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ABC Cultural

Manzanares aprieta y arrebata

Si el último párrafo de la penúltima crónica dedicada a José María Manzanares acababa con un consejo —«Medite. Y apriete, torero»—, hoy toca entregar lo debido por lo exigido. Porque Manzanares apretó y arrebató con el sexto, se enfibró y tensionó en su faena. Tocaba. ... Sumaba el triunfador de la pasada feria su tercera tarde como vértebra de la columna del presente Abril, y una más de vacío no cabía. Más raza puso que el manso toro de Daniel Ruiz, que se parecía al zambombo del cartel. Yo creo que la cartelería de las últimas ferias es para molestar la sensibilidad, más que nada. Manseó en el caballo. De najas. Le entendió el terreno con la muleta entre las rayas del tendido «7». Y allí lo sujetó. El otro día sujeté yo a un manso que me acusaba de tener algo contra Josemari. Un julay. Lo que hay que hacer con toreros de esta talla y proyección es exigirles, y no cantarles lo bueno, lo malo y lo regular por igual. ¡Palmeros! (Por no decir un exabrupto homófobo). De la obra hay que extraer la actitud, la vibración, el empuje, el gesto incluso a veces crispado, los trincherazos, algunos naturales de órdago en largo, la casta sobre todo, porque la embestida jamás se rebosaba, ayuna de un tranco, y descamarla, la obra, digo, de la fuerza que inclinaba al torero hacia delante en el cite, encorvado en el embroque... Manzanares realizó un esfuerzo, y eso cuenta, como las dobladas del prólogo. O como el espadazo monumental. ¡Qué manera de matar! Y es peculiar cómo se perfila, con la empuñadura girada como mirilla de rifle. Un cañonazo fulminante desató la pañolada, que se fue hasta la segunda oreja. Si vale para infundir moral a este pedazo de torero, bien estará.

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