El resurgir del catolicismo en Estados Unidos: poder e influencia en Washington
Su peso se extiende desde los pasillos del Capitolio hasta la Casa Blanca, impulsada por líderes como JD Vance, convertido en 2019
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El ascenso de un estadounidense al trono de San Pedro coincide con un renacimiento del catolicismo en Estados Unidos, una fe que durante décadas soportó el estigma de la sospecha y la rivalidad de la tradición protestante. Hoy, una Iglesia que fue perseguida y marginada ... ocupa lugares estratégicos en los centros de poder de Washington: desde los despachos de la Casa Blanca hasta los pasillos del Capitolio y la bancada de la Corte Suprema, donde sus principios influyen de manera decisiva en la toma de decisiones nacionales.
Por ejemplo, la llegada de la jueza católica Amy Coney Barrett a la Corte Suprema en 2020 consolidó una mayoría conservadora que, pocos meses después, facilitó la revocación del fallo de 1973 que había legalizado el aborto sin restricciones a nivel federal. La decisión fue celebrada por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que durante años había criticado la permisividad en la interrupción del embarazo.
La comunidad católica en Estados Unidos representa aproximadamente el 20% de la población adulta del país, una cifra estable desde 2014 y que equivale a unos 55 millones de personas. Esta presencia coloca a Estados Unidos como el cuarto país con mayor número de católicos, solo superado por Brasil, México y Filipinas.
Con la jueza Barrett, seis de los nueve magistrados del Supremo son ahora católicos, un reflejo del creciente peso de esta confesión en los estamentos judiciales más altos del país.
No solo se trata de la judicatura. Joe Biden fue el primer presidente católico practicante en ocupar el Despacho Oval (John Kennedy era católico pero no practicaba). Pero el relevo en la administración este año no ha restado poder a los católicos. El hoy vicepresidente JD Vance se convirtió al catolicismo en 2019, a los 35 años, en la iglesia de St. Gertrude en Ohio, bajo guía espiritual de los frailes dominicos.
Él mismo ha contado que su conversión fue el resultado de años de reflexión y estudio teológico, en particular de las obras de San Agustín, cuyo pensamiento influyó profundamente en su formación política y moral. Vance, criado evangélico, encontró en el catolicismo una respuesta a lo que considera el vacío moral de la sociedad moderna y un antídoto contra el secularismo.
Vance no está solo en este camino: se une a un grupo creciente de políticos conservadores católicos que han tomado protagonismo en el Partido Republicano. Entre ellos destacan el influyente senador Josh Hawley y el juez del Supremo Samuel Alito. Este grupo defiende una visión más tradicionalista del catolicismo, orientada a la defensa de la familia y el rechazo al aborto, en contraste con el catolicismo más progresista, que es mayoritario, representado por figuras como Biden o la jueza del Supremo Sonia Sotomayor.
La comunidad católica en Estados Unidos representa aproximadamente el 20% de la población adulta del país, una cifra estable desde 2014 y que equivale a unos 55 millones de personas
La conversión de Vance también está alineada con el auge de prácticas tradicionalistas dentro de la Iglesia en Estados Unidos, un fenómeno que ha ganado fuerza en los últimos años, especialmente en círculos republicanos, y en el que el Opus Dei ha sido crucial.
El Opus Dei, institución de la Iglesia Católica fundada en Madrid en 1928, se ha consolidado a lo largo de las últimas décadas en la capital de Estados Unidos por medio del Centro de Información Católica, en la calle K, epicentro de los lobistas en la capital de Estados Unidos. Sus conexiones incluyen a políticos, jueces y empresarios, muchos de los cuales se han convertido al catolicismo bajo la influencia de sus líderes espirituales.
Uno de los nombres más relevantes en este contexto fue el sacerdote C. John McCloskey, quien llegó al Centro en 1998 para dirigir el centro y ejercer como algo semejante a un lobista espiritual. Durante su tiempo en Washington, McCloskey facilitó la conversión de figuras influyentes del conservadurismo estadounidense como el exsenador Sam Brownback, el economista Larry Kudlow, el juez Robert Bork y el columnista Robert Novak.
Además, el Opus Dei ha contado con el respaldo financiero y estratégico de Leonard Leo, uno de los principales arquitectos de la transformación conservadora del Supremo durante la administración Trump. Leo, que también mantiene vínculos con la Fundación Heritage, vivero de ideas del trumpismo, impulsó las nominaciones de los jueces Brett Kavanaugh, Neil Gorsuch y la propia Barrett, consolidando la mayoría conservadora en la Corte Suprema que facilitó aquel fallo sobre aborto.
El aborto
La demografía de la comunidad católica estadounidense ha experimentado transformaciones importantes, según un reciente estudio del centro de estadios Pew: el 54% sigue siendo blanca, pero el 36% ya es hispana, un incremento notable en la última década. Además, el 29% de los católicos son inmigrantes y un 14% son hijos de inmigrantes, una realidad más marcada entre los hispanos que entre los blancos, cuya mayoría lleva tres generaciones en el país. Muchos católicos son objeto del ambicioso programa de deportaciones de Trump a países como México, Venezuela, Guatemala, Ecuador o El Salvador.
Lo cierto es que en el plano político, los católicos están en asuntos sociales a la izquierda de las denominaciones protestantes, que son mayoritarias. Baste el ejemplo del aborto: un 59% de los católicos —incluido el expresidente Biden— cree que debería ser legal en la mayoría o en todos los casos, aunque esta postura varía según la afiliación política. También respaldan de forma mayoritaria el matrimonio civil entre personas del mismo sexo.
Los católicos, incluida la propia Conferencia Episcopal, han sido mayoritariamente críticos con las políticas migratorias de Trump. Esto incluye al Papa Leon XIV
El 61% de los católicos blancos vota por el Partido Republicano, mientras que el 56% de los hispanos se inclina por los demócratas. También los católicos, incluida la propia Conferencia Episcopal, han sido mayoritariamente críticos con las políticas migratorias de Trump. Esto incluye a Robert Prevost, hoy Papa Leon XIV.
Cuando era cardenal, Prevost expresó en diversas ocasiones su preocupación por la política migratoria de Estados Unidos, alineándose con las críticas que en su momento lanzó el Papa Francisco. En una carta dirigida a los obispos estadounidenses, el difunto Papa calificó las deportaciones masivas como un «atentado contra la dignidad de muchos hombres y mujeres».
Durante su etapa como cardenal, el hoy pontífice compartió artículos críticos sobre la retórica anti-inmigración de Trump, señalando que alimentaban el racismo y la exclusión.
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