Muere a los 104 años monseñor Damián Iguacén, el obispo más longevo de España

Sus últimos años de vida, monseñor Iguacén ya no recordaba la fecha en que se ordenó sacerdote ni quién era el Papa que lo nombró obispo de Barbastro en 1970. Sin embargo, este pastor de mirada serena y sonrisa afable nunca olvidó la razón por la que decidió hacerse cura. «Mi padre era peón de caminos y yo muchas veces le ayudaba preparando las carreteras. Para mí eso fue como mi segundo seminario: hacer fácil el camino de todos, ser un peón de los caminos de Dios», aseguraba a ABC hace menos de cuatro años.

Nacido en Fuencalderas (Zaragoza) el 12 de febrero de 1916, el padre Damián fue obispo de Barbastro, Teruel y Tenerife entre 1970 y 1991. En 2015 fue trasladado a este hogar de ancianos, después de recibir un revés en su salud que le obligó a estar hospitalizado. Desde entonces, las religiosas lo han cuidado con mimo y delicadeza por la fragilidad que los años imponen al cuerpo y también al alma. Aunque el padre Damián tenía una salud de hierro y apenas se quejaba de algún que otro dolor. «Aquí estoy hecho un inútil pero muy contento. Doy muchas gracias a Dios», comentaba en una entrevista concedida a ABC en julio de 2016.

La vocación del padre Damián tuvo que salvar «obstáculos difíciles». El estallido de la Guerra Civil en 1936 le pilló en el Seminario de Huesca y tuvo que irse a Comillas. Con apenas 19 años trabajó como telegrafista en primera línea de fuego donde fue herido en la cara. Al concluir la guerra en 1939 volvió a Huesca, donde fue ordenado sacerdote el 7 de junio de 1941, con 25 años.

Este sacerdote, poeta y amante del arte dio varias vueltas al mundo impartiendo ejercicios espirituales, dando conferencias y formando a otros religiosos. «He tenido la satisfacción de saber que mucha gente ha encontrado lo que buscaba gracias a los ejercicios. He vivido con toda mi ilusión el sacerdocio. Dar mi vida sin reserva, lo que me pidieran. Si tuviera que volver a escoger mi vocación, volvería a ser sacerdote», decía a ABC.

Este pastor también fue un pionero. Fue uno de los impulsores en España de los cursillos de preparación al matrimonio y creador de la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural.

Después de que el Papa le aceptara su renuncia en 1991 al cumplir los 75 años de edad, el padre Damián se dedicó a escribir, leer y rezar. También paseaba mucho por el jardín. «Su vida ha sido tan austera y sencilla que muchas tardes cuando pasaba a traerle su zumo me lo encontraba leyendo a oscuras para no gastar la luz», comenta sor Carmen.

En su habitación no había objetos de valor material, solo buenos recuerdos, como un dibujo a mano alzada con la figura del propio don Damián, junto a un grupo de fieles de su antigua diócesis de Tenerife y en el que se podía leer un enorme «Gracias».

Durante los años que pasó en el hogar de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, el padre Damián acostumbraba a recibir muchas llamadas y alguna que otra visita de obispos o párrocos que se interesaban por su estado de salud. Pero el padre Damián siempre fue poco amigo del excesivo protagonismo. El lema de su ordenación sacerdotal reza: «Ser el último de todos, el servidor de todos».

Por compartir con Francisco el gusto por los pastores que huelen a sus ovejas, el padre Damián hablaba maravillas del Papa argentino, a quien conoció en Buenos Aires cuando era arzobispo. «Es una bendición de Dios. No todos lo interpretarán bien, pero este hombre no puede ser mejor. Lo que dice ha sido el ideal de mi vida y eso me llena de alegría».