El Papa que amaba a España

Aquella visita fue preparada con mucha antelación. Tenía que haberse celebrado en octubre de 1981 con motivo de la apertura del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús. Pero ocurrió el atentado en la Plaza de San Pedro. Y la convocatoria anticipada de elecciones generales. Monseñor Gabino Díaz Merchán era el presidente de la Conferencia Episcopal y monseñor Fernando Sebastián, el secretario. El Papa visitó 18 ciudades, pronunció 57 discursos. La síntesis del viaje en titular de prensa decía: «Huracán Wojtyla».

Se dio la circunstancia de que quienes más nerviosos estaban en los días previos al viaje, y más sorprendidos se quedaron después, fueron los obispos españoles. No sabían cómo iba a reaccionar un pueblo que había votado mayoritariamente al PSOE en las elecciones de días atrás.

¿Cuál fue la clave de aquella histórica visita? Primero, la atracción que producía un Papa que se imponía en el escenario mundial. Segundo, un Papa que amaba profundamente a España. Y eso se notaba.

Dijo en el primer discurso en Barajas: «Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras que renovaron esa Iglesia, fortalecieron su fe, la defendieron en momentos difíciles y le dieron nuevos hijos en enteros continentes. ¡Gracias, España; gracias, Iglesia en España!«. Y tercero, un pueblo que mantenía la fe católica, o lo católico, en el sustrato de su forma de vida. Aquel viaje hizo que los obispos españoles publicaran el primer Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española: »La visita del Papa y el servicio a la fe de nuestro pueblo«. ¿Solo tienen memoria los socialistas?