Cuatro razones para viajar ahora a Egipto

A eso se aferran las autoridades y las cifras parecen darles la razón . Lo cierto es que los atractivos egipcios deberían ser suficientes para convencer a cualquiera de que visitar el país es una muy buena idea. Fabulosas playas en el Mar Rojo y el sur del Sinaí, grandiosos monumentos herencia de una civilización milenaria, un clima cálido pero suavizado por el Nilo ... Pero tras un catastrófico año 2011 (por debajo de los 10 millones de visitantes), 2012 no ha logrado alcanzar los 14,7 millones de viajeros registrados en 2010, quedándose en torno a los 11,5 millones de turistas.

Por si los ya conocidos atractivos turísticos del país norteafricano fueran pocos, aquí te presentamos cuatro vivencias típicamente egipcias que harán de tu viaje una experiencia única:

1 Un enjambre de coches

Bocinazos por doquier. Vehículos que casi llegan a rozarse unos con otros, pero que siempre parecen frenar una milésima de segundo antes del choque. Peatones que cruzan por donde más les conviene y que, simplemente levantando una mano, logran parar momentáneamente el tráfico. A veces, esa mano llega incluso tocar la parte delantera de los coches y furgonetas a los que detiene. Como si de un gesto cariñoso se tratase, de una caricia. Porque aquí nadie parece enfadarse. O al menos, si lo hacen, disimulan muy bien. La agresividad europea al volante no se lleva .

Los carriles prácticamente no existen. Los marca la distancia mínima para que dos vehículos no colisionen. Tampoco hay giros prohibidos. (Casi) todo vale. Los «pilotos» tienen asumido que no es difícil que el viaje se complique y que las distancias supongan el doble de tiempo del que llevarían en condiciones normales. Así que el estrés brilla por su ausencia. Como mucho, un par de gritos entre dos conductores si tienen la mala suerte de rozar sus turismos. Nada de partes al seguro ni llamadas a las fuerzas del orden. Mientras, los cláxones no dejan de sonar, sea la hora que sea.

Como cabe imaginarse por lo dicho hasta ahora, también brillan por su ausencia las medidas de seguridad. Que existen por ley, pero nadie parece demasiado preocupado por hacer que se cumplan . Conducir sin el cinturón de seguridad, circular por la noche con los faros fundidos, encontrarse con furgonetas a las que les falta la puerta lateral —así es todavía más fácil bajarse sin detener el vehículo— o coincidir en la carretera con motocicletas cuyos tres o incluso cuatro ocupantes no llevan casco, son situaciones demasiado habituales. Es, desde luego, un espectáculo digno de ver.

2 La tabla del dos

«Dos, por un euro. Cuatro, por dos euros». Así sucesivamente. La «tabla» puede llegar hasta veinte, si el turista no se deja convencer. Y, claro, ante las repetidas cuentas y la necesaria traducción al inglés, el vendedor acaba liándose . «Quince, por diez euros. Veinte, por cinco euros». Una auténtica ganga, que pocas veces aprovechan los visitantes. Y ello a pesar de la insistencia de los egipcios, embaucadores por naturaleza, aunque también por necesidad. Papiros, figuritas de alabastro y demás souvenirs aparecen delante de la vista del extranjero, obligándole a detener su paso.

La negociación callejera es otra de las experiencias que aguardan necesariamente a los visitantes. Es, sin duda, otro rasgo definitorio del actual Egipto, aunque en ocasiones puede resultar un tanto agobiante. La gran parte de la población que vive indirectamente del turismo ha visto reducidos sus ingresos por la caída del número de viajeros. Y por eso la competencia es ahora mucho mayor.

Algunos, haciendo gala de la famosa hospitalidad egipcia, saben mejor que otros cómo hacer más dulce para el turista el paso por caja. Una invitación a un «carcadé» —infusión azucarada, de color rojo, que se toma fría—, alguna gracieta en su raquítico castellano o una fotografía para dejar constancia del encuentro pueden hacer desaparecer las dudas y que el visitante se deje unos euros.

3 Los «piratas» del Nilo

Calma casi absoluta en la cubierta del crucero a su paso por el Nilo, de Luxor a Asuán. Una treintena de extranjeros toman el sol en la terraza. De repente, unos gritos rompen esa tranquilidad. «¡Aló, mister! ¡Aló!». Los turistas se asoman a la barandilla para ver de qué se trata y descubren, no sin sorpresa, que una pequeña barca a motor avanza en paralelo al buque, amarrado de forma aparentemente improvisada . Sus dos ocupantes, al ver que han llamado la atención del público, comienzan a mostrarles su mercancía. Fulares, túnicas, camisetas... Y ante la mirada perpleja de los viajeros, lanzan incluso algunos productos, para que los potenciales compradores los examinen.

Nadie parece interesado. Uno de los turistas recoge una de las prendas, envuelta en plástico transparente, y se asoma de nuevo para intentar devolverlo. «¡No, no! ¡Wait mister, wait! ¡No, wait, please!». Los vendedores parecen volverse locos. Cuando el extranjero deja de amagar con tirárselo, cesan los berridos. Y comienza la negociación. Ha sido un abordaje en todo regla.

La paciencia es una virtud importante para todo aquel que visita Egipto, tanto si ya se tiene como si se quiere desarrollar. Tras unos minutos de «regateo» —«¡one, five euros! ¡two, eigth euros!», etc—, los «piratas» concluyen que el hombre no va a pagar ningún «rescate». «Ok, ok», conceden. Pegan su pequeña embarcación a la nave tensando uno de los amarres y hacen gestos para que les devuelvan su mercancía desde la terraza. No ha habido suerte. Más tarde lo volverán a intentar . Los gritos de «¡Aló! ¡Aló!» acompañarán, intermitentemente, la primera mitad del recorrido.

4 Audiencia privada con los dioses

Aunque el turismo en Egipto, sobre todo en el valle del Nilo, aspira a recuperar la buena forma mostrada antes de la revolución, lo cierto es que aún está lejos de los cerca de 15 millones de visitantes extranjeros registrados en el año 2010. El Gobierno no estará ni mucho menos satisfecho, pero para los foráneos esta circunstancia debería suponer un punto más a favor de viajar al país norteafricano. La menor afluencia de público permite examinar con más tiempo y en mayor profundidad los majestuosos templos erigidos en honor a los antiguos dioses egipcios.

El grandioso monumento en honor a la reina Hatshepsut , los inmensos templos de Karnak y Luxor , las bellas estancias de Philae —rescatadas por la Unesco tras quedar sumergida la isla del mismo nombre por las aguas embalsadas—, la espectacular necrópolis del Valle de los Reyes, o las colosales construcciones de Abu Simbel —muy cerca ya de la frontera con Sudán—, pueden visitarse sin esperas ni apreturas, disfrutando de los cientos de grabados y estatuas que los decoran.

En los templos, los visitantes conocerán, de la mano de los expertos guías locales, las divinidades a las que rinden tributo, la historia de los faraones que ordenaron levantarlos, y también curiosidades sobre el aspecto original de cada construcción, de más de 3.000 años de antigüedad. Una cita imprescindible con la historia de una civilización milenaria que fascinará a los no iniciados.