El Papa pide una «humanidad sin muros» en plena crisis migratoria

Respondiendo a la narración de Rozh, forzado a huir de Irak «para escapar de la violencia, las bombas y el hambre» y a viajar a pie, en camiones o en botes precarios, el Santo Padre ha comentado que «todos estamos en un largo camino, formado por subidas y bajadas».

En ese camino de la vida, según Francisco, «no nos deben asustar las diferencias entre nosotros , sino más bien, nuestras cerrazones y nuestros prejuicios, que impiden que nos encontremos realmente y que caminemos juntos».

A raíz de las palabras de Maccolins, un joven de Camerún que se había presentado como «alguien herido por el odio», el Papa ha reconocido que «el odio ha contaminado también nuestras relaciones entre cristianos».

Y esto, según el Papa, «deja una marca, una marca profunda que dura mucho tiempo. Es un veneno del que resulta difícil desintoxicarse. Es una mentalidad distorsionada que, en vez de hacer que nos reconozcamos hermanos, lleva a que nos veamos como adversarios, como rivales».

Muy conmovido, Francisco ha dado las gracias a todas las personas que ayudan en la acogida de refugiados e inmigrantes en Chipre, como la directora de Caritas nacional, quien había comentado que la isla «recibe más peticiones de asilo per cápita que cualquier otro país de la Unión Europea».

En un comentario doloroso, al margen del texto escrito, Francisco ha hecho notar a los inmigrantes y refugiados que «vosotros estáis aquí, pero muchos otros han perecido en el camino. Muchos en el gran cementerio del Mediterráneo. Y nos acostumbramos e insensibilizamos ante las noticias: ‘se ha hundido una barcaza vieja, han muerto tantos’…».

Se ha referido también con dolor a los refugiados devueltos forzosamente a un país -se trata de Libia- «donde las mujeres son vendidas y los hombres internados en campos de tortura» para forzarles a que sus familiares paguen un rescate.

En varias ocasiones ha mencionado los alambres de espino «como el que vemos aquí al lado» de la iglesia de la Santa Cruz, levantados para impedir el paso a refugiados que a veces intentan simplemente salvar sus vidas. Por eso «se suben de noche a una barcaza», insegura y a veces mortal.

Comentando las palabras de Mariamie, una congoleña que se confesó «llena de sueños», el Papa ha añadido que «Dios sueña un mundo de paz, en el que sus hijos vivan como hermanos y hermanas».

Al final, ha estrechado la mano a cientos de participantes, muchos de los cuales lloraban de emoción. Francisco es la primera persona importante que les trata con respeto.

El Santo Padre pasará su segunda noche en la nunciatura apostólica de Chipre, cuyo patio está también dividido por la «línea verde» que separa la República de Chipre del territorio ocupado por Turquía.

El sábado volará a Atenas, donde dirigirá un discurso a las autoridades y el cuerpo diplomático en el palacio presidencial. Francisco dedicará la tarde a un encuentro con el arzobispo Jerónimo II, jefe de la Iglesia Ortodoxa de Grecia, y a una reunión con catequistas, seminaristas, religiosos y sacerdotes en la catedral católica de San Dionisio.

El domingo volará a la isla de Lesbos para reunirse, por segunda vez después del viaje de 2016, con refugiados de Oriente Medio en un campo de cogida.