Dana en Valencia

Seis días de infructuosa búsqueda en la Albufera entre troncos, cañas y depósitos flotantes

Desde el pasado miércoles, Paco ha salido con su barca a colaborar en las labores de búsqueda

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Buzos, drones y perros peinan la Albufera en búsqueda de víctimas mortales: «Trabajamos a contrarreloj porque las aguas son un nido de infecciones»

Paco, un hombre que colabora en las labores de búsqueda en la Albufera, Valencia Pablo ortega

José Ramón Navarro-Pareja

La Albufera (Valencia)

«Es una de las puestas de sol más bonitas del mundo». Mientras maneja el timón de su barca en medio de la Albufera, Paco no se atreve a individualizar en voz alta, pero el guiño con el que acompaña la narración de ... lo que ve cada tarde desde lo que él llama su «oficina», evidencia la convicción de que nada iguala a ese sol languideciente, que se resiste a desaparecer ensartándose entre las nubes, mientras se refleja en un limpio horizonte de aguas calmadas y tramoya de eneas.

Pero hoy no son las parejas vestidas de novios que se hacen las fotos a contraluz, ni invitados de empresas del IBEX 35, ni comensales itinerantes de restaurantes de estrella Michelin quienes protagonizan el idílico atardecer, sino unos simples y prosaicos periodistas de ABC que buscan conocer el lugar hasta donde desembocó todo la lluvia que causó la destrucción en las poblaciones aguas arriba. Y con ella, todos los objetos, animales e incluso cuerpos de personas, que arrastró en un su discurrir tormentoso y destructivo. Porque el barranco del Poyo no tiene su desembocadura en el mar, sino en la Albufera, el lago de agua dulce al sur de la ciudad de Valencia.

Pequeñas islas de basura

Hoy, el paisaje no lo interrumpe sólo el 'Flotó de Llebeig' ni «La mata de fang», las pequeñas islas formadas por cañas y eneas en medio del lago, sino multitud de objetos que el agua ha arrastrado y siguen flotando. Troncos de árboles de más de tres metros de perímetro, ruedas de tractor y coche, un depósito enorme que parece de un camión cisterna, un compresor con un calderín de más de 150 litros y plásticos, muchos plásticos, desde cajas y bolsas hasta lo que parecen guardabarros y carenados de coches, hacen muy difícil la navegación con una barca «albuferenca» de apenas ocho metros y medio de eslora.

«Los primeros días era una lámina de cañas, no sabías lo que te podías encontrar», nos explica Paco, que ha salido al lago desde el mismo miércoles, a colaborar en labores de búsqueda de otras barcas que arrastró la corriente.

Una pequeña isla de basura flota en la Albufera, Valencia Pablo Ortega

«Casi todo lo que arrastró el agua salió por ahí, incluidas las personas»

«Si encontramos algún cadáver tendremos que avisar a la Guardia Civil y quedarnos aquí hasta que lleguen»; nos advierte. Aunque es poco probable, porque el martes estaban abiertas todas las esclusas por las que el lago desagua en el Mediterráneo, del que apenas le separa una franja de tierra de apenas 500 metros. «Casi todo lo que arrastró el agua salió por ahí, incluidas las personas». Se refiere a los únicos tres cadáveres documentados por el momento —dos por el diario Levante y uno por ABC— que han aparecido en las cercanas playas del Mediterráneo.

«Casi todo lo que arrastró el agua salió por ahí, incluidas las personas»

A pesar de esa certeza, la Albufera se ha convertido en uno de los lugares de trabajo preferenciales para el Grupos de Especialistas en Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil, a quien también acompañaba este diario en sus actividades de búsqueda en la mañana del martes. «Primero nos estamos asegurando de que no haya víctimas en los garajes. Luego, estamos desplazando cada vez más medios a esta parte de la Albufera y zonas abiertas, donde los sistemas de búsqueda y la forma de llegar a los sitios donde tenemos indicios de desaparecidos es muy diferente», explicaba a ABC el capitán Sergio Hernández, que coordina el equipo de doce buceadores que peina la zona de la Albufera.

Un método de trabajo que comienza con una batida de la zona en zodiac, apoyada por drones y perros. «Cuando se localiza algún punto donde posiblemente pueda haber un desaparecido, es cuando los buzos entran al agua para descartar la zona. Es importante estar seguro al 100% que en una zona no hay desaparecidos antes de descartarla», explica Hernández. Para ello, los equipos se dividen en cuadrículas apoyadas por drones, que desde la altura comprueban la geolocalización y apoyan la tarea de los buceadores.

Arrastrados hasta los arrozales

La mayor dificultad de estos trabajos se encuentra en la escasa visibilidad. «El agua es completamente negra, por lo que nuestros buceadores tienen que hacer las inspecciones mediante el tacto y tenemos que ser muy rápidos porque este agua, como sabéis, es un nido de infecciones y otras enfermedades». Este martes la búsqueda ha sido, felizmente, infructuosa. También lo fue el lunes, cuando los equipos de la Guardia Civil trabajaron todo el día con el apoyo de algunos barqueros de El Palmar. «Sólo encontramos un coche vacío y dos perros muertos», confirma a ABC 'Manolín' Marco, el propietario de una de las embarcaciones que participó en la búsqueda.

«Es poco probable que los cadáveres estén en la Albufera, lo normal es que hayan sido arrastrados hasta los arrozales, como la barca de un amigo que pude localizar el viernes, es allí donde tiene que buscar», nos explica Paco. Y lo cierto es que, más allá del simulacro de rastreo subacuático de la mañana, organizado más bien para satisfacer las necesidades de imágenes de las televisiones, la búsqueda está focalizada en los campos cercanos a los poblaciones inundadas.

Un detalle lo delata. A la convocatoria de prensa estaba también citada la unidad cinológica, pero los perros nunca llegaron a aparecer. A la hora de explicar la ausencia, los responsables de la Guardia Civil confirmaron que no había podido venir porque estaban trabajando en otra zona. Según ha podido conocer ABC, a esa misma hora la unidad canina localizaba el cadáver de un hombre que había muerto ahogado con varios perros en una pequeña casa a las afueras de Quart de Poblet.

Después de más de dos horas entre la marea de raíces, depósitos y plásticos flotantes, retornamos al puerto de El Saler sin haber encontrado ningún cadáver. Aún así Paco sigue consternado por la crecida de estos días, «la más grande que he visto yo y también mi madre, que vivió la riada del 57», nos explica. «En un motor de bombeo de Catarroja hay una señal de 'fins ací arribà la riuà' y la marca de esta la supera en más de cuatro dedos», añade. «Fue cuando vi una rata ahogada cuando me di cuenta de lo apocalíptico que había sido todo, ¡las ratas nunca se ahogan!», remata sorprendido.

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