ruta quetzal
20.000 kilómetros en bici hasta la Quetzal
Las bicicletas de Nacho e Idoia, dos vascos que salieron hace 13 meses de Alaska con una botella de agua que esperan que «florezca» en el desierto de Kalahari, desembocan en la ciudad fortiticada de los chachapoyas peruanos, Kuélap. Su gesta atraviesa el campamento instalado por la Ruta 2011
20.000 kilómetros en bici hasta la Quetzal
Nacho Eguren e Idoia Arranbide aterrizan en la ciudadela fortificada de Kuélap, majestuosa edificación situada a 3.000 kilómetros de altura en la región de la Amazonía peruana, cuando lo hacen más de 200 jóvenes “reventados”, literalmente, de subir a pie esa distancia. Los primeros ... han llegado en bici. Los segundos lo han hecho atravesando la montaña que “sujeta” la antigua ciudad de los chachapoyas, de la que se realizan investigaciones en profundidad solo desde el año 2004. Nacho e Idoia son pareja, natural de Hondarribia, y llevan más de 20.000 kilómetros en sus radios . No vienen con la Ruta Quetzal BBVA 2011, como los jóvenes expedicionarios, pero se alegran horrores de ver tanta animación en la atalaya peruana.
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Su historia tiene historia, realmente. Salieron de Alaska con una botella de cristal llena de nieve, que ya se ha convertido naturalmente en agua, y la trasladan agarrada a su bicicleta por toda la costa oeste americana hasta llegar a Perú. En este país estarán algunos días, saltarán a Argentina y, luego, rumbo a África. El destino es el desierto del Kalahari, en Botswana, donde enterrarán la botella de agua bajo tierra como “símbolo”, cuenta Nacho, de quien fue la idea original. “ En ese país, escasea el agua, es un bien preciado que tiene que florecer , y el simbolismo recae en que creemos que dejándolo allí puede “florecer algo”, dar lugar a una nueva vida en esas tierras”, cuenta Nacho con el tinte de emoción en su discurso.
«Al principio, fue un disgusto»
El objetivo es magnético. Altruista. Admirable. Los detalles del viaje de estos dos vascos hasta desembocar en la fortaleza chachapoyana conquistan a todo el que escucha: ella tiene 28 años, es administrativa y no había dado una pedalada en su vida; él, de 36 años, estaba hastiado de sus ocho años como ingeniero y tuvo que convencer a su novia de esta aventura. “ Al principio, a nuestros padres les dimos un disgusto , porque, claro, dejar un trabajo fijo por coger una bici es algo que no todos entienden”, dice Nacho, pero Idoia completa: “Ahora, son ellos mismos los que nos dan ánimos, incluso mi padre vino a visitarnos una vez en nuestro recorrido y hemos creado una web – www.waterwait.wordpress.com - donde nuestros amigos y familiares nos mandan mensajes y nos alientan. Nos tienen al tanto de todo”.
Con 12,5 euros que gastan al día entre los dos, han vivido etapas rocambolescas, que les salen a una media de 80-90 kilómetros diarios. Salieron el 23 de mayo de 2010 y aún tienen 7-8 meses por delante, “calculamos unos 10.000 kilómetros todavía”, comentan. Gastan esos más de 350 euros mensuales de los ahorros conseguidos durante los años de trabajo en España. Pero ni las penurias económicas ni, incluso, las de salud (porque Idoia sufrió en México una importante infección de riñón), les han hecho titubear ni un momento en la verdadera meta de su viaje y no han tenido la tentación del abandono.
Solidaridad «sorprendente» en el camino
“¿Cómo dormís durante todo el periplo?” La pregunta es inevitable mientras los jóvenes quetzales se apresuran en montar todas las tiendas de campaña que componen el campamento rutero. Estos dos jóvenes han acampado, obviamente, pero también han pasado estancias en hostales “tirados de precio”, o en casas como las de Doña Rosa, que les abrió las puertas de su domicilio y su corazón. “ La solidaridad con la que nos hemos encontrado es impresionante . Nunca lo hubiéramos pensado”, ensalza Idoia Arrambide. Y pasan a relatar las anécdotas que han vivido, de las que se acuerdan con nombres y apellidos y relacionan al instante con lugares concretos: México, Colombia, Canadá... De Perú, no hay duda, se acordarán también, a buen seguro, por la alegría que se llevaron al reencontrarse nuevamente con tantos españoles.
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