Jaime Lorente: «Provocar algo bonito en la gente da vértigo»

Actualmente, en su horizonte particular, el estreno de ‘Cristo Rey’ , un biopic que habla de la vida de Ángel Cristo y Bárbara Rey, y su faceta como cantante le mantienen la ilusión encendida y una constante sensación de estar todavía despegando. Pero tras varios meses de rodaje, ahora tiene un tiempo para parar y descansar. Es miércoles y llega a nuestro encuentro relajado y con la soltura del que ha pasado largas horas de su vida frente a un público. Hombre de acción, en Murcia tiene sus raíces y el lugar al que siempre volver. Le gusta definirse como intérprete y cree que es una suerte contar con las distintas artes -es además músico y escritor- para comunicar sus mensajes. Confiesa que hubo un momento en el que la fama le vino grande, aunque supo reconducirla y hoy agradece a aquella experiencia la oportunidad de aprender a cuidarse . Si bien le gusta mantenerse en forma, no se preocupa demasiado por la imagen que proyecta y, a pesar de contar con casi 14 millones de seguidores en Instagram, no presta apenas atención a las redes. La comida y la cerveza son algunos de sus vicios confesables y su hija es, ahora mismo, lo único que le quita el sueño. Incapaz de visualizar un futuro no muy lejano, el actor reconoce estar en uno de sus mejores momentos y tener una vida más tranquila y normal de lo que pudiera parecer.

- ¿En qué ha cambiado aquel chico que salió de Murcia?

- Aún queda todo, es una lucha constante por perder lo menos posible de él, de aquello y de todo lo que significa. Hay que luchar cada día para que te modifiquen lo menos posible y aún así conseguir lo que quieres. Murcia es el lugar donde siempre me refugio, voy menos de lo que me gustaría, pero es ahí donde están mis raíces, mi niño sigue allí.

- Actor, cantante, escritor... Con tantas facetas, ¿cómo prefieres que se te defina?

- De profesión me defino como actor, pero en general me gusta más llamarme intérprete. El arte en general te pone delante unos medios con los que comunicar y uno es libre de elegir. La música la utilizo para contar unas cosas, el cine para contar otras, el teatro para otras distintas. Y entre todo eso sale un batiburrillo llamado Jaime Lorente (risas).

- Conocemos tus trabajos como actor, pero, ¿cómo fue tu primer concierto?

- Son trabajos distintos, no se pueden comparar. Son dos montañas muy diferentes de escalar, y también muy complicadas. Utilizar la música para poder contar las cosas que yo quería contar y subir a un escenario y que la gente cante tus canciones son sensaciones únicas. Impone muchísimo. En el primer concierto estaba cagado, pensaba: «qué necesidad tengo yo de hacer esto, me quiero ir a mi casa». Pero al final sales y el subidón es increíble.

- Tus canciones hablan de fiestas, noches de desenfreno, acenturas... ¿qué hay de autobiográfico en estas letras?

- Todo y nada. Se lo digo sobre todo a mi madre. Hay gente que todo lo que hace es autobiográfico, yo no tanto. Es como en los papeles que he interpretado, en los que me he dedicado a contar las historias de otros hombres, hombres que no soy yo y por eso a nadie le extraña que haga de atracador o de asesino. Sin embargo, si hago un tema hablando de drogas, la gente se lleva las manos a la cabeza. No sé dónde está la diferencia. Pongo mi cuerpo, mi voz, pero ese no soy yo. Si es verdad o no, solo podría saberlo yo (risas).

- Quizás también viene dado porque muchos de tus personajes tienen ese punto de 'malote'. ¿Cómo llevas que se te asocie a esos perfiles?

- Para bien y para mal, intento sacar siempre el lado positivo, y cuando haces un personaje tan característico es complicado sacarte de ahí. Denver fue un papel muy especial, con una serie de elementos que se grabaron en la mente de muchas personas. Eso no me da miedo, no temo encasillarme en un determinado tipo de personajes. Creo que el miedo que deben tener los actores y las actrices de encasillarse se produce cuando no se sienten capaces de hacer otra cosa. Yo sé que soy capaz de hacer cosas diferentes y si no surgen a nivel laboral ya me encargaré yo de hacerlas posible. No me hace falta que la gente me vea en el cine o en la televisión haciendo un personaje diferente, yo soy actor y para ser el actor que yo quiero ser no hace falta que nadie me diga si está bien lo que hago. Creo que hay gente que está mal acostumbrada y se permite rechazar papeles, para mí, este es un oficio como cualquier otro, por lo que habrá papeles que te enamoren y otros que no, pero hay que trabajar.

- Y ya que hablamos de Denver, es inevitable recordar el enorme éxito de la 'Casa de papel', ¿cómo lo viviste tú?

- He pasado por muchas fases. Al principio, fue un ‘shock’, porque yo venía de hacer teatro en Murcia y de repente se presentó este éxito. De entrada, estaba impactado, agradecido; después, con miedo, con inseguridad, casi con trauma, con mucha ansiedad por lo que se había generado. También fue el trabajo que me puso en el panorama y el que me permitió dedicar más tiempo a mí mismo, porque llegó un momento en el que necesitaba trabajarme a nivel terapéutico y aquella situación me abrió la puerta a buscar las herramientas para estar bien. Tanto para lo bueno como para lo malo, ha sido un hito en mi vida que me ha dado la oportunidad de muchas cosas.

- ¿Qué quedó de Denver en Jaime Lorente?

- Muy poco, la verdad. Ha sido uno de los personajes más distantes que he hecho. De él aprendí lo pasional y aprendí de la relación que tiene con su padre. La lealtad hacia la sangre es algo que admiraba mucho, pero, sinceramente, no me he sentido nunca identificado con Denver. Es fuerte, pero no me identificaba en nada con él, ni con la forma de pensar, ni con la forma de actuar, tampoco con su risa… No teníamos nada en común. Me quedo con que ha sido un personaje muy importante en mi vida, del que he aprendido un amor enorme pero, contrariamente a lo que se tiende a pensar, no me siento nada identificado con él.

- ¿Qué tal llevas la fama?

- Ahora mismo bien, no te voy a negar que al principio no fue tan fácil, más bien fue difícil de gestionar, pero ahora mismo estoy reconciliado con lo que significa. He trabajado mucho en ello, sigo currando y sin duda eso es síntoma de que más o menos la manejo, porque al final es un elemento más de este trabajo.

- ¿Es dura?

- Sí, es traicionera. Es mentira, y depositar tu felicidad en algo que no es real termina aplastándote. Hay que trabajar mucho en ello.

- ¿Cómo fueron esas terapias?

- Llegó un momento en el que mi cabeza no podía parar, era una locura, salía a la calle y mi imagen había cambiado, estaba en la cabeza de mucha gente y veía una imagen con la que no me sentía identificado, las personas me conocían por algo que no era yo y quería cambiar todo aquello. No sentía miedo, era más incomprensión, porque no entendía ese fenómeno, no entendía que pudiera sentirme una mierda y aún así provocara cosas tan bonitas en la gente, eso da mucho vértigo. Provocar algo bonito en la gente da vértigo.

- Y ahora te vemos en '42 segundos', una historia muy diferente y exigente a nivel físico. ¿Cómo ha sido el rodaje de esta película?

- Ha sido un periplo. Ni Álvaro (Cervantes) ni yo hemos tenido dobles, pero hemos contado con muchos meses de entrenamiento, porque el waterpolo es un deporte muy complicado y muy sacrificado. Debíamos defenderlo además al nivel de unos jugadores de élite que marcaron un antes y un después en uno de los momentos deportivos más importantes del siglo pasado. Ha sido todo muy bonito, hemos aprendido mucho, además mi hija nació en mitad del rodaje. Pero interpretar jugando al waterpolo es como ir un paso más allá. Creo que no me meto al agua nunca más (risas). En este tipo de trabajos lo más complicado es mantener viva la esencia de los personajes todo el tiempo y creo que lo hemos conseguido.

- ¿Cuáles han sido los 42 segundos más importantes de tu vida?

- Duró un poco más, pero sin duda cuando nació mi hija.

- Tus trabajos te han llevado a colaborar además con grandes firmas de lujo. ¿Alguna vez te imaginaste esta vida?

- Siempre intento que las marcas con las que colaboro tengan algo de mí. No me gusta disfrazarme, soy una persona que viste simple y no me gustan los adornos. Para mí el lujo está en la elegancia de la sencillez, aunque sean cosas realmente caras (bromea). Es una suerte conducir según qué coches y vestir cierta ropa, lo considero un regalo.

- ¿Cuál es para tí el verdadero regalo?

- Dormir bien. Creo que la estabilidad mental es un lujo al que no prestamos la suficiente atención.

- ¿Te gusta cuidar tu imagen, verte guapo o eres más de ir en chándal?

- Me gusta hacer deporte, cuidarme y verme bien. Me encanta comer y tomarme mis cervezas, creo que en el equilibrio está la virtud.

- ¿Te importa la imagen que proyectas?

- En absoluto. Creo que cuando uno es sincero se siente a gusto con lo que se proyecta de él.

- En redes tienes casi 14 millones de seguidores, ¿cómo se gestiona algo así?

- No lo sé, porque me lleva las redes un amigo. Es una ventana que, bien usada, puede ser un gran canal de promoción, pero tengo claro y muy presente que es todo muy falso en las redes sociales, así que no les doy importancia. Solo a veces entro en alguna que otra polémica en Twitter porque me va la marcha (más risas).

- ¿En qué punto consideras que se encuentra tu carrera?

- No puedo darte una respuesta objetiva. Yo me siento siempre despegando, con cualquier proyecto. Si algún día alzo el vuelo, prometo contártelo.

- ¿Qué te queda por hacer?

- Las preguntas sobre el futuro las llevo muy mal, porque cambio de opinión cada cinco minutos. Hay cosas que tengo muy claras, como la gente a la que quiero y con la que quiero estar, pero adónde quiero ir mañana no tengo ni idea.

- ¿Cuál es el secreto del éxito?

- No hay secreto, y depende un poco de las circunstancias. Uno no puede responsabilizarse de todo lo que le pasa, creo que las cosas tienen éxito por una serie de casualidades y debes estar siempre intentando dar lo mejor de ti para que, cuando eso suceda, te coja en un buen momento. Pero no hay secretos.

- ¿Cuál ha sido el mejor consejo que te han dado?

- Intenta ser el mejor actor para ti y no para los demás. Compararse con otros puede ser muy perjudicial, yo estoy curado de envidia y me parece que eso es una suerte.

- ¿Y el mejor que puedes dar tú?

-Sin duda, el mismo.

- Un vicio inconfesable...

- No puedo decírtelos, me debería inventar alguno. La comida y la cerveza me encantan, eso sí.

- ¿Qué te quita el sueño?

-Mi niña.

- Si pudieran concederte un deseo...

- Que nunca le falte nada a mi hija.

- ¿Dónde te ves dentro de 10 años?

- Si te dijera algo me lo estaría inventando. Ya te advertí, yo nunca miro tan lejos.