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El bolígrafo, de juguete a objeto de lujo
El ingenio de un periodista búlgaro revolucionó la escritura durante la Segunda Guerra Mundial, ahora los bolígrafos de lujo se ha convertido en un artículo tan distinguido como el reloj o los gemelos
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Iniciar sesiónLászló Biró se disponía a firmar un documento en un hotel húngaro cuando fue abordado por un extraño. El desconocido estaba maravillado por el extraño artilugio con el que rubricaba sus documentos.
El hombre se presentó: era Agustín Pedro Justo ... , expresidente de Argentina, y el utensilio de escritura que lo había sorprendido era un aparato fabricado por el propio Birò, un periodista harto de que su inspiración se atascase en sintonía con su pluma .
El porteño, fascinado por su ingenio, le ofreció al inventor el visado para poder iniciar un proyecto serio en la tierra de la plata. Tras una primera negativa, el periodista no tardó el exiliarse a ultramar. Había empezado la Segunda Guerra Mundial y era judío.
Pedro Justo solventó las gestiones burocráticas en tiempo récord y Juan Jorge Mayne , su primer amigo en Argentina, le proporcionó el impulso que necesitaba para dar salida a su iniciativa. Fruto de su asociación nació el birome , acrónimo de sus apellidos, que comenzó a comercializarse en 1943 .
Un «juguete»
Años atrás el periodista había inventado un nuevo tipo de tinta con la ayuda de su hermano George , que era químico. El único problema era que no eran capaces de adaptarla a ningún modelo de pluma. Una tarde en la que observaba jugar a unos niños en la calle sucedió el milagro.
En aquella esplanada mojada por la lluvia los pequeños lanzaban una bola sobre un charco, el húngaro se fijó en que la esfera salía rodando del agua y trazaba una línea recta. Tras la oportuna visión consiguió crear una bola lo suficientemente pequeña y, a continuación, ideó la caña.
El invento de Biró, que en sus inicios fue concebido como un juguete para niños, causó tal sensación en la época que dos años después de su comercialización, en 1945 , la Fuerza Aérea de Estados Unidos le hizo un pedido de veinte mil unidades. Una cantidad desorbitada que impulsó a la empresa americana Milton Reynolds a desarrollar su propio modelo de birome. Sus auténticos creadores no habían patentado el invento en norteamérica y no pudieron asumir semejante competencia. Meses después, el americano Franz Seech mejoró la tinta creada por los hermanos Birò, esta nueva versión se secaba con el aire. Se llamó Paper Mate .
Ahora la practicidad de su juguete ha ganado el pulso a la elegancia romántica de la estilográfica , que queda relegada al plano de lo simbólico . A pesar de las mejoras en sus manejo y de la practicidad actual de sus mecanismos de recarga son más un elemento decorativo que un artículo práctico.
El bolígrafo joya
El birome se ha diversificado en múltiples formas y ha encontrado su lugar el estrecho reservado del lujo . El bolígrafo y el roller ya se han convertido en clásicos .
Éste último gana cada vez más adeptos. Se diferencia del bolígrafo en el tipo de tinta que utiliza, que en el caso del «roller» o «rollerball» es mucho más líquida. Quienes lo eligen alegan que el facilita la escritura porque la hace «mucho más ágil» . Sus detractores lo rechazan por la misma razón.
Tanto la clásica estilográfica como los hijos y nietos del birome tienden a convertirse en alhajas masculinas. Las firmas históricas fabrican sus ejemplares con los mismos elementos nobles de la alta joyería: oro, platino o piedras preciosas.
En cuanto al cuerpo, suele estar hecho de resinas o celuloide tratado de diversas maneras para afinar en el acabado y el matiz de lo que se quiere expresar con él. Tal y como pasa con los relojes, los gemelos y las diferentes alhajas, se han convertido en objetos simbólicos que se eligen para expresar un determinado estatus social, una deriva jamás imaginada por su inventor, que terminó sus días arruinado dado el fracaso de sus siguientes creaciones.
Actualmente, en Argentina «el día del inventor» se celebra el 29 de septiembre, fecha en la que nació Birò . «Mi juguete dejó treinta y seis millones de dólares en el tesoro argentino, un dinero que el país gano vendiendo productos de cerebro, no de la tierra», con esta declaración clausuraba Biro la última entrevista concedida antes de morir.
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