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Instagram hace más infelices a los chavales

Diversos estudios constatan que la red de fotografía resalta las vidas perfectas de usuarios con grandes sumas de seguidores pero puede derivar en una frustración personal

Posado de Georgina Rodríguez, pareja de Cristiano Ronaldo, asidua de la red Instagram

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Vinieron a conectar el mundo, hacerlo más pequeño, pero han acabado por introducir en nuestras vidas una obsesión permanente: consultarlas constantemente. Las redes sociales también tienen su lado negativo. Explotan la faceta más cotilla y fisgón de las personas que, refugiadas en la distancia que favorece el anonimato , pueden ir saltando en segundos a los diferentes perfiles que componen su comunidad. Una acción que esconde, sin embargo, un problema: esa obsesión provoca en los usuarios con carencias afectivas una frustración.

Con poco significado ulterior, la gran recompensa de las plataformas digitales se encuentra en la fría conexión con otras personas , más o menos conocidas, sin más miramientos que el hecho de comportarse como una ventana hacia lo desconocido. Porque tenemos que asumirlo; en estos servicios se miente. Y mucho. ¿Quién no ha subido una foto de un lugar paradisiaco cuando estaba tranquilo en su casa? ¿Quién no ha resaltado su felicidad cuando, sin embargo, no la sentía como tal? ¿Quién no revisa los perfiles de sus amigos o exparejas para ver si tienen unas vidas más divertidas?

Un interesante artículo de «The Guardian» aduce a esas «vidas perfectas» que intentan comunicar muchos usuarios de redes sociales. Y pone un ejemplo, Instagram, la mayor red de fotografía que está en estos momentos canibalizando el crecimiento del que antes gozaba Facebook, su empresa matriz . La plataforma, que cuenta con más de 800 millones de usuarios, se ha convertido en la travesía de los usuarios hastiados de la red social de Mark Zuckerberg .

Sobre todo los jóvenes. No le encuentran interés alguno en su diseño y, según diversos informes estadísticos recientes, una de cada cuatro personas se ha borrado la aplicación de sus teléfonos . Aunque esta acción no implica darse de baja del servicio puede indicar que su consumo va a menos. La mayoría de redes sociales tradicionales se han aplatanado; no crecen al mismo ritmo que hace unos años. Algo lógico, por otra parte, al ir acercándose al techo de internautas. Las marcas de nicho y especializadas como Instagram, en cambio, han experimentado una mayor atracción entre las nuevas generaciones.

No es para menos, puesto que su diseño está concebido para ser fácil e intuitivo: solo subir fotos. Así de rápido. Así de simple. Es una dinámica de «happy hour» en donde todo el mundo quiere gustar. «Es una comunidad visualmente donde el método principal de interacción es hacer doble clic en una imagen para agradar, donde las publicaciones que se vuelven virales tienden a hacerlo por un sentido de positividad en lugar de la indignación y donde muchas de las cuentas más influyentes publican imágenes de perros y gatos», relata el artículo del medio británico.

«Si Facebook demuestra que todos los usuarios son aburridos y Twitter que todos son terribles, Instagram te hace preocuparte de que todos son perfectos, excepto tú»

Sin embargo, lo que aparentemente es su gran virtud también es su mayor atrocidad: Expertos en salud mental consideran que ese excesivo positivismo de Instagram alienta a sus usuarios a presentar una imagen atractiva y optimista que otros puedan encontrar, en el mejor de los casos, engañosa y, en el peor de los casos, perjudicial. «Si Facebook demuestra que todos los usuarios son aburridos y Twitter que todos son terribles, Instagram te hace preocuparte de que todos son perfectos, excepto tú», subraya.

Una encuesta (en inglés) realizada por la Real Sociedad para la Salud Pública en Reino Unido (RSPH) a 1.500 jóvenes entre 14 y 24 años situaba a Instagram como una red negativa que afectaba al sueño, a su imagen corporal y que desarrollaba el llamado Síndrome Fomo , una patología psicológica que se produce por el miedo a quedarse fuera del mundo tecnológico . «En apariencia, Instagram puede parecer muy amigable», apunta Niamh McDade , portavoz de este organismo benéfico. «Pero ese desplazamiento sin fin sin mucha interacción en realidad no deriva en un gran impacto positivo en la salud mental y el bienestar. No tienes control sobre lo que estás viendo. Y a menudo ves imágenes que dicen mostrarte realidad, pero que no lo son. Y eso es especialmente dañino para los jóvenes».

Parte de ese problema -aducen los expertos- se debe a las dinámicas existentes en esta plataforma tan visual en la que los usuarios llamados «influencers» han logrado obtener grandes cuantías de dinero por publicar imágenes con productos regalados por marcas, imágenes de viajes retocadas previamente por filtros que han ocasionado el deseo de mucha gente de querer esas vidas tan felices. La consecuencia es preocupante: en lugar de potenciar el bienestar de los usuarios puede disminuirlo.

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