Los discapacitados entran en escena
El programa de teatro adaptado de Blanca Marsillach inyecta autoestima a cientos de participantes
MANUEL TRILLO
En realidad, escuchando a Blanca Marsillach, da la sensación de que el proyecto de teatro para discapacitados en el que está embarcada es una ayuda tanto para quienes lo llevan a cabo como para l público al que va dirigido: «Te hace plantearte muchas cosas — ... comenta la actriz y empresaria teatral—, te saca de la vorágine diaria de cumplir unos objetivos, que no son del todo reales ni definitivos, y te das cuenta de que lo importante es dar la mano a una persona que lo necesita o recorrer un kilómetro de más a cambio de nada».
El programa interactivo de teatro adaptado, en el que la Compañía de Blanca Marsillach trabaja desde hace dos años junto con la Fundación Repsol y por el que han pasado ya cientos de personas con discapacidad intelectual, física y sensorial, busca contribuir a la integración social a través de la cultura y de una participación muy activa de un público que, sin duda, es más exigente que el que acude a las funciones convencionales. «En el teatro comercial, el público se sienta y los demás actúan. En cambio, este formato funciona muy bien, porque rompes la cuarta pared», explica Blanca, hija de uno de los grandes nombres del teatro español, Adolfo Marsillach.
Las sesiones —que tienen lugar el Teatro Fígaro-Adolfo Marsillach de Madrid pero también en otros escenarios de diferentes comunidades autónomas— arrancan con una versión adaptada de obras de teatro. Pero lo más interesante llega luego, cuando el público se va incorporando al escenario y se desarrollan una serie de ejercicios teatrales y juegos, tales como concursos de baile, interpretación de canciones o pequeñas representaciones. Con ellos se busca vencer el miedo escénico y poner a prueba su capacidad de improvisación y, a través de ello, aportar seguridad y autoestima.
Diversión en el escenario
Blanca Marsillach siempre recordará a Óscar, un joven con síndrome de Down que, cuando se le pidió que mostrara cómo seducir a una mujer, se abalanzó sobre su pecho y, después, al sugerirle que empleara otro método un poco menos directo, se marcó un «striptease» que la dejó de piedra. «¡Ojalá los hombres supieran seducir cómo él!», exclama.
Pero la dificultad está en que, al mismo tiempo que se trata de que los que están sobre las tablas se diviertan, los actores deben ser capaces de mantener la atención de los espectadores que permanecen en sus butacas. «No te puedes olvidar de que hay un público», señala. Según la responsable de la compañía, los discapacitados para los que representa «me han enseñado a ser más sensible, más específica y trabajar mejor la parte sensorial. Está siendo una escuela».
Las obras escogidas no tienen precisamente un argumento simplón. Hasta hace poco se ha representado «Buscando a Hilary», de Elise Varela, la historia de una abogada de éxito de 40 años —protagonizada por la propia Blanca— que decide afrontar sus conflictos personales y lucha por cambiar y descubrir una forma de vivir mejor, liberándose de la posesión de su propio ego.
Uno de los actores que trabaja en el programa de teatro adaptado, Xabier Olza, admite que «muchas veces el escenario es de ellos» y «más que proponer, hay que organizar el tráfico, siempre con mucha retroalimentación», sin olvidar nunca que hay personas mirando al escenario que, «si no les interesa, se van a poner a hacer otra cosa». Para Olza, que además es diplomado en Trabajo Social por la Universidad Pública de Navarra, vivir esta experiencia está suponiendo «recuperar el público vivo», porque en el teatro convencional «a veces parece que los espectadores están pintados, no dicen si les gusta o no lo que ven», mientras que los discapacitados psíquicos «siempre reaccionan a todo y saben si lo haces bien o mal. Te ponen las pilas».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete