Los tres 'noes' del Papa
Los discursos de Francisco en Kazajistán sirven para elaborar una adecuada respuesta a quienes piensan que las creencias son un factor de conflicto
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Iniciar sesiónLa sombra del 11 de septiembre de 2001 es aún alargada. Aquella fecha supuso un antes y un después para la relación entre religión y política. No fueron pocos los intelectuales que se esforzaron en hacernos creer que las religiones eran semillas de violencia. ... Defenderse del terrorismo exigía acabar con la presencia de lo sagrado en la historia. Nada originales, por otra parte, si nos atenemos a la cultura de occidente. Para responder a esa corriente, Juan Pablo II organizó también la Jornada de Oración por la paz en el mundo de Asís. Con el mismo espíritu el Papa Francisco ha hablado en el VII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. Y lo ha hecho como el líder de los líderes.
Sus discursos sirven para elaborar una adecuada respuesta a quienes piensan que las creencias son un factor de conflicto, amparo de las más variadas especies de fundamentalismos, incluso de nacionalismos alimentados de sacralidad . Como recordó Francisco, «el extremismo, el radicalismo, el terrorismo y cualquier otra incitación al odio, a la hostilidad, a la violencia y a la guerra, cualquier motivación u objetivo que se propongan, no tienen relación alguna con el auténtico espíritu religioso y han de ser rechazados con la más resuelta determinación; han de ser condenados, sin condiciones y sin «peros»».
Ha insistido en una forma de abordar las relaciones entre política y religión desde «una sana coexistencia que conserve los ámbitos diferenciados. Distinción, no confusión ni separación». Y ha planteado una triple negativa. Un 'no' a la religión que cae en la tentación de convertirse en un poder y que acaba confundiendo el amor al prójimo con elecciones partidistas. Un 'no' a la política que pretenda eliminar la religión o subordinar la apertura del cielo a la tierra. Y un 'no' a la separación absoluta entre política y trascendencia, «ya que las más altas aspiraciones humanas no pueden ser excluidas de la vida pública y relegadas al mero ámbito privado. Por eso, quien desee expresar de manera legítima su propio credo, que sea amparado siempre y en todo lugar». Libertad religiosa y de conciencia.
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