Del Machu Picchu a una 'capilla sixtina' en los Andes: nueve cosas que hay que saber para disfrutar Perú

Barranco, Miraflores y San Isidro constituyen los tres barrios más modernos y residenciales de la capital peruana, que tiene once millones de habitantes. En Barranco hay que probar el pisco, la bebida más famosa del país, de la mano de Giancarlo Torres en 'La República del Pisco', un local muy popular en este barrio de moda. Hay cuatro variantes del pisco y el barman se esfuerza en convencernos de que se trata de una herencia peruana y no chilena. En Miraflores entramos en contacto con los deportes más de moda allí, el surf y el parapente, para practicar en el mar y alrededor del bello entorno de sus acantilados de la costa verde. Tampoco hay que perderse una cena en Huaca Pucliana (400 d.C), uno de los 120 yacimientos arqueológicos de la capital, donde acaba de descubrirse una momia de más de mil años de antigüedad. Sirven un menú de fusión dentro de este monumento arqueológico que se ilumina por las noches.

La arqueología preinca en la capital limeña es la seña de identidad del Museo Larco. Su almacén está abarrotado con más de 60.000 objetos de las antiguas civilizaciones precolombinas que esperan un hueco en la exposición principal con decenas de obras de cerámica de las culturas chimú, chancay, nazca, huari e inca, objetos de oro, joyas y una curiosa colección de explícitos objetos eróticos de estas civilizaciones. Por otro lado, la huella española está presente en el Convento de Santo Domingo, donde se levantó la primera Universidad creada por los españoles en América. Su sala capitular fue la primera aula universitaria que utilizaban no más de diez estudiantes, y su biblioteca, ambientada como si el tiempo se hubiera detenido, alberga 25.000 volúmenes, la mayoría escritos en latín. Imprescindible en el casco antiguo es la visita a la capilla de Pizarro en la catedral, embellecida con unos azulejos italianos y el escudo del conquistador del Perú. En su interior se custodian los restos de Francisco Pizarro, que incluyen su cabeza, hallada en una caja durante unos trabajos en la cripta del templo en 1977, y un estudio de sus huesos y las heridas que sufrió durante su asesinato en 1541. Pizarro diseñó la llamada 'ciudad de los reyes' pero solo vivió seis años en uno de los principales edificios de su Plaza de Armas.

De camino al sur, hacia el departamento de Cuzco, entramos en el Valle Sagrado de los Incas que riega el río Urubamba. Parada obligatoria es Ollantaytambo, el único lugar que conserva su antiguo diseño urbanístico inca, visible en las rocas de los muros de sus casas y los canales de agua que fluyen por sus estrechas calles. Desde ese entramado se observa su Fortaleza, la Real Casa del Sol, formada por diecisiete bancales o terrazas superpuestas muy amplias y orientadas hacia la plaza principal del pueblo. En este lugar los conquistadores españoles sufrieron una de sus mayores derrotas. Hoy es el punto crucial para tomar el tren en dirección a Aguascalientes, Machu Picchu pueblo.

Jorge Airampo nació en el departamento de Cuzco en 1966 y lleva 35 años trabajando como guía en Machu Picchu. Conoce todos los rincones, el complejo hidráulico del yacimiento, los secretos de sus templos icónicos como el del Sol o el del Cóndor, la enigmática Roca Sagrada, los mejores miradores desde los puntos más elevados, algo que según él, «cualquier visitante tiene que buscar para percatarse del espectacular tamaño de este mágico lugar» y está convencido de que no se trata de la última ciudad de los incas. «Este complejo no se construyó para que los incas se fugaran o se escondieran. A partir del año 1400 comienza el apogeo de los incas, terminan Cuzco, el patrón urbano, y trasladan su estructura a los demás puntos del imperio». Lo que sí parece confirmado es que al llegar la conquista española comenzó el abandono acelerado de sus habitantes, no más de 700 en el momento de mayor apogeo, «pero nadie sabe a qué lugar se trasladaron» y la ciudad no se concluyó por completo.

Ecuador

Iquitos

Brasil

Perú

Lima

Machu Picchu

Ollantaytambo

Cuzco

América

del Sur

Andahuaylillas

Fuente: Elaboración propia / ABC

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Ollantaytambo

Cuzco

Andahuaylillas

Fuente: Elaboración propia / ABC

Las llamas son los animales más populares de Cuzco y de los Andes y todo un atractivo turístico en Machu Picchu. En los tiempos de los incas eran veneradas y adoradas por los indígenas, pero al igual que estos desaparecieron de la famosa ciudad precolombina hasta que hace 25 años el Ministerio de Cultura peruano introdujo una llama blanca a la que bautizaron 'Pancho'. Rápidamente se convirtió en un objetivo para las cámaras de los visitantes, que la alimentaron en exceso y murió. Hoy existen unas 25 llamas dentro de Machu Picchu, nacidas en el interior del yacimiento, y están vigiladas por el Gobierno con la ayuda de un chip que lucen en una de sus orejas con su nombre. No son animales domésticos, como la alpaca, ni tampoco salvajes como la vicuña, en peligro de extinción, pero conviene acercarse con precaución a las áreas donde se alimentan. El mejor momento es en las primeras horas del día.

A 3.400 metros de altura se alza Cuzco, una de las ciudades coloniales más atractivas del continente con monumentos tan conocidos como su catedral o la iglesia de la Compañía de Jesús, pero en los últimos tiempos un barrio de la alturas, San Blas, se ha convertido en otro reclamo turístico. Antiguamente, el barrio era conocido por el nombre de T'ogokachi y recibía las aguas de los manantiales más próximos. Todavía hoy se puede ver un acueducto antiguo a solo unos metros de la plazoleta de San Blas que proporcionaba esa agua a Cuzco, aunque lo que más ha proliferado son las tiendas de artesanía, como la de la familia Mendívil que elabora bellísimos arcángeles de madera, bares y restaurantes. Para descubrir este barrio, que lleva el nombre de San Blas en honor del obispo que se dedicaba a curar personas y animales en el siglo III, lo mejor es caminar por sus calles empinadas y empedradas.

Así llaman a la iglesia de San Pedro. El templo está situado en Andahuaylillas, uno de los doce distritos que pertenece a la provincia de Quispicanchi, en la región de Cuzco, y la barcelonesa Meritxell Oms se ha encargado de dirigir una minuciosa restauración para mostrar los enchapados de oro de las paredes, cuadros, puertas, bóveda y altar mayor, indumentarias y joyas eclesiásticas y otras obras de influencia renacentista.

En plena selva, a 157 kilómetros de Iquitos, la última ciudad habitada en la Amazonía peruana, a la que solo se puede acceder por avión o por barco, se halla el ExplorNapo Lodge, el lugar desde el que se puede visitar uno de los puentes colgantes más largos y espectaculares del planeta. El puente consta de catorce estrechas pasarelas que suman quinientos metros de longitud y cruza un dosel repleto de vida animal, especialmente de aves tropicales. Este puente colgante sobre la copa de los árboles regala una experiencia inigualable a 40 m de altura y constituye el mejor mirador para observar la fauna y flora de la Amazonía. Se puede contratar esta experiencia en cualquiera de los cuatro lodges del grupo Explorama (www.explorama.com) y culminar esta aventura pescando pirañas o incluso nadando con ellas en el río Urco.

a primera vez que Javier Velázquez vio un manatí fue en 2007 en una bandeja de una oficina mientras se lo comía un trabajador y se preguntó cómo era posible que una especie amazónica en peligro de extinción pudiera tener ese destino. Ese año Javier, que era universitario recién licenciado, contabilizó trece crías de manatíes en Iquitos entregadas como mascotas, mientras sus madres eran sacrificadas para venderlas como carne. Hoy, este biólogo de cuarenta y dos años, dirige el CREA (Centro de Rescate Amazónico), una fundación que ha recuperado 41 ejemplares de este mamífero acuático de los que 31 han sido liberados en los ríos del Amazonas. En cinco años han conseguido reducir a cero el tráfico prohibido de manatíes en Iquitos. Para Javier, «el manatí es el animal más noble y más dulce del Amazonas» a pesar de que puede medir tres metros y superar los cuatrocientos kilos de peso, y hoy ya una especie bandera más protegida en una Amazonía donde existen más de 7.000 pueblos que dependen de la selva para su supervivencia. En su centro de recuperación, abierto al público, también protegen otras especies como el perezoso, el paiche, el oso hormiguero, algunas tortugas y varias aves exóticas.