Confinamientos «quirúrgicos», el recurso para atajar rebrotes en otoño que prueban 80 vecinos de Santander
Los afectados no pueden salir a comprar, los paseos de los perros se limitan a cruzar la calle y el Ayuntamiento está estudiando acercar contenedores para evitar desplazamientos
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Iniciar sesiónEl otoño llegará inexorablemente con rebrotes de coronavirus , pero el peor escenario, el que implica una oleada generalizada de la enfermedad, se puede evitar. Así lo cree el ministro de Sanidad, Salvador Illa , que ayer lunes en una entrevista ... en RAC1 desveló su apuesta para el futuro a medio plazo: confinamientos «quirúrgicos», con el aislamiento de colectivos, edificios y zonas expuestas, aunque tampoco descartó un confinamiento total si la situación sanitaria se complica.
«Lo podemos evitar si cumplimos las normas, mantenemos la higiene de manos, usamos mascarillas y respetamos la distancia interpersonal», dijo ayer el ministro sobre la posible llegada de una segunda oleada del Covid-19 en otoño . Pero de producirse, las expectativas de Sanidad son relativamente optimistas. Illa aseguró que sería de «intensidad menor y de magnitud inferior» al primer golpe de la pandemia de coronavirus , ya que el sistema sanitario está, a su juicio, mejor preparado. No obstante, también se trabaja pensando en el peor de los casos. «Hasta que no tengamos una vacuna y un tratamiento eficaz debemos hacer lo que estamos haciendo: detectar de forma precoz y aislar los casos y sus contactos », argumentó el ministro.
Precisamente, estos confinamientos «quirúrgicos» ya se están aplicando en España, donde la desescalada ha traído más de medio centenar de rebrotes en 14 comunidades autónomas diferentes. Ya hace más de diez días que la Policía Local acordonaba las inmediaciones de un hostal en Algeciras tras detectar una muerte y tres contagios de coronavirus entre sus inquilinos. Nadie podía salir del inmueble. Lo mismo ha ocurrido con el Centro de Acogida de Cruz Roja de Málaga, en donde quedaron un centenar de personas dentro. La última cuarentena de este tipo ha sido la aplicada a un edificio con 80 vecinos en Santander, ayer con 14 casos confirmados.
Ni comprar ni pasear al perro
En todos los ejemplos se repite el esquema : diez días de aislamiento, policía en la puerta para que nadie entre ni salga, la zona acordonada y pruebas PCR para todos. En el bloque afectado en Santander, aquellas personas que estaban dentro cuando se decretó el aislamiento el fin de semana, allí se han quedado. Y los que no, fuera, cuenta por teléfono desde una de las viviendas Teresa, cuñada de una de las vecinas a quien ayuda desde marzo. A todos les espera ahora una cuarentena al menos hasta el 7 de julio y les harán una segunda prueba de coronavirus el próximo jueves, pero mientras «no se puede explicar el disgusto», reconoce Teresa. «Por gente que no sabe guardar un protocolo de seguridad o ser solidaria, se han contagiado, y los tenemos aquí», resume.
No ha importado tampoco si el brote ha cogido a los inquilinos con la despensa llena o vacía, no se les ha permitido salir ni a comprar . Los víveres los subirá el personal público encargado, con las adecuadas medidas de protección. «No se les puede llevar comida», dice José Ignacio Torcida, cuya madre está en el bloque. Tampoco se puede recurrir al vecino, el objetivo es que cada uno se quede en su casa.
L as restricciones son incluso mayores que durante el estado de alarma. El Ayuntamiento ha planteado la colocación de un contenedor de basura en el portal para evitar que los residentes se muevan. Y Alfredo, otro de los aislados, ya ha constatado que no puede alejarse más de cuatro metros de la puerta para pasear a su perro. «Lo que es cruzar la calle y nada más», dice. Sin embargo, y aunque «en la comunidad hay preocupación», cree que es peor la presencia de periodistas. «No podemos ni asomarnos a la ventana, no tenemos intimidad», se queja.
«A nadie le gusta esta situación, pero es lo que toca», resume otro de los vecinos del edificio, que prefiere no dar su nombre. Le han dado la baja en el trabajo mientras dure la cuarentena. «Es una situación extraña, un inconvenienente, pero entiendo que si hubiera sido otro edificio, se hiciera». Mientras, los comercios cercanos ven que baja la afluencia, informa Carlos Tristán . «Queremos que el bar se quede al margen. Nos han hecho el test a todos y recibimos clientela con las máximas medidas de seguridad e higiene», cuenta un camarero.
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