El ladrón silencioso de los embalses: por qué España tiene aún menos agua de la que cree
Décadas de tierra y lodo acumulados en el fondo de los pantanos han reducido el espacio de almacenaje. Estudios que estiman entre un 5 y un 18% la pérdida en las infraestructuras, mientras los expertos piden aprovechar la sequía para estudiar la situación
¿Cómo están las reservas de agua en España? Las zonas amenazadas con restricciones por la sequía
Madrid
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Iniciar sesiónEn mitad del pantano andaluz de Cordobilla un día emergió una islita. Era finales de los años 90 y apenas se trataba de una pequeña mancha en la lámina de agua. Pero pronto el terreno creció en el tercer pantano por capacidad sobre el ... río Genil. Había estado décadas, desde su inauguración en 1953, acumulando silenciosamente sedimentos bajo la superficie, hasta que finalmente se hicieron visibles. Ahora lo que guarda el embalse que antaño almacenó hasta 34 millones de metros cúbicos es lodo. Y no es el único pantano en el que, poco a poco, la tierra ha ido conquistando espacio.
Si hoy se hiciera un estudio sobre la capacidad real de los embalses españoles «saldrían sorpresas», asegura Manuel Lombardero, geólogo y miembro del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos (ICOG), que estima que las cifras podrían estar entre un 10 y 15% por debajo de lo que reflejan de forma oficial. «Eso son muchos hectómetros cúbicos de agua en un país como España», avisa.
La llegada de sedimentos a los embalses es inevitable y, en España, la mayoría de las grandes infraestructuras llevan en pie desde mediados del siglo pasado, acumulando tierra en su fondo sin que se hayan vaciado. Sin embargo, no existe un estudio sistemático sobre el estado en el que se encuentran los más de 1.200 pantanos del país. Hasta hace unos años era técnicamente complicado y económicamente costoso.
«La sedimentación y la pérdida de almacenamiento en las presas es un problema lento y silencioso que muchas veces pasa desapercibido», explica a ABC Duminda Perera, coautor de un estudio de la Universidad de Naciones Unidas publicado el año pasado sobre este tema. Calculaba que la pérdida mundial de capacidad para embalsar agua está entre el 13% y el 19%, y que el problema irá a más si no se aborda. La situación, decían los autores, es de «desafío», que en algunos casos «puede ser crítico y provocar el abandono de las presas poco después de su construcción».
Estimaciones
Sus cálculos para España no eran alentadores. Analizaron 987 grandes presas españolas, a las que aplicaron una tasa de pérdida de capacidad respecto a sus características iniciales. Concluyeron que en 2022, el almacenamiento de agua ya era un 18% menor respecto a la capacidad construida. Y si no se gestiona, la merma podrá llegar al 28% a mediados de siglo. «¿Cómo puede España, como país, encontrar recursos hídricos alternativos para cubrir esta pérdida del 28%? Éste es el desafío que su país puede tener en el futuro», dice Perera.
«Es un tema importante», coincide Francisco Javier Flores Montoya, doctor ingeniero de Caminos y vicepresidente de la Sociedad Española de Presas y Embalses (Seprem), que considera que el hecho de que sus efectos se vean a largo plazo provoca que se retrase la prioridad de las actuaciones.
Pero la llegada de sedimentos a los embalses es conocida por las confederaciones hidrográficas. A pesar de ello, los investigadores e la Universidad de Barcelona, José Luis Casamor y Antoni Calafat, denunciaron en la revista del ICOG hace ya un lustro que muchas administraciones que gestionan embalses «tienden a ser las primeras en ignorar su grado de aterramiento y, sorprendentemente, todavía calculan la cantidad de agua embalsada tomando como referencia los volúmenes de capacidad inicial».
Los datos oficiales del Gobierno, de hace ya dos décadas, apuntaban a una caída media de la capacidad de almacenamiento del 5%, con una pérdida anual media de un 0,16%. Pero estos datos se calcularon en base a una pequeña muestra de presas, apenas un centenar. Y la situación en la que se encuentran las instalaciones difieren mucho entre cuencas hidrográficas
«Las confederaciones son conscientes, y toman medidas de mantenimiento barato. Lo que no se hace es vaciar los embalses y sacar todo lo que hay ahí»
Manuel Lombardero
Geólogo
Casamor pone un ejemplo: estudió la capacidad actual del pantano de Talarn (Lérida), uno de los diez mayores de la cuenca del Ebro. Descubrió que a pesar de que la capacidad había caído un 19%, el Boletín Hidrológico Semanal oficial seguía mostrando la misma capacidad que tenía en 1916.
«¿Dónde están esos 43,5 hm³ de diferencia? Convertidos en tierra. Sin duda esto es aplicable a otros embalses de esa y de otras cuencas. Cuesta entender por qué se subestiman estas pérdidas. Muchos embalses están llenos, sí, pero de sedimentos», explicaba Casamor en 'The Conversation'.
La cuenca del Ebro, la vertiente mediterránea y la cuenca sur, por sus características, son las que presentan una mayor pérdida potencial. A más pendiente por la que transcurran los ríos, mayor será la erosión y arrastre de partículas. Se suman las características geológicas del terreno o la forma en la que llueve, especialmente perjudicial cuando es torrencial; así como el efecto de los grandes incendios forestales, que se han visto agravados por el abandono rural y el cambio climático, y que arrasan con la capacidad de la vegetación para retener sedimentos. Para cuando llegan las lluvias del otoño, el agua es capaz de llevarse todo el suelo y aumentar la carga sólida que llega al embalse.
Limpiar embalses
Pese a ello, la limpieza en los grandes embalses «no se hace», asegura Flores. «No es sencillo. Pero si no se hace nunca, nos generará problemas», dice el vicepresidente de Seprem.
«Las confederaciones son conscientes, y toman medidas de mantenimiento barato», explica Lombardero. La instalación de azudes aguas arriba, que generan pequeños saltos de agua y retienen sedimentos, o la reforestación para mejorar la retención del suelo son algunas de ellas. «Lo que no se hace es vaciar los embalses y sacar todo lo que hay ahí», apunta. Esta medida requeriría una gran inversión y dejar inutilizada la infraestructura durante un tiempo. Conllevaría vaciar todo el agua, llevar retroexcavadoras al foso y movilizar millones de metros cúbicos de tierra. Por ponerlo en contexto: un tráiler grande es capaz de cargar 18 metros cúbicos de arena. «En un embalse grande esto no se ha hecho nunca», cuenta el experto, que aboga por llegar a un equilibrio entre paliar la pérdida de capacidad para almacenar agua y el funcionamiento continuado de la infraestructura.
Los expertos ven en la sequía, con buena parte de los embalses a medio llenar, una oportunidad para hacer un estudio nacional de batimetría, que arroje una radiografía concreta sobre la situación real de los embalses nacionales, y no solo una estimación. «Ahora los sónares te lo hacen en un 'plis-plas', en dos mañanas tienen el estudio hecho, y no sería demasiado caro», asegura el geólogo del ICOG.
MÁS INFORMACIÓN
«Habría que exigir que se publicaran los datos de la batimetría y programas del limpieza», coincide Flores, que apunta a la necesidad de contar con datos sistemáticos. «Es fundamental para saber durante cuánto tiempo tenemos agua». En especial, en tiempos de sequía.
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