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El Papa pide igualdad para los mapuches y rechazo total a la violencia

Recuerda que Chile se enriquece con su «diversidad reconciliada», sin confundir «unidad con uniformidad»

El papa Francisco saluda a sus feligreses desde su papamóvil a su llegada a la multitudinaria misa que ofrecerá en Temuco (Chile) EFE
Juan Vicente Boo

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Desde que escucharon su primer saludo a los mapuches en Temuco, los pueblos originarios de Chile han entrado este miércoles en una sintonía natural con el Papa Francisco, quien ha pedido en el corazón de la Araucanía «dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores e inferiores».

La gran mayoría de las ciento cincuenta mil personas reunidas para la misa en el aeródromo de esta localidad sureña aplaudieron inmediatamente su saludo a los mapuches y volvieron a hacerlo cuando mencionaba «a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua, atacameños y tantos otros», que constituyen aproximadamente el diez por ciento de la población de Chile.

Francisco se ganó el corazón de los indígenas -cuyos cantos y bendiciones ante el altar realzaban la misa- alabando la belleza natural de estas tierras «que si la miramos como turistas nos dejara extasiados, pero si nos acercamos al suelo lo escucharemos cantar: ‘Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar’».

Era un poema de Violeta Parra que inmediatamente arrancó aplausos, pues si la tierra es hermosa, la Araucanía sigue sufriendo «un alto porcentaje de desempleo, pobreza y desintegración familiar, además de tensiones políticas, sociales y étnicas», según ha dicho ante el Papa el obispo de Temuco, Edurdo Vargas.

De hecho, las crueldades de las últimas décadas no tienen nada que ver con las de hace quinientos años o las cometidas en el siglo XIX por el gobierno de Chile cuando lanzó el asalto militar contra las tierras de los mapuches, que los españoles habían dejado tranquilas después de calcular que no valía la pena enfrentarse a su fuerte resistencia.

Francisco ha explicado que la misa en esta base militar, centro de detención y tortura durante la dictadura de Pinochet , era una Eucaristía de acción de gracias, «pero también de pena y dolor en este aeródromo de Maqueue, en el que tuvieron lugar graves violaciones de los derechos humanos».

Por ese motivo ha invitado a ofrecer la misa «por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias . ¡Cuantas lágrimas derramadas!».

Esos precedentes han de llevar a «pedir al Padre con Jesús, que también nosotros seamos uno: no permitas que nos domine el enfrentamiento ni la división». Según Francisco, para integrar una sociedad, en Chile o en cualquier otro lugar, es muy importante «no confundir unidad con uniformidad». De hecho, «Jesús no pide a su Padre que todos sean iguales, idénticos», y no tiene sentido buscar «una uniformidad asfixiante» ya que «la unidad es una diversidad reconciliada».

Era un mensaje de gran respeto a todos, pues «necesitamos la riqueza que cada pueblo puede aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores e inferiores».

Francisco ha insistido en que el modo de construir la historia es darse cuenta de que «nos necesitamos desde nuestras diferencias para que esta tierra siga siendo bella. Es la única arma que tenemos contra la ‘deforestación’ de la esperanza. Por eso pedimos: Señor, haznos artesanos de unidad».

Consciente de las luchas del pasado y de los choques y vandalismo del presente -incluido el incendio de iglesias por un pequeño grupo extremista mapuche-, el Papa ha desautorizado vigorosamente el recurso a las armas pues «la violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos ‘no a la violencia que destruye’».

Lo que Francisco aconseja y ha repetido en el corazón de la Araucanía es buscar «el camino de la no violencia activa», que pasa por erradicar las causas de los enfrentamientos. Por eso ha insistido en que «no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad».

El Papa ha terminado su homilía enlazando una referencia del Génesis con otra sobre el buen camino tomada de la cultura local: «Todos nosotros que, en cierta medida, somos pueblo de la tierra estamos llamados al Buen vivir -el “Küme Mongen”- como nos los recuerda la sabiduría ancestral del pueblo Mapuche».

Terminada la misa, el Santo Padre ha visitado el «Centro Educativo Agroturístico Santa Cruz», una escuela profesional femenina dirigida por las Hermanas de la Santa Cruz. Francisco ha almorzado en el Centro con el obispo local y once habitantes de la Araucanía, entre los que figuraban ocho mapuches, los más necesitados de integración y ayuda.

Era todo un abanico de situaciones personales, pues Rubén Nahuelpan es un buzo mariscador de la comunidad de Nehuentúe, mientras que Silvia Llanquileo es ministra religiosa y de salud ancestral de la comunidad De Enoco, y Patricia Panchillo, tejedora de telar y artesana de la Comunidad de Cuyimko.

Estaba también Jessica Bascur, una víctima de la violencia rural , y Alex Hund Diethelm, de una familia colonos suizo-alemanes. E incluso, como inmigrante reciente, Garbens Saint Fort, nativo de Haití. Esta es la Araucanía hoy.

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