Solo quedan en libertad ... unos 100 ejemplares de esta especie de braquionictíidos, que tienen aspecto de un pez dorado y carmesí con brazos rechonchos y manos con membranas. Viven en una pequeña sección de un arrecife de coral en el sudeste de la isla de Tasmania. Con una longitud de ocho centímetros, estos animales no nadan, sino que «caminan» por el suelo océanico en sus aletas pectorales y pélvicas.
AFP
Pero la voracidad de los erizos de mar, la destrucción humana de su entorno y el aumento de las temperaturas marinas han resultado en «una severa degradación y pérdida de su hábitat», según el Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania.
Por ello, científicos de este instituto decidieron recientemente sacar a decenas de ejemplares de su hábitat y los colocaron en acuarios para conservar la especie.
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«Este verano ya ha superado de largo las temperaturas máximas previas«, explicó la científica marina Jemina Stuart-Smith.
«Sólo podemos asumir que este estrés adicional impactará en una población ya frágil», argumentó. Su compañero Andrew Trotter aseguró que disponen de «personal muy experimentado vigilando a los peces siete días a la semana».
«Creemos que están bastante a salvo con nosotros, pero hay un sentimiento de alta responsabilidad en el equipo dada lo pequeña que es la población salvaje», agregó.
El deseo del equipo científico es devolver a los animales a su hábitat natural cuando las temperaturas marinas disminuyan al comienzo del invierno austral en junio.
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