Es hora de dialogar y construir
«No todo lo legal es ético ni se corresponde a la verdad»
Las ministras Belarra y Montero
Tras una insólita demora de doce años, el Tribunal Constitucional ha despachado a velocidad de vértigo el recurso presentado contra la Ley del aborto impulsada por el Gobierno de Zapatero y, antes de razonar su fallo, ha decretado su plena constitucionalidad. El Tribunal Constitucional ... es la última referencia a la que se puede apelar dentro de nuestro Estado de Derecho y, en principio, no parecía ingenuo esperar de él una tutela adecuada del bien precioso de la vida, especialmente cuando está todavía en el seno de la madre.
El resultado provoca decepción, sí, pero a estas alturas poca sorpresa. Hay que reconocer que en nuestro ordenamiento jurídico el aborto es ya un derecho, como sucede por desgracia en otras legislaciones de nuestro entorno. Es el momento de recordar algo que vale para esta ley y para cualquier otra: que no todo lo legal es ético ni se corresponde a la verdad, que las leyes no son fuente de sentido ni de moralidad, sino normas para ordenar la convivencia en una sociedad plural que, en el tema del aborto, está profundamente dividida, y en la que buena parte de sus miembros lo han «normalizado» ya en sus fórmulas más duras.
Como corresponde en democracia, hemos apelado a la ley. Una vez que ésta no responde, no conviene dedicar demasiado tiempo a las lamentaciones. Es el momento de centrarse en el debate ético-cultural de fondo, en el testimonio de que la vida humana como un bien sagrado que no debe estar a disposición de ningún poder, en tejer una red de acción por la vida entre todas las asociaciones que trabajan en la prevención, acompañamiento y ayuda a las madres en dificultad, en promover leyes a favor de la maternidad y, por supuesto, en seguir denunciando las consecuencias nefastas del aborto para la vida de las personas concretas y para nuestra sociedad, algo sobre lo que se pretende extender una espesa cortina de silencio.
Estoy seguro de que cuando Juan Pablo II acuñó la fórmula de construir una «cultura de la vida», ya intuía el escenario en que nos encontramos inmersos. Esa tarea es más necesaria que nunca y requiere tenacidad, inteligencia y estima profunda por cada persona. No es hora de cavar trincheras sino de dialogar y construir a campo abierto.