De «Expósito» al nombre del santo del día
Durante décadas, muchas generaciones de niños abandonados tuvieron el estigma de llamarse o apellidarse «Expósito». Dicho término, proveniente del latín «expono» (poner fuera, sacar), suponía la humillación de por vida para estos menores, que llevaban en sus señas de identidad su condición de abandonados. El « ... nombre» de sus padres que figuraba en el registro también solía ser «Expósito».
A finales del siglo XIX, algunos hospicios (también llamados «casas de expósitos») trataron de invertir esta tendencia, inscribiendo a los niños con el nombre del santo del día. Hasta 1921 cambiarse el nombre o el apellido de «Expósito» por cualquier otro costaba dinero. En 1958, el reglamento del Registro Civil obligaba a colocar un nombre para el padre en el caso de las madres solteras, con el objetivo de salvar el decoro. Cuarenta y siete años después, los «expósitos» pasan a la historia.
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