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El Papa bautiza a diez catecúmenos en la noche de la Pascua

Invita a buscar una «respuesta no trivial» a las cuestiones que ponen en crisis la fe y la razón

El Papa bautiza a diez catecúmenos en la noche de la Pascua afp

juan vicente boo

En una de las ceremonias más sugestivas del año, la llama del cirio pascual encendido por el Papa fuera de las puertas, entró en una basílica de San Pedro prácticamente a oscuras y fue pasando de una persona a otra hasta encender las siete mil velas de los fieles como símbolo de la Resurrección de Cristo. Poco después, las luces de la basílica brillaban a la máxima potencia mientras el órgano hacia vibrar las naves.

La vigilia de la Pascua es la noche del bautismo de adultos, que esta vez han sido nueve, junto con una joven de trece años. Eran un total de seis mujeres y cuatro hombres, procedentes de Italia, Albania, Camboya, Kenia y Portugal, con edades comprendidas entre los trece años y los sesenta y seis.

Helena Lobato es una pintora portuguesa de 44 años que nunca había tenido interés por la religión pero empezó a sentir

«Entrar en el misterio de la Resurrección significa ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor»

inquietud. Para desahogarse, escribió una carta al Papa y su gran sorpresa fue que Francisco le contestó. Le dijo que rezaba por ella pero que la verdadera luz llega a través de Jesucristo. Helena comenzó los cursos de catecumenado y anoche recibió el bautismo de manos del Papa.

El Santo Padre administró también a todos los otros dos sacramentos de iniciación cristiana, la confirmación y la eucaristía. El número de bautismos de adultos crece en muchos países, especialmente en Estados Unidos. Francisco centró toda su homilía en las mujeres que acudieron a la tumba de Jesús para ungirle y embalsamarle pero se encontraron una enorme sorpresa.

El Papa hizo notar que “los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, en cambio, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús”. Según el Santo Padre, “sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ‘¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?’”. Sin embargo, al llegar “la gran piedra de la entrada ya había sido removida, y la tumba estaba abierta”. Inmediatamente entraron en el sepulcro y, según relata Marcos, “vieron a un joven, sentado a la derecha, vestido de blanco”.

«Las discípulas de Jesús»

El Papa comentó que “en esta noche nos hará bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros. Efectivamente, estamos aquí para entrar en el misterio de la Resurrección”.

“Entrar en el misterio” significa, según el Papa, “capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”. Al mismo tiempo, “entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes...”

Según Francisco, “entrar en el misterio significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que nos frenan, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis nuestra fe, nuestra fidelidad y nuestra razón”.

Finalmente, el Papa afirmó que “para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del

«Custodia en nosotros la caridad, para que no se deje engañar por la corrupción»

pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón”.

Una y otra vez, el Obispo de Roma ponía como ejemplo la fe, el amor y la diligencia de aquellas mujeres, afirmando que “todo esto nos enseñan las discípulas de Jesús. No permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y el corazón ungido de amor. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra Madre”.

Las palabras del Papa presentaban los primeros momentos del descubrimiento de la Resurrección. Una sorpresa, quizá porque los discípulos no creían que fuera de verdad a suceder.

Una plegaria a Jesús

Su homilía era la continuación de la plegaria al término del Vía Crucis celebrado la noche del Viernes Santo en el Coliseo. Francisco había hecho notar el contraste de “la obediencia de Cristo a la voluntad del Padre” con “nuestra rebelión y desobediencia”.

Sus palabras fueron una oración a Jesús en la Cruz: “En tu inocencia, vemos nuestra culpa. En tu sensación de ‘abandono’ vemos todos los abandonados por sus familiares y por la sociedad. En tu cuerpo destrozado vemos los cuerpos de nuestros hermanos abandonados por las calles, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra indiferencia…”

El Papa suplicaba a Jesús “custodia en nosotros la caridad, para que no se deje engañar por la corrupción”, “ensénanos que Dios no se cansa nunca de perdonar, de abrazarnos con su infinita misericordia. Pero ensénanos también a no cansarnos nunca de pedir perdón y de creer en la misericordia sin límites del Padre”.

Sus reflexiones eran un preludio del Año Santo de la Misericordia, cuya bula de convocatoria leerá personalmente ante la Puerta Santa de la basílica de San Pedro el próximo día 12 de abril, Domingo de la Divina Misericordia.

Desde el comienzo de la Semana Santa, Francisco tiene aspecto cansado, a veces preocupado. Las numerosas ceremonias de esta semana han sido agotadoras para una persona de 78 años con problemas de columna y articulaciones. La última, a las diez y cuarto de la mañana del domingo es la misa de la Pascua de Resurrección, a la que seguirá, justo a mediodía, la felicitación del Papa y la bendición “Urbi et Orbi”.

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