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Crédito agotado

LA irresponsabilidad del Gobierno socialista, derivada de su pasividad ante la alarma generada por el déficit y la deuda, llevó a ayer a la Bolsa -cuyo Ibex cayó un 5,41 por ciento y perdió el suelo de los 10.000 puntos- a reflejar el miedo de los inversores a un contagio griego. La incapacidad del Ejecutivo para reaccionar ante las adversidades se ha convertido ya en el principal factor de riesgo para nuestra economía, necesitada desde hace demasiados meses de unas reformas que lancen al exterior un mensaje de rigor, imprescindible para restaurar la confianza en la viabilidad de las cuentas públicas. El Gobierno está en tiempo de descuento para aplicar una política, cruda y sin concesiones, de recorte del gasto, pero documentada en una hoja de ruta que necesariamente ha de partir del reconocimiento expreso de la gravedad de la situación, todo lo contrario de lo que ayer mismo hizo Rodríguez Zapatero en Bruselas mientras la Bolsa se hundía. Ha pasado la hora del desfile de Zurbano, de las fotos en La Moncloa y de unas estrategias, puramente cosméticas, con las que fingir una actividad inexistente. Si es cierto que se van a ahorrar 50.000 millones de euros hasta 2013, como anunció el Gobierno el pasado enero, hay que decir de forma muy clara y detallada cómo y dónde se va a producir el recorte. Si existen programas de reforma del mercado laboral y de la Seguridad Social, como prometió el secretario de Estado de Hacienda, es la hora de ponerlos sobre la mesa y someterlos al escrutinio público. La credibilidad de España es cada vez menor como consecuencia de la complacencia de un Ejecutivo incapaz de reconocer las dimensiones de la emergencia nacional y de aplicar unas medidas correctoras severas que contribuyan a atajar el déficit y, sobre todo, a tranquilizar a un mercado que no se fía de su solvencia.

Las palabras del ministro de Economía alemán sobre la conveniencia de proceder a la «insolvencia controlada» de los países europeos con un elevado déficit público ponen de manifiesto la profundidad de una herida que no termina en Grecia. El tiempo corre en contra de un Gobierno paralizado por el miedo a meter la tijera en unas cuentas que España no se puede permitir y por su negativa a evaluar los costes de una factura que no deja de crecer. Amontonadas sobre la mesa, las promesas incumplidas del Ejecutivo socialista constituyen hoy el mayor lastre para devolver la credibilidad a nuestra economía, el más demoledor «dossier» contra la sostenibilidad de unas cuentas que no dejan de hundirse por su propio peso y a amenazar, por su tamaño, a toda Europa.

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