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Kohl supo ser agradecido con Felipe González

El canciller alemán nunca olvidó que González fue el único dirigente europeo que apoyó abiertamente el proceso de reunificación alemana, tras la caída del Muro de Berlín. El apoyo de Kohl resultó clave para que se creara en la UE el Fondo de Cohesión del que tanto se benefició España

Kohl supo ser agradecido con Felipe González

El 26 de noviembre de 1993, Felipe González acompaña a Helmut Kohl por las calles del Albayzín granadino. Se dispone a enseñarle la magnifica vista de La Alhambra que se contempla desde el mirador de San Nicolás, cuando una mujer, bien entrada en carnes y vestida de riguroso negro, llama la atención del entonces presidente del Gobierno: «Felipe, Felipe». González se acerca para estrecharle la mano, momento en que la mujer lanza, con un marcado acento andaluz un «bienparío», que le hace sonreír. A su lado, Helmut Kohl parece divertido, aunque, naturalmente, no alcanza a entender el piropo.

De haberlo hecho, tal vez lo hubiera suscrito, porque, a lo largo de la relación que mantuvieron los dos gobernantes durante casi catorce años, el democristiano Kohl siempre mostró un gran afecto por González, sobre todo desde que éste fue el único de los dirigentes europeos que abiertamente apoyó el proceso de reunificación alemana, tras la caída del muro de Berlín.

Margaret Thatcher le había dicho abiertamente que prefería dos Estados alemanes a uno sólo. François Mitterrand, más solapadamente, metía palos en la rueda de la reunificación, temeroso de una gran Alemania. Y Giulio Andreotti decía cínicamente que quería tanto a Alemania, que prefería que hubiera dos.

En esa situación, Kohl valoró enormemente las llamadas de Felipe González no sólo a él sino a todos los líderes alemanes, asegurando que España apoyaría, sin reservas, el proceso de recuperar la unidad de Alemania.

Además, el canciller era consciente de que para España no resultaba fácil respaldar algo que podía poner en peligro las ayudas que nuestro país recibía de la Unión Europea, donde Alemania era uno de los principales contribuyentes. Los «landers» de la RDA iban a necesitar cuantiosos fondos para situarse a la altura de los de la República Federal y eso podía ir en detrimento de los que necesitaban las regiones españolas más atrasadas.

Pero Kohl supo agradecer con hechos la apuesta estratégica de Felipe González. En marzo de 1990, cuando aún no se había llevado a cabo la reunificación, Kohl despejó las dudas de González mientras navegaban por el Lago Constanza, a bordo del «Gran Zeppelin», durante una de las cumbres bilaterales anuales que ambos habían instituido en 1984.

Cumbre de Maastricht

En diciembre de 1991, el jefe del Ejecutivo español comprobó que Kohl cumplía su palabra. Durante el Consejo Europeo de Maastricht no sólo se puso en marcha la Unión Económica y Monetaria, sino que se acordó, como quería España, que la cohesión económica y social quedara incluida en el Tratado como protocolo con carácter jurídico vinculante. Se creó así el Fondo de Cohesión, destinado a financiar proyectos que permitieran a los países de la UE con rentas per cápita más bajas acercarse a los más ricos. España sería, con el tiempo, una de los grandes beneficiadas.

En aquella cumbre europea, la intervención de Kohl también fue decisiva para incorporar el concepto de ciudadanía europea, una propuesta de Felipe González, que daría a los naturales de los Estados miembros de la Unión libertad de circulación y de residencia en todo el territorio comunitario.

La ayuda del canciller alemán no terminó ahí. Cuando un año más tarde, en el Consejo Europeo de Edimburgo, hubo que debatir las perspectivas financieras de la UE para el periodo 1993-1999, Kohl fue un firme aliado de González, al que inoportunamente el entonces líder de la oposición, José María Aznar, había calificado de «pedigüeño» por sus reclamaciones. Gracias a ese respaldo, se consiguieron 8,9 billones de pesetas en fondos estructurales y unos 244.000 millones más para el recién creado Fondo de Cohesión, que resultaron claves para el desarrollo español.

El canciller alemán siguió apoyando muchas de las propuestas de González en Europa e incluso llegó a proponerle como presidente de la Comisión Europea, algo que el dirigente socialista rechazó.

Tal vez por eso, en aquella visita a Granada de 1993, mientras paseaban por El Carmen de Los Mártires, en cuyos jardines había unas estatuas de Fernando VI y Carlos III, Helmut Kohl se permitió proponer al alcalde que pusieran allí otra de Felipe González. Era una broma, pero cuando el alcalde le preguntó si a tanto llegaba su admiración por González, Kohl respondió: «Y más». Desde luego, no era sólo por los jamones pata negra que le enviaba.

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