El CEO de Telegram podría enfrentarse a 20 años de prisión

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«Telegram no debería jactarse de esconder en su red social a criminales»

Javier Palomo

Expertos y gurús de la tecnología han vuelto a abrir el debate sobre la libertad de expresión a raíz del arresto de Pavel Durov, CEO de la aplicación

Durov está siendo interrogado por tres servicios íntimamente ligados: la policía nacional anti fraudes, los especialistas de la lucha contra la criminalidad numérica y los especialistas en la lucha contra la cibercriminalidad.

Ninguno de esos servicios ha deseado filtrar el estado de las conclusiones sobre sus sospechas, que comenzaron en el instante mismo de la detención de Durov… sabiendo que podía ser detenido y perseguido por muy diversos delitos, ¿porqué decidió el multimillonario aterrizar en un aeropuerto parisino muy controlado?

Las sospechas francesas tienen muchos frentes y son calificadas, globalmente, de «crímenes graves» por todas las fuentes que han tenido acceso a la investigación, en curso. El primer delito presumido y mejor documentado es «la oferta y difusión, en banda organizada, de imágenes de menores, con carácter pornográfico».

En segundo término figuran las sospechas de complicidad en el tráfico de estupefacientes… este abanico de sospechas tienen proporciones «gigantescas», que, por ahora, ha sido difícil probar: se conocen las ramificaciones, las redes, las presuntas complicidades; pero parece más difícil establecer una relación completa y documental de los delitos y presuntos crímenes.

Las sospechas más graves y oscuras sobre Telegram y Pavel Durov se refieren a la utilización de la mensajería por bandas terroristas islámicas… Parece probado que bandas y organizaciones yihadistas han utilizado sistemáticamente Telegram. Pero la política «empresarial» de los hermanos Durov «prohibía» comunicar a terceros la información confidencial sobre el uso y usuarios de la «mensajería».

Las denuncias de Putin, Trump y sus portavoces oficiosos, afirmando que el Estado francés desean «robar» a Telegram datos confidenciales solo agrava las sospechas de los servicios de seguridad franceses. Durov ha podido estar perseguido en Moscú y su comportamiento puede «satisfacer» a personalidades y organizaciones políticas insensibles al uso criminal de la «mensajería». Queda la realidad: Telegram ha sido utilizado con fines criminales, con la posible complicidad directa o indirecta de su fundador y director general.

Si los investigadores que interrogan a Durov, desde el sábado, consiguen descubrir pruebas de su comportamiento criminal, el multimillonario podría entrar en una prisión francesas, acusado de posibles delitos condenados con diez, quince o veinte años de cárcel.

Si los investigadores no consiguen las pruebas esperadas, Durov podría quedar en libertad, el miércoles. Nadie sabe con claridad si el multimillonario habla o no habla francés, pero si tiene pasaporte galo, concedido, hace años, en circunstancias que nadie ha deseado desvelar, nunca.

Instalado en Dubai, durante unos años, Durov ha seguido teniendo unas relaciones mal conocidas con la Rusia de Putin. Para unos, pudiera ser un «aliado» del Kremlin. Para otros, el tirano ruso teme o pudiera temer el poder en la oscuridad de la tela de araña de Telegram.

En plena vorágine de una Francia sin gobierno, con un presidente «refugiado» en el «búnker» del Elíseo, Emmanuel Macron se ha limitado a comentar que la detención de Durov «no es una decisión política», evitando la cuestión sensible y enigmática de la nacionalidad francesa del millonario ruso, atestada por un pasaporte concedido en unas circunstancias desconocidos por servicios especiales a las órdenes de un gobierno de Macron.