Comercializaron con su nombre los sentidos del alma, desmembraron su obra para volver a dejarla como estaba, ahogaron su luz en una charca, resucitaron textos y los intentaron pasar como nuevos, agotaron los adjetivos, sonaron músicas destempladas y la ciudad amaneció bautizada de sobrepelliz recién ... planchada. Mañana, cuando el año acabe, volverán las sombras a su sitio y la luz al suyo, la alberca se llenará de olvido y seguirá el cuerpo del Conde esperando a ser enterrado. Ya no estaremos dentro de cien años y, los de entonces, nos mirarán lejanos y anticuados. Han muerto abuelas y madres, párrocos y sacristanes, latines y casullas, tonsuras y beneficios y el cuadro sigue ahí. Y nosotros vamos perdiendo la luz de entonces, se nos cierran las puertas y nos sentimos desterrados en nuestro propio territorio. ¡El Greco ha muerto, viva el Greco!
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