Fernando M. Reimers, profesor en Harvard: «La Universidad es buena, pero no es perfecta. Y sí hay intolerancia al que piensa diferente»
El profesor venezolano asiste con tristeza al veto al alumnado extranjero: «En unos años será visto como algo de bárbaros»
«Cada día de los próximos cuatro años va a ser más difícil trabajar que el anterior. Hay gente que va a morir porque su tratamiento tardará más en desarrollarse»
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Iniciar sesiónFernando Miguel Reimers es un profesor venezolano en Harvard. Una mezcla explosiva en los tiempos de (Donald) Trump que corren. La Administración estadounidense ha, entre otras cosas, cerrado el grifo a la institución académica y eso va a pasar factura. De momento, el choque ... está en los tribunales. Pero a Reimers, director de la Iniciativa Global de Innovación en Educación de la Universidad, lo que más le duele es la pérdida de talento extranjero que el veto a inmigrantes –como él, en su día y como sus padres españoles en Venezuela, también–va a suponer.
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«Fascinado» por la revolución que ha supuesto el aterrizaje de la inteligencia artificial en las aulas, es el docente osado que pilotó la estrategia de enseñanza «en línea» en una Universidad donde lleva 42 años. No obstante, cuando planteó la posibilidad de estudiar en remoto, en primera instancia el rector respondió que no es «ese tipo de institución». Claro que, cuenta, ante la primera versión de ChatGPT, Harvard también declinó usarla y la prohibió. La técnica del avestruz o esconder la cabeza bajo tierra, dice, tampoco funcionará prohibiendo las nuevas realidades tecnológicas a los alumnos. «Hay que enseñarles a usar esas nuevas herramientas y a tener un pensamiento sostenido. A leer un texto largo que sea de más de 140 caracteres. Debemos garantizar su concentración evitando los ladrones de atención que les llevan a formarse una opinión con tres tuits, en tres segundos, y siempre según lo que piensen los cercanos a ellos», por lo que, esto sí, ve con buenos ojos lo de dejar el móvil a la entrada de clase. y que le respondió en primera instancia que no es «ese tipo de institución». Claro que, cuenta, ante la primera versión de ChatGPT, Harvard también declinó usarla y la prohibió. La técnica del avestruz, dice, tampoco funcionará prohibiendo las nuevas realidades tecnológicas a los alumnos. «Hay que enseñarles y también garantizar su concentración evitando los ladrones de atención que les llevan a formarse una opinión con tres tuits, en tres segundos, y siempre según lo que piensen los cercanos a ellos», por lo que, esto sí, ve con buenos ojos lo de dejar el móvil a la entrada de clase.
De Reimers, que este mes ha abierto el primer congreso de colegios marianistas de educación celebrado en Zaragoza, se ha escrito que fue «el hombre que convenció a la OCDE de que a PISA le faltaba (y fallaba) algo»; y, según relata, así fue, tras una conversación con el estadista alemán Andreas Schleicher y las medidas que le planteó en un documento de 15 folios, contra el que votó Estados Unidos. Y de aquellos polvos, estos lodos, se reafirma.
Más allá de interpretaciones superficiales, hay mucho más en los ranking de evaluación internacionales –sostiene–, que la mera posición en la tabla o los resultados en comprensión lectora, Ciencias y Matemáticas que obtienen los jóvenes. Entre otras cosas, PISA pregunta ahora cuántos chavales de 15 años ven sentido a su vida y «es terrible que un tercio de esos muchachos no se lo vean», lamenta el especialista en política educativa. «La verdad es que yo creo que hay demasiada poca evaluación en general, de los profesores y de los sistemas educativos». Y le ponemos en un aprieto: elegir uno de esos países que están haciendo las cosas bien para emularlo. Se queda con Singapur, porque sus expertos en educación logran impregnarse y tomar lo positivo de otros sistemas y estudia la manera de importarlo. Finlandia, al conocerla de cerca, ya no le provoca «tanta excitación».
«Es terrible que un tercio de los alumnos de 15 años no encuentren sentido a sus vidas, según refleja PISA»
¿Cómo se siente un venezolano en Harvard ahora mismo?
Harvard continúa siendo un sitio extraordinario en varias dimensiones, como su compromiso con la verdad y en avanzar en temas importantes como la cura del cáncer, alzhéimer, etc. Parte de lo que hace de Harvard lo que es es que atrae a talentos de todas las partes del mundo. No podría ser Harvard sin un tercio de los alumnos extranjeros. De los 42 años que llevo en Harvard, los últimos dos han sido los más desafiantes. Pero ya antes de la elección de la nueva Administración norteamericana había señales que nos indicaban que no estábamos dando la educación debida para abrir la mente de los estudiantes y aceptar a quien piense de forma distinta. Esas deficiencias se manifestaron el 7 de octubre de 2023, con el ataque de Hamás, cuando un grupo de estudiantes toma posiciones muy rápidas sobre hechos que no entendíamos bien y que nos desconcertaron a todos. La sociedad se preguntó entonces qué se le estaba enseñando a los estudiantes. Fue un año difícil. Yo sí observé en los alumnos cierta falta de tolerancia.
¿Intolerancia? ¿Antisemitismo?
La cantidad de tiempo que los estudiantes viven entre medios digitales ha desarrollado más sus músculos para relacionarse y entender al que es semejante que al que es diferente. Tras octubre de 2023, el rector creó dos comisiones: una para determinar en qué medida existía antisemitismo; y otra, si existía islamofobia. El resultado, tras seis meses de trabajo, es un informe de 500 páginas muy erudito que nos ayuda a entender que tenemos muchas áreas que mejorar en la calidad académica. La universidad es muy buena, pero no es perfecta.
¿Se concluyó que había de ambos, antisemitismo e islamofobia, por igual?
El informe concluye que sí, existen ambos, pero sobre todo hay antisemitismo en la universidad, que no se expresa en golpes, sino por ejemplo en una conversación de cafetería. Si uno expresa apoyo al Gobierno de Israel lo dejan solo. Y eso no está bien, la Universidad debe ser un espacio para escucharse y tratar de comprender al distinto. Lo que hay en el centro es ignorancia, pereza intelectual para conocer al otro. Hay muchas cosas que mejorar y en eso estamos. Por otra parte, es cierto que la Administración Trump tiene una agenda educativa que intenta comunicar valores más conservadores y en cierta medida no es receptiva a los cambios que han ocurrido en la sociedad en el último medio siglo, incluyendo los que reconocen la igualdad de distintas razas y clases sociales. Esto afecta mucho a la calidad de la enseñanza, por ejemplo, en el relato de la Historia. Hay un deseo dentro de esa agenda de que el Gobierno federal de los Estados Unidos tenga más control sobre qué se enseña en la escuela y las universidades. Para concluir, la Administración ha tomado medidas para reducir los esfuerzos en promover la diversidad –interpretados por algunos sectores como de corte neomarxista– y ahora, encima, tenemos un informe que dice que no lo estamos haciendo muy bien, lo cual no nos ayuda mucho.
«Harvard no es ni 'woke' ni neomarxista. Conozco a muy pocos en Harvard que hayan leído a Karl Marx, la verdad»
Fernando M. Reimers
Director de la Iniciativa global de Innovación Educativa de la Univ. de Harvard (EE.UU.)
¿Cómo se frena ese intento de dominio político de la educación?
Esa es una pregunta muy difícil. El vicepresidente de EE.UU. manifestó que las «universidades son el enemigo», lo cual ya refleja una posición política, animada por que en la última década la confianza de la población en la educación superior ha caído. Lo que favorece a una elite intelectual o la 'experticia' es percibido como malo: por ejemplo, en pandemia los consejos de médicos y científicos se convirtieron en una bandera política y la sociedad decidió que ponerse una mascarilla era ser de cierta posición política. Esto refleja el declive de la educación superior. Para volver a Harvard, la Administración ha emitido una serie de decretos extracongresuales para, primero, reducir los costes indirectos de la investigación (del 69% su aportación baja al 15%); el recorte de extranjeros y que la universidad no tenga libertad para admitir a un estudiante de fuera, lo que cambiaría la naturaleza de la institución, y, el último, la cancelación de 3.000 millones de dólares en investigación. Es muy triste ver a un Gobierno empeñado en tratar de controlar ideológicamente a las universidades y de destruir a Harvard. Con el tiempo veremos esto como gestos de bárbaros.
¿Pero está de acuerdo en que existe un sesgo marcado en Harvard?
¿Se refiere a cuando dicen que es 'woke' o neomarxista? En lo más mínimo. No conozco a muchos marxistas en Harvard; gente que haya leído a Karl Marx, muy pocos, la verdad. Sí es cierto que el espectro político de los estudiantes es mayoritariamente lo que se conoce como de izquierda, pero no es algo particular de la Universidad de Harvard, sino un fenómeno global.
Reimers abrió el I congreso de marianistas en Zaragoza e impartió una ponencia magistral sobre 'El futuro de la educación'
En todo caso, el conflicto político hará difícil o muy díficil trabajar...
A estas alturas de julio, empiezo las clases en agosto y no sé cuántos de mis alumnos extranjeros voy a tener. Tampoco sé qué asistentes de enseñanza tendré. Pero las crisis son oportunidades también. Tengo claro que cada día durante los próximos cuatro años va a ser más difícil que el anterior y menos que el siguiente. Estamos en un momento de 'sangre, sudor y lágrimas', citando a Winston Churchill. Harvard no pudo aceptarlo y se ha plantadoa. Con independencia del punto de vista político, pensamos que es lo éticamente correcto, pero somos conscientes de lo doloroso que va a ser este problema para la merma en el conocimiento. Hay gente que va a morir porque se va a tardar más en desarrollar un tratamiento como resultado de este problema político.
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