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Despedida de un taurino

EL Dalai Dama ha mandado una carta a los diputados catalanes solicitándoles la prohibición de las corridas de toros en Cataluña; en lo que mira por su bien, pues siendo el Dalai Lama un hombre de natural manso y creyendo como buen budista en la ... reencarnación, lo más probable es que termine reencarnándose en uno de esos mansos de Núñez del Cuvillo que echan en la plaza de Barcelona. Pero un budista como el Dalai Dama no puede entender los toros, pues el budismo es una religión (o una disciplina psicológica) que, para espantar el miedo de la muerte, hace yoga. Para entender los toros hace falta mirar a la muerte de cara, tomándola muy en serio, como hacen los católicos el Viernes Santo, y muy en broma, como hacen el Domingo de Resurrección. El budista ve en la vida una suerte de ritmo fatídico, de rotación cósmica, de rueda del destino; y se conforma con ampliar su experiencia de la vida repitiéndola una otra y otra vez, mediante la anodina reencarnación. El católico, por el contrario, ve en la vida una oportunidad para descoyuntar el universo, para buscar chispazos de un bien más alto que el que pueda ofrecerle la experiencia; y, así, no trata de ampliarla indefinidamente, sino de reventarle las costuras o descerrajarla, mediante la jubilosa resurrección. Por eso el símbolo del budismo es un círculo, que representa la repetición (una serpiente que se muerde la cola); mientras el símbolo católico es la cruz, que señala audazmente direcciones opuestas, estirándose hasta la eternidad.

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