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Unas tablas de perfil enano

El bostezo fue el rey de un partido de tono bajo, mal jugado, mal gestionado y peor ejecutado. No está el Atlético para muchas florituras, pero tampoco el Racing, como si ambos estuvieran buscando identidades perdidas.

Lo de Santander no es un equipo definido, no se le reconoce más que en los detalles de Canales cuando conecta con el balón, pero en el resto hay mucha mediocridad en casi todo el fútbol que realiza, lejanos los tiempos en los que el dúo Sacapuntas (Munitis y Zigic) sembraban el terror en las defensas contrarias. Ahora, el resto es correteo y mucha fuerza física que, eso sí, pone en apuros a cualquiera que no se ponga las pilas como deben.

El Atlético tampoco mostró más que un nuevo plan, enésimo que prueba Quique para ver si le funciona. Pintaba bien la verdad: tres centrocampistas, dos medio puntas por delante y Forlán arriba, a ver qué pillaba. Pero fue mejor el plan que la acción. Mucha contención y poca salida. Entre unos y otros, lo que hubo fue ver a quien pillaban en un renuncio porque candidatos había.

Lagunas negras

La defensa adelantada del Racing era para que a los lanzadores rojiblancos se les cayese la baba de gusto, y enfrente estaba Perea, que es punto y aparte. Si juega en el Calderón hay run run repleto de temor. Si juega fuera, lo que hay es un run run lleno de esperanza. Así están las cosas.

Y puestas así, poco fútbol hubo. Mucha intensidad en la ofensiva del Racing y mucha tensión en la defensa del Atlético. Así que todo quedó para los detalles: para un pedazo de pase de Simao en el que Forlán salió como una bala y remató con doble efectividad, y para que el enésimo centro al corazón del área atlética encontrase la habitual pifia de Perea dejando vendido al bueno de De Gea ante el fusil de Colsa.

A fuer de ser sinceros el empate era justo, tablas a la baja, de perfil enano, sin juego de calidad y muchos kilómetros corridos sin tener una meta definida.

En la segunda parte, el Atlético echó mano de lo mejor que tiene, que es Tiago en el medio campo. Aún en inferioridad física, el chico sabe lo que ha de hacer y lo intenta: balón raso, tocado, apertura, cosas mínimas que los demás ni perciben. Con sólo eso, el Atlético debería haber controlado el partido con enjundia pero lo cierto es que se dejó encerrar por un Racing encorajinado que tuvo buenas ocasiones, la mejor una de Tchité que salvó Perea redimiéndose del gol recibido.

Empujó fuerte el Racing durante bastantes minutos de la segunda parte, con muchos pulmones y rabia poco contenida, suficiente para poner en apuros a este Atlético que ni iba ni venía, no sabiendo a qué carta quedarse. Mereció algo más el Racing, pero tampoco de forma excesiva.

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