«¡Me muero, papá, me muero!»

No era José Tomás , ni tenía 34 años, ni era considerado uno de los mejores toreros de la historia, pero, al igual que el diestro de Galapagar, el joven novillero extremeño Jairo Miguel también estuvo a punto de perder la vida en la plaza de toros de Aguascalientes (México), hace tres años. Tenía sólo 15 años y todo el coraje del mundo, cuando el asta de un joven novillo de nombre «Hidrocálido» estuvo a punto de «partirle, literalmente, el corazón».
Su dolor y su angustia eran tan grandes que, camino de la misma enfermería donde el torero de Galapagar tuvo que ser intervenido de urgencia, gritaba: «¡Me muero, papá, me muero!».
«Fue un cornadón muy grande –explicaba a ABC el cirujano Carlos Hernández–. Por suerte, estábamos listos en la enfermería de la plaza; ahí lo estabilizamos hasta trasladarlo a un centro hospitalario cercano».
Fue un 15 de abril de 2007, en la corrida de inauguración de la Feria de San Marcos , la más importante de México, a la que el joven novillero había acudido de la mano de su padre, el matador Antonio Sánchez, con el objetivo de ir haciendo carrera al otro lado del Atlántico, pues en España lo tenía prohibido hasta cumplidos los 16.
Aquel coraje, el mismo que ha convertido a José Tomás en una auténtica leyenda en activo, estuvo a punto de costarle el regresó a su tierra, Cáceres, desde donde debía recorrer miles de kilómetros para ver cumplido el sueño de ser algún día como el torero de Galapagar. El pitón le penetró en la cavidad torácica, le perforó el pulmón y pasó a milímetros del corazón.
Los médicos temieron por su vida y tuvo que ser estabilizado en la misma enfermería de la plaza donde José Tomás se debatió el pasado sábado entre la vida y la muerte , después de recibir una grave cornada de «Navegante», que le produjo un orificio de 15 centímetros, afectándole a varias venas importantes y perdiendo gran cantidad de sangre. Tanta que la misma enfermería de la plaza tuvo que pedir por megafonía a los aficionados que donarán sangre del mismo grupo sanguíneo para el diestro madrileño .
«Claro que pienso continuar toreando», comentó Jairo en 2007. «Lo importante es que hace lo que le gusta y seguirá en esta profesión hasta el día que esté a gusto», aseguró ayer el padre de José Tomás.
Una misma plaza, una misma enfermería y una misma historia para dos toreros con coraje, con una diferencia: 20 años de edad: «En muchos momentos me he echado a llorar al estar solo; no sabía si de pena porque no podía ver a mi papá o de alegría por estar vivo», contaba días después de su cogida en Aguascalientes el jovencísimo novillero.
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