«La gente de La Palma y el Gobierno no eran conscientes de los riesgos del terreno»

Anne Fornier, vulcanóloga y creadora de la Volcano Active Foundation, ha tomado el pulso sobre el terreno a los volcanes más feroces del mundo

Anne Fornier Adrián Quiroga

Cuando oyó por primera vez de cerca el rugido de un volcán, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, sintió esa bocanada de fuerza de la naturaleza y quedó atrapada para siempre en el seguimiento de estos fenómenos. De eso hace ya 23 años ( ... volcán Piton de la Fournaise, en la isla francesa de La Reunión, 1998). Desde ese bautizo profesional, Anne Fornier, vulcanóloga y creadora de la Volcano Active Foundation –la única en el mundo que trabaja para la prevención de los riesgos volcánicos y la preservación de la biodiversidad en las zonas afectadas–, ha vivido ligada a estas exhibiciones de fuerza de la naturaleza.

A través de la organización, en la que colaboran más de medio centenar de personas, esta vulcanóloga francesa afincada en Barcelona desde 2014 y madre de tres hijos, estudia los volcanes activos en los cinco continentes, con especial implicación en las zonas más desatendidas de África y América del Sur. El objetivo, según apunta, es «mitigar los riesgos reales, frente a una erupción o emisión grave de gases tóxicos, para las personas que habitan en estas zonas». Fournier ha tomado el pulso sobre el terreno a los volcanes más feroces del mundo. Tiene en su historial profesional 33 erupciones , que guarda como muescas en su revólver, algunas con auténticas catastrofes humanitarias asociadas de las que aún se arrastran las secuelas.

«Hay volcanes que te marcan de por vida porque, más allá del conocimiento científico que generan, hay dramas humanos que hubieran podido evitarse», dice Anne en una entrevista concedida a este diario. Completa sus palabras con una frase que define el ‘leitmotiv’ de su proyecto profesional: «Los desastres naturales no existen, se producen por la falta de conciencia , prevención y mitigación». En este sentido, la experta recuerda que hay 1.500 volcanes activos que son terrestres , –«aunque hay más volcanes bajo el mar»–, y de todos ellos, un 60 por ciento no tienen ningún sistema de vigilancia. «Seis de cada diez volcanes activos no están controlados y eso es un riesgo del que no se es suficientemente consciente», advierte la vulcanóloga. «Hace unos 200 años que no hemos vivido un episodio tan grave como el del volcán de Tambora (Indonesia) de 1815, que causó unas 90.000 muertes y dejó sin verano al hemisferio norte. Las erupciones de los últimos tiempos no han provocado tantas muertes, aunque sus efectos sobre los territorios y sus gentes han sido también catastróficos», precisa Fornier.

«Más cultura de volcanes»

Ahora, tras la explosión del volcán en La Palma (Canarias), sus palabras cobran más fuerza que nunca. «La gente de La Palma no era consciente de los riesgos del terreno y el Gobierno español tampoco», afirma la experta. Fornier se muestra crítica con la Administración y reivindica más cultura de volcanes para poder prevenir las catástrofes. «El volcán explotará igual pero si hay prevención y mitigación las consecuencias no serán tan devastadoras», aclara a este diario. Aprovecha también la plataforma que le da la fundación para reclamar más científicos independientes.

«El discurso de los científicos en La Palma no ha sido sincero. No han hablado claro a la población, quizás por el miedo a equivocarse y quedar atrapados en sus propias palabras», señala Anne. Está convencida de que «las decisiones en las zonas de catástrofes han de ser tomadas por organismos gubernamentales , pero el diagnóstico, la gestión, el análisis y el conocimiento del escenario en el que nos encontramos deben abrirse a científicos independientes».

Esa «falta de cultura y de sensibilidad» en la materia ha convertido, según indica, el drama de La Palma en «un show mediático». «Por suerte, no ha habido víctimas mortales pero hay muchas familias que han perdido sus hogares y muchos niños que en solo una semana se han quedado sin casa, sin escuela, sin parque, sin calles en las que jugar y eso es muy dramático·, explica la fundadora de Volcano Active Foundation.

Para intentar paliar los efectos del volcán sobre la vida de estos niños y atenuar su estrés postraumático, Fornier tiene previsto dentro del proyecto «Volcano School», dirigido a educar y divulgar entre los más jóvenes los efectos de los volcanes, iniciar una actuación en el territorio. «Nuestra intención es contactar con las 27 escuelas de la zona para prestarles este apoyo . Ayudar a estos niños a recuperar sus vidas con acciones», avanza la experta. Su braya que es «vital acompañar en los años posteriores a los afectados. Durante los primeros seis meses tras la erupción se hacen muchas cosas porque está puesto el foco mediático en el terreno, pero, después de ese tiempo, la gente y los medios se olvidan de lo sucedido y de los afectados y para reconstruir la zona y que las gentes recuperen sus vidas se necesitan tres o cuatro años».

Subraya, no obstante, que la iniciativa de apoyo en La Palma está aún pendiente de recibir ayuda económica. Ella y su Fundación, amparados por el grupo parlamentario de ERC presentaron el pasado 24 de septiembre ante el Congreso nueve preguntas referentes al Plan Estatal de Protección Civil ante el Riesgo Volcánico, aprobado en 2013. « Disponemos de ese plan pero nos falta conocer el alcance real y efectivo de su implementación. Cuando tengamos las respuestas se podrá establecer un plan de actuación adecuado, en el que debe participar la comunidad científica», precisa la vulcanóloga.

Proyecto inicial

Anne Fornier, licenciada en Geología y especializada en Geofísica y Vulcanología, aparcó hace años la ciencia fundamental para «actuar sobre el terreno». «Había una falta de coherencia entre lo científico y lo social», dice. Eso le llevó en 2018 a crear la Fundación Volcano. Lo hizo aportando 150.000 euros de su bolsillo y se marcó un objetivo inicial: prevenir una catástrofe anunciada, la explosión del lago Kivu, en el Congo, «un riesgo latente que amenaza la vida de dos millones de personas en la zona».

«Bajo la superficie del lago se acumula una gran cantidad de CO2 y gas metano, debido a la erupción del volcán Nyiragongo, lo que supone que los ciudadanos de Goma viven sobre un polvorín muy peligroso», alerta la vulcanóloga. Esa «pesadilla» sigue hoy, siete años después de crear la fundación, quitándole el sueño por eso ha destinado a parte de su equipo a trabajar sobre el terreno. «Trabajamos de forma independiente porque no recibimos subvenciones de ningún gobierno pero nuestro trabajo debería ir acompañado de más acciones», denuncia y advierte de que en menos de 50 años entrará en erupción ese volcán y las consecuencias serán terribles si no se pone remedio.

«Cuando se habla del Congo todo el mundo tiene en mente los gorilas de la montaña pero no ese problema que amenaza tantas vidas», advierte. Entre los proyectos en mente de su fundación está el de impulsar un protocolo para identificar a menores en zonas devastadas. «Hay protocolos similares que se aplican en campos de refugiados pero no hay para catás trofes naturales», destaca.

La Volcano Foundation ayuda a los científicos locales a actuar sobre el terreno, conciencia a los gobiernos y educa a los más pequeños en la materia. «Tenemos tres grandes programas: el Volcano School, que está enfocado a divulgar de forma didáctica los conocimientos sobre volcanes, haciendo referencia a los cuentos y leyendas que existen sobre una zona volcánica; también tenemos el programa Volcano Care, que es para la preservación de la biodiversidad en una zona volcánica. Por último, contamos con una parte más científica que apoya con material e investigación a científicos locales de zonas de vulnerabilidad extrema como, por ejemplo, África», dice Anne desde uno de los rincones de la sede de la Fundación, que acoge también una peculiar tienda dedicada a los volcanes, en la que puede adquirirse desde cosmética hecha con algún elemento volcánico, bisutería, libros o piezas de arte. Todo el dinero recaudado se destina a proyectos donde hay volcanes, como México, el Congo o Chile.

Anne se resiste a acabar la entrevista sin hablar de la cara positiva de estos fenómenos. «Los volcanes han creado la biodiversidad del planeta. Las tierras volcánicas son las más emblemáticas para despertar esas emociones, para conectar con la naturaleza», arguye Fornier. Muchas culturas consideran deidades a estas furibundas montañas que vomitan con fúria lava desde las entrañas de la Tierra. «Otros de forma más prosaica, –añade– ven los volcanes como termostatos del planeta. Yo los veo más como el yin yang de la Tierra, dos fuerzas esenciales, opuestas y complementarias que necesitan una de la otra para subsistir», concluye Fornier.

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