Síndrome del aceite de colza: las secuelas que sufren los afectados

En el año 1981 familias enteras sufrieron los efectos de la colza envenenada. La comercialización de este aceite desnaturalizado que contenía una sustancia tóxica, la anilina , provocó el mayor envenenamiento que ha vivido nunca nuestro país.

La primera víctima que se registró fue un niño de ocho años en Torrejón de Ardoz el día 1 de mayo de ese año, aunque en ese momento no pudo determinarse la causa real de la muerte. A partir de entonces, los hospitales comenzaron a llenarse de nuevos afectados y fallecidos con síntomas de una enfermedad completamente desconocida, lo que supuso un gran reto para las autoridades sanitarias.

Finalmente, profesionales de la medicina descubrieron que la causa del envenenamiento estaba relacionada con el consumo de aceite de colza adulterado . La Policía detectó el circuito de distribución de la colza desnaturalizada, importado principalmente de Francia y en 1987 se celebró el primer macrojuicio en España, el cual juzgó a 37 empresarios relacionados con la intoxicación alimantaria. No obstante, no fue hasta 1989 cuando el Tribunal Supremo dictó una sentencia para 13 de los 37 acusados, pero no se consideró que los procesados tuvieran intención de causar las muertes y los problemas de salud, por lo que no se consideró que hubieran cometido delitos de homicidio o lesiones.

No obstante, en 1992, se elvaron las penas de varios de los aceiteros, los cuales se declararon insolventes ante las cuantiosas indemnizaciones que se les pidieron.

Según datos de la Plataforma de Víctimas del Aceite Tóxico Seguimos Viviendo , desde aquella trágica intoxicación masiva han fallecido en España ceca de 5.000 personas afectadas por el Síndrome del aceite de colza.

Las 20.000 que actualmente sobreviven comparten una gran cantidad de secuelas que van desde la sequedad de las mucosas a los calabres y dolores constantes, agarrotamiento muscular y afecciones cutáneas.

Al parecer, la enfermedad del síndrome tóxico provocaba una neumonía poco habitual y en su fase intermedia episodios de hipertensión pulmonar o tromboembolismos. Los supervivientes que viven la fase crónica experimentan afecciones en el hígado , esclerodermia e hipertensión pulmonar , entre otros síntomas.