Hazte premium Hazte premium

Ley derogable antes de ser ley: la del aborto

EL sábado día 17. Para tal jornada se espera, en Madrid, multitudinaria manifestación contra la inminente Ley del Aborto. No sé si jurídicamente se escribirá así, Ley del Aborto, o mediante eufemismo que aparente poca rotundidad, pero que en modo alguno logra negar la salvajada que tal ley permita. Permita o estimule, dado que permitir el aborto en las condiciones que ya se adelantan, no me parece tanto un permiso como una incitación. ¿Que ninguna mujer está obligada a abortar? Cierto. Sin embargo, insisto, una regulación tan permisiva como la que va a ser un hecho con rango de ley conlleva si no obligación, sí la tentación de la facilidad, facilidad muy próxima al estímulo por lo menos en quienes puede que tuvieran dudas en cometer -sí, cometer- aborto.

Días patéticos, pues, estos en que un país y en más de uno, se llega a hablar casi con naturalidad y sin temor del aborto. Como si el aborto fuera la cosa más corriente del mundo y cuya práctica no sólo no empavorece a la mayoría, sino que se trata de ella como algo que depende más o menos de una votación presuntamente democrática. Esta u otra Ley del Aborto o como se la quiera denominar, nunca debe ser algo plebiscitario, y hoy no se puede aducir que responde a una exigencia social, a algo «que el pueblo pide». Y aunque tras una votación el pueblo masivamente pidiera el aborto libre, a cualquier instante de la gestación, tal petición y la subsiguiente ley no dejarían de ser medio para el asesinato legalizado.

En el Digesto se lee todo un principio jurídico al cual se le atribuye fuerza tan indiscutible como infalible en su bondad: «Dura lex sed lex». Es decir: «Dura es la ley, pero es la ley». Por lo menos, sorprendente. ¿Quién hace la ley? El hombre. ¿Pero el hombre puede permitirse leyes contra sí mismo -individuo o colectividad- y que sean inderogables? Moralmente, no se las puede permitir. Y fácticamente en modo alguno es imposible acabar con una ley, sea la que sea. El posible pero no verídico argumento de que hay que elevar a categoría de ley esta del Aborto, no se sostiene. Primero, insisto, por lo derogable de toda ley adversa al bien común. Luego, porque en España no hay clamor popular alguno que pida ley semejante, sino más bien todo lo contrario.

¿Que los miles de personas antiabortistas que, «Deo volente», se reunirán en Madrid no son todo el pueblo español? No, pero estoy convencido de que no seremos pocos quienes, aun sin asistir a la manifestación, nos sintamos unidos a ella. Por otra parte, ¿dónde se ha producido una manifestación masiva de proabortistas reclamando tan dramática ley? Sí, hay proabortistas, y lo dicen generalmente con la boca pequeña, a excepción, desde luego, de quienes tienen altavoz incluso gubernamental mediante el que por desgracia no se avergüenzan de un proceder «contra naturam» y no digamos contra el Espíritu.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación