La operación para rescatar a Julen ha sido un obra de civil de primera magnitud. Es de justicia decir que las perforaciones y desmontes realizados en Totalán hubieran llevado, en condiciones normales (no de urgencia como en este caso), semanas de trabajo. Sin embargo, lo perentorio de la situación ha llevado a realizar este trabajo en cuestión de días. Y quizá, por eso, han tenido que enfrentarse a contratiempos no deseados.
El primero de ellos fue el fracaso de la galería horizontal. En un primer momento se pensó en alcanzar los 70 metros donde se pensaba que estaría el niño realizando una galería perpendicular al pozo, pero esa idea se descartó pronto. La dureza del terreno dificultó además las labores de desmonte, necesarias para colocar las plataformas sobre las que actuarían después las grúas y la perforadora.
El segundo de los contratiempos principales fue, tras perforar el túnel paralelo al pozo, el fallo del encamisado. Cuando ya se había cubierto buena parte del túnel, a unos 60 metros de profundidad, un saliente del terreno impidió el entubado del túnel, obligando de nuevo a perforar (con la demora que ello supone).
Y en tercer lugar (aunque fue un problema recurrente), estuvo la dureza del terreno. Esa circunstancia, que no se pudo prever por la necesidad de entrar rápido «en faena», provocó atrasos hasta el último día. Incluso cuando trabajaban los mineros hubo que emplear microvoladuras para vencer a la roca. El problema es que con cada detonación hay que recoger escombro y esperar a que se «ventile» de alguna forma la galería, lo que aplaza los trabajos unas horas.
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