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Coronavirus

Las voces de un confinamiento como forma de vida

Una astronauta, dos monjas de clausura, un tripulante del Juan Sebastián Elcano y una funcionaria de prisiones cuentan cómo es la rutina de aquellos acostumbrados a estar aislados

Mapa del coronavirus en tiempo real: cifras alrededor del mundo

Samantha Cristoforetti, astronauta italiana de la NASA NASA
Carlos Tristán González

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El coronavirus ha puesto a la humanidad frente al espejo de su propia fragilidad. La violenta irrupción de esta enfermedad ha trastocado el curso natural de los acontecimientos y ha obligado a iniciar una cuenta atrás para volver a la normalidad. Cuando el contador llegue a cero, una de las cosas que formarán parte del pasado será el confinamiento que trata hoy de controlar la expansión del virus. Una medida que mantiene a más de un tercio del planeta en sus hogares y que ha dibujado unos paisajes de lo más distópicos. Pero, pese a la excepcionalidad de esta situación, hay personas que, por una razón u otra, viven la cuarentena de una manera diferente. En algunos casos, incluso, su rutina apenas variará cuando esta acabe.

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Samantha Cristoforetti, astronauta italiana NASA

«Todos somos parte de una batalla, un desafío que afrontamos como planeta»

La Agencia Espacial Europea organizó un evento por internet con la participación de varios astronautas. El objetivo era que compartieran su experiencia en el espacio, donde la soledad y la reclusión son parte inequívoca del día a día. Durante la charla, la italiana Samantha Cristoforetti recordó a uno de sus héroes: Michael Collins, el primer astronauta que estuvo solo en el módulo de mando orbitando nuestro satélite mientras Neil Armstrong y Buzz Aldrin pisaban por primera vez la Luna. Cristoforetti utilizó un símil para traerlo a colación: «Como pasó con Collins, lo importante es sentirse parte de una misión. Todos somos ahora parte de esta batalla, un desafío que estamos afrontando todos como planeta».

La astronauta italiana estuvo 200 días a bordo de la Estación Espacial Internacional y ostenta el récord femenino de permanencia en el espacio en una única misión. Así, como experta en cuestiones de confinamiento, Cristoforetti puso en valor la importancia de la comunicación para mantenernos en contacto con nuestros seres queridos.

«Es importante hacer uso de herramientas como internet para estar en contacto con nuestros amigos y familiares»

Junto a otros colegas de profesión como el británico Tim Peake , el estadounidense Tom Jones o el francés Jean-Francoise Clervoy, conversaron sobre algunas fórmulas para llevar mejor este tipo de situaciones, tales como tener una rutina diaria y cuidarse a uno mismo y a los demás. «Se trata de normalizar una situación que no es normal y tener un cierto control y actitud positiva», dijo Peake. Jones, por su parte, destacó la importancia del ejercicio físico: «Te hace sentir mejor, con la mente fresca».

Para terminar, Johann-Dietrich director general de la ESA, hizo referencia a los gestos de solidaridad que se están produciendo durante la cuarentena: «Estas actitudes están cambiando nuestra sociedad».

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Sara y María atendieron a ABC por teléfono Valerio Merino

«Nuestra clausura es vocacional, lo hacemos para consagrarnos al Señor»

En un lugar más terrenal que el espacio, diez monjas conviven en clausura en el Convento de San Agustín de Lucena (Córdoba). Al otro lado del teléfono está María, una de ellas: «Lo nuestro es vocacional, lo hacemos para consagrarnos al Señor. Para nosotras la clausura no es algo malo como sí puede serlo para el resto de la población. Además, los conventos suelen ser grandes, tienen jardines, tenemos cosas que hacer…». Aun así, estos días, donde las malas noticias se multiplican, están siendo difíciles para ellas: «Pensamos en la gente que vive en casas pequeñas y sufrimos mucho. Rezamos por ellos todos los días».

Desde que se decretó el estado de alarma, cuenta María que ha habido muchas personas que se han ofrecido a ayudarlas: «No las podemos poner en esa tesitura», dice. «Tenemos un amigo que trabaja en un supermercado y nos ayuda y nos trae comida».

«Forzosamente vamos a conocernos mejor, y en muchos casos, vamos a pasar más tiempo con nuestra familia»

Con María se encuentra Sara , una hermana procedente de México que lleva 13 años en el convento. Preguntada sobre qué consejo daría a quienes sufren por el hecho de no poder salir a la calle, lanza el siguiente mensaje: «Hay que aceptar la realidad como algo necesario para protegernos del virus. Aquellas personas que se sientan solas pueden recurrir a Dios. Es un buen momento para descubrir que le tenemos a nuestro lado. A nivel humano, es importante encontrar distracciones que nos puedan ayudar. Forzosamente vamos a conocernos mejor, y en muchos casos, vamos a pasar más tiempo con nuestra familia, lo que nos va a ayudar a entendernos».

Antes de que termine la llamada, María toma la palabra una última vez: «¿Y sabe qué creo? Creo que también puede ser buen momento para bailar. Y para reírse. No hay que perder la esperanza nunca».

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Jorge Zea, oficial de inf. pública y alférez de Elcano Cedida por Jorge Zea

«El ánimo en Elcano está bien, pero tenemos ganas de volver a España»

El pasado 3 de noviembre, zarpó desde Cádiz el buque Juan Sebastián Elcano , uno de los barcos más míticos de la flota española. Por delante, una travesía de meses que, sin embargo, se ha visto trastocada por el maldito coronavirus. Cuando los 230 tripulantes que viajan a bordo del bergantín-goleta lleguen a tierra en pocos días, la España que se encontrarán poco tendrá que ver con la que dejaron atrás en 2019.

«Hemos ido siguiendo las noticias y llegamos a un ambiente contaminado. Hasta ahora hemos hecho vida normal y nos va a extrañar no poder salir a la calle, limitar el contacto social... Aquí seguimos juntándonos todos los días a comer y a charlar», cuenta Jorge Zea, quien atiende a ABC desde el mitad del mar, «a cincuenta millas al sur de las Azores», según explica. Él es el Oficial de Información y el Auxiliar de Navegación y Meteorología.

«Tener disciplina, mantenerse ocupado y aprovechar el tiempo. No hay que perderse en el caos ni en la ansiedad»

Es su segundo y último año en la embarcación, donde, según explica a este diario, «la actividad es frenética». «Todos los días hay clases, hay guardias que hacer y tenemos un poco de tiempo libre». En una travesía que les ha llevado por Río de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo, Arrecife, Curazao, Santo Domingo y Miami, no fue hasta este último destino donde hizo acto de presencia el coronavirus: «Tuvo que ser una parada logística. Allí ya había muchos contagios y tuvimos que tener precauciones», explica.

Ahora, aunque se sienten «unos privilegiados», desean llegar a España: «Tras más de cinco meses, hay ganas de encontrarse con las familias. Muchos tienen hijos y seres queridos a los que cuidar».

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«Los presos, como están encerrados aquí, sienten que están blindados»

Desde hace más de diez años, Pilar M. trabaja entre los muros de una cárcel, un lugar al se entra para estar encerrado. Por ello, la cuarentena aquí se aplica de una manera peculiar en estas fechas. En una prisión con casi mil internos, la situación, hasta el momento, es de «normalidad»: «Han asumido lo que está pasando e incluso bromean con nosotros cuando vamos con mascarillas, ya que no están acostumbrados a vernos así», explica Pilar M.

La principal amenaza es que el coronavirus se cuele dentro. Por eso, desde hace semanas se han suprimido las visitas y todo nuevo interno debe pasar por un periodo de aislamiento: «Hace poco llegó un italiano y le tuvimos aislado hasta que le hicieron el test. Hasta entonces no pasó con el resto de presos». Los terceros grados han sido mandados a casa.

«De momento el ambiente es bueno, pero existe el riesgo de que se vaya tensando por la falta de droga»

Para minimizar el riesgo de contagio, se han extremado las medidas de higiene y se han modificado las jornadas laborales: ahora se trabaja un día sí y un día no y el personal se ha reducido a la mitad. «Agradecemos venir a trabajar en estos momentos», confiesa Pilar M.

Sin embargo, las nuevas normas han provocado que la puerta de entrada de droga se haya cerrado de golpe, lo que ha derivado en un problema para los drogodependientes: «Se les recetarán psicotropos y se tratará de controlarlos médicamente», cuenta. Como también ocurre fuera de ella, la vida en la cárcel es más aburrida estos días. Los cursos y talleres se han suspendido, por lo que se ha concedido a los presos más tiempo para salir al patio: «Ellos están tranquilos porque encerrados sienten que están blindados».

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En un momento en el que asomarse a la ventana se ha convertido en la única relación de muchos ciudadanos con el exterior, cuesta imaginar que algunas personas ya conocieran el significado del confinamiento. Sus experiencias, ya sean a cientos de miles de kilómetros de la Tierra, en un barco en mitad del océano o en un convento andaluz, sirven ahora para alumbrar mecanismos para llevar la cuarentena lo mejor posible. Y mientras la población se adapta como puede, la cuenta atrás sigue su curso, cada vez más cerca del cero.

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