Con P de Papa y de Perú
Prevost vivió la época de Sendero Luminoso, conoció las violaciones de derechos humanos de Fujimori y apoyó a los ciudadanos que protestaban contra el actual gobierno en su última estancia
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Renato Cisneros
Periodista y escritor peruano
Cuando en su primer discurso como León XIV Robert Prevost rompió el protocolo para improvisar, en español, un amistoso mensaje al pueblo peruano de Chiclayo, la gran mayoría de peruanos, todavía sorprendidos con su elección, nos preguntamos a qué se debía el saludo.
Casi ... de inmediato empezaron a circular las noticias relativas a los roles que, con dos prolongadas interrupciones, Prevost ejerció en el país sudamericano durante veinte años: primero como misionero agustiniano en la ciudad de Chulucanas (Piura), luego como prior en Trujillo y finalmente como obispo de Chiclayo, importante ciudad costera del norte. Una larga estancia que, además, le permitió ser testigo de coyunturas muy problemáticas. Recordemos que Prevost llega al Perú en 1985, año marcado por una convulsión social y política en plena escalada. Era la época del terrorismo, de los atentados y secuestros de Sendero Luminoso, del catastrófico gobierno de Alan García, que nos legó la mayor crisis económica peruana del siglo veinte.
Ya en los noventa, trabajando en la región andina de Apurímac y en la selva de Iquitos, Robert Prevost conoció de cerca la pobreza, marginación y abandono estatal en que viven esas poblaciones vulnerables. También supo de las violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen de Alberto Fujimori; por eso cuando en 2017 se discutió el posible otorgamiento de un indulto al exdictador, Prevost no dudó en aparecer en los medios a sugerirle a Fujimori pedir perdón «expresamente» a los familiares de las víctimas de la maquinaria represiva de su gobierno. No fue la única vez que comentó asuntos políticos. Antes de dejar el país, en 2023, se pronunció en defensa de los ciudadanos que protestaban contra el actual gobierno, en medio de enfrentamientos entre civiles y agentes del orden que dejaron casi una cincuentena de muertos. Para ese momento, Robert Prevost ya contaba con la nacionalidad peruana (requisito indispensable para poder asumir el arzobispado de Chiclayo).
Lo que su firma dice sobre él: «Es tenaz, emotivo, pero algo distante»
B. L. EchazarretaSegún la grafología, los trazos de Prevost son los de un hombre con cierto deseo de protegerse, aunque con una perspectiva mental amplia
Pero hay más. En su última etapa en el Perú, el hoy Papa León XIV cumplió un papel clave en la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana, la organización católica cuyo caso marcó un antes y un después en la atención a las denuncias por abusos sexuales y psicológicos en contextos religiosos. Prevost recibió denuncias, oyó testimonios, encaminó investigaciones y, en 2024, cuando volvió al Vaticano al lado del Papa Bergoglio, recomendó la destitución del arzobispo de Piura José Eguren Anselmi, personaje cercano al Sodalicio, implicado en delitos de abusos y corrupción.
De todos los rincones por donde el nuevo Papa pasó, es Chiclayo el pueblo con el cual mantiene un vínculo emocional fortísimo. En las últimas horas se han multiplicado las declaraciones de ciudadanos de esa ciudad que lo recuerdan por su «gran sencillez», su «sonrisa transparente», su «mirada de niño grande», su «sensibilidad para lo social». En Chiclayo defendió a los migrantes venezolanos con los que rápidamente se identificó (no olvidemos que él, nacido en Estados Unidos, es hijo de padre francés y madre española). En Chiclayo lo vieron bautizar niños, fundar parroquias, jugar al tenis, cantar villancicos en inglés, comer ceviche, seco de cordero y cabrito a la norteña. En Chiclayo enfrentó los desastres naturales propios del fenómeno del Niño, y lideró campañas para reunir balones oxígeno durante la pandemia.
Los memes viralizados en las redes sociales, donde se le ve –inteligencia artificial de por medio– consagrando ostias en forma de camote, bebiendo botellines de Inka Kola, o luciendo la camiseta blanquirroja de la selección peruana de fútbol son muestras de la enorme alegría que su elección ha provocado en un país huérfano de líderes y figuras internacionales, un país que a pesar de todos los desastres sigue creyendo que Dios es peruano, y que hoy celebra que el máximo Pontífice de la iglesia católica porte en su cartera un DNI azul y se comunique con un móvil cuyo número empieza con el código +51.
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