Los centros comerciales, refugios y tumbas sumergidas

Superficies como Bonaire y MN4 salvaron a muchos ciudadanos, pero generan miedo por las víctimas que puedan aparecer cuando se despejen sus aparcamientos

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La UME se prepara para entrar en el centro comercial de Bonaire Mikel Ponce

Los trabajos de limpieza y drenaje se intensificaron ayer en la zona cero de la DANA gracias a la llegada de varias unidades del ejército, entre las que se encontraba un grupo de zapadores, maquinaria militar para abrir paso en zonas de complicado acceso, ... y varios destacamentos de la Legión, de los más comprometidos y eficientes, así como un subgrupo táctico que, junto a los bomberos, montó un puesto de mando avanzado a las afueras de Alfafar. Sin embargo, siempre que uno ve el progreso, el empeño de la buena gente para reconstruir sus hogares y recobrar al menos un ápice de felicidad, se cruza con un garaje o un parking, puertas al inframundo, porque en ellos habita la muerte.

Son lugares tenebrosos en los que hay víctimas. Es el mayor miedo de los ciudadanos, que se desahogan con los periodistas: «Ahí huele a muerto que tira para atrás». Sin embargo, en torno a aparcamientos como el de Bonaire, uno de los mayores centros comerciales de la zona arrasada por la DANA, hay también mucho de bulo. Al cierre de esta edición, y pese a la lluvia que arreciaba en Valencia, los efectivos de la Unidad Militar de Emergencias seguían trabajando para achicar agua.

Por la mañana, Bonaire era el domingo por la mañana un búnker. Agentes de la Policía Nacional vigilaban que solo los dueños de comercios que necesitaban retirar mercancía urgentemente accediesen al interior del recinto: la Unidad Militar de Emergencia (UME) necesitaba el área libre para comenzar a entrar en el parking subterráneo con capacidad para 1.800 vehículos, se espera que sea uno de los puntos negros de la catástrofe. Afortunadamente, cuentan los trabajadores de la zona, llovía y el centro comercial no estaba tan lleno como cualquier fin de semana.

Fuentes del operativo, en el que participan unas 50 personas, explicaron por la mañana que aún quedaba por achicar un metro y medio de agua de los cuatro que anegaron por completo el subterráneo, que cuenta con varios accesos. Es entonces cuando comenzaron a entrar los primeros buzos y kayaks de la UME para efectuar labores de reconocimiento de una ratonera en la que no tienen siquiera estimaciones de cuántos vehículos pueden encontrar.

En torno a mediodía, en las inmediaciones del aparcamiento, el trasiego de grúas, vehículos de la UME y efectivos del cuerpo transportando kayaks era constante. Les acompañaban guardias civiles, bomberos y policías nacionales. También accedieron al recinto varios vehículos de la Cruz Roja. Vigilando el operativo desde el cielo, sobrevolaba los restos del centro comercial devastado un dron. Un despliegue (junto con el de las cámaras, claro) que atrajo también a algunos curiosos a la zona. «Mi hija trabajaba aquí y tuvo que resguardarse en la primera planta. Hoy es el primer día que se lo han tomado en serio», lamenta uno de los vecinos de Aldaia, municipio al que pertenece Bonaire.

Hacia mitad de la tarde, sin embargo, apenas quedaban ya kayaks en la zona. Varios equipos de bomberos, sin embargo, seguían incorporando hasta una tercera bomba para achicar agua más rápido. Aunque oficialmente no darán datos hasta que no concluya el operativo, tal y como informa Alberto Caparrós, los equipos de rescate no han encontrado ningún cadáver en esa primera inspección del garaje, según ha podido saber ABC de fuentes conocedoras del dispositivo.

Un párking como Mestalla

Otro de los edificios que más tensión ha generado es el centro comercial MN4, situado al sur de Sedaví. Su amplia estructura y decenas de locales de ocio y servicios están sobre un parking de dos pisos, que tiene más metros cuadrados que el estadio de Mestalla, con centenares de plazas a las que ha sido imposible llegar.

El gran miedo de las autoridades es que, además de las personas que hayan podido quedar atrapada en su coche, pueda haber cuerpos de ciudadanos que fueran absorbidos, ya que las grandes entradas del aparcamiento generaron un efecto embudo que engulló todo lo que tenía a su alcance. Los bomberos han calculado que hay 80 millones de litros de agua allí abajo.

Antonio Martí, responsable del MN4, prefiere mantener una postura esperanzadora. El aviso de un comercio cercano, cuya dueña es amiga de Martí, permitió que el centro comercial se evacuara con bastante eficiencia, tanta que ninguno de los empleados sufrió algún percance de gravedad. «Había bastante gente el martes. Desalojamos cinco minutos antes de que llegase la alarma famosa e incluso tuvimos que cortar las películas a la mitad», asegura.

Además, los clientes que no pudieron abandonar el edificio a tiempo, unos 300, se resguardaron en la segunda planta, lejos de la inundación, y pudieron pasar la noche en las salas de cine. «Estaban 15 metros por encima del agua, tenían comida y un lugar caliente para dormir, que no es poco. El problema es el resto del centro comercial, está destruido. No puedo entrar en el supermercado porque es cómo una película de terror», cuenta Martí.

El problema es que, bajo esa heroicidad, había un infierno. «Lo que deseamos es no encontrar a nadie en el párking, pero sabemos que sería un milagro», reconoce antes de que llegase una potente achicadora del ejército. «¡Eso sí que chupa!», reconoció uno de los empleados de Martí, que poco después se derrumbó emocionalmente, por tristeza y por esperanza, porque ha recibido una visita con la que no contaba, un gran gesto altruista que, sin embargo, prefiere mantener en la intimidad.

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