patrullas de los seis barcos del Grupo Permanente Marítimo I que se encuentran —desde hace tiempo— en la zona, a la espera de la llegada de las 16 unidades que formarán esta nueva misión, entre buques de superficie y submarinos. Para subrayar sus distancias con el problema Libio, la canciller alemana Angela Merkel ha ordenado a las dos fragatas y los dos buques menores que se encuentran en el Mediterráneo que se desconecten de la cadena de mandos de la OTAN y ha retirado a sus oficiales de las patrullas de observación sobre Libia en los aviones AWAC.

Por lo que se ve en esta discusión, Francia no es el único país con ambiciones estratégicas en el Mediterráneo. Turquía —heredera del Imperio Otomano que ya gobernó Libia— ha dejado claro que sus reticencias no deben traducirse tanto como una actitud pasiva, sino precisamente como un ejercicio robusto de exhibición de sus planes por mantener una influencia destacada pero independiente en la región. Cuando la misión de embargo naval se cortó a su medida, Ankara ordenó un despliegue impresionante de cuatro fragatas, un submarino y un buque auxiliar, que es, de lejos, la mayor aportación a la flota aliada. En comparación, España, Gran Bretaña, Grecia, Italia, Canadá y Estados Unidos contribuyen con una fragata cada uno.

La portavoz de la OTAN, Ioana Lunguescu, dijo ayer que la misión de embargo naval tiene una importancia capital porque Gadafi «ha seguido recibiendo armas del exterior, según nuestros informes de inteligencia», aunque otras fuentes de la organización reconocen que buena parte de esa ayuda le ha llegado por tierra.

Francia volverá a contar con un cierto alivio diplomático en la reunión de Consejo Europeo que se celebra en Bruselas, en el que está previsto que los jefes de Estado y de Gobierno dediquen la cena de hoy a la discusión sobre Libia. Según fuentes diplomáticas europeas, la versión oficial de la cumbre seguirá al pie de la letra las conclusiones del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de este lunes en el que los Veintisiete acordaron decidir que estaban «completamente determinados a actuar juntos con nuestros asociados de la Liga Árabe y otras organizaciones regionales».

En cierto modo, se puede pensar que la suerte de esta maniobra francesa se jugará este fin de semana, si los avances sobre el terreno de la oposición a Gadafi y los bombardeos de castigo de la aviación (francesa y británica sobre todo) son capaces de convencer a todo el mundo de que la misión será rápida y no existen riesgos de que Libia se convertirá en un segundo Irak en el Mediterráneo.