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Putsch en catalá

LA verdad es que somos un país de coña del que nos podríamos reír todos mucho si las gracias no llegaran preñadas de miseria, mezquindad o tragedia. Como tenemos gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras de la ignorancia, que no ... tienen la más remota idea de lo que es un Estado de Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas. No son ya solo trileros de la cosa pública, son procaces salteadores de los caminos de la ley y del derecho. Son los mismos que se escandalizan porque todas las instituciones constitucionales hondureñas -y por desgracia también muy a destiempo el ejército- se hayan levantado contra los intentos de golpe de estado del presidente hondureño Zelaya. Pero no debe extrañar porque los golpistas vocacionales son ellos y las leyes fundamentales les traen al pairo. Quienes ignoran las leyes fundamentales, aquí, en Barcelona y en Tegucigalpa, son golpistas. Quienes están aboliendo la Constitución española en Cataluña no son otra cosa. Y el paso dado ayer en el parlamento catalán con su ley de educación no es otra cosa. Un putsch no tiene necesariamente que verse escenificado con la detención de Víctor Jara. Un golpe puede ser sangriento o no. Y cuando no lo es puede tener consecuencias trágicas más tardías. Pero quienes violan las leyes básicas con la contumacia con la que lo hace la mayoría socialista nacionalista o a la inversa en Cataluña son tan putschistas como su héroe Companys.

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