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Cigarrillo electrónico: ¿objeto nocivo, o víctima de intereses económicos?

Ha cerrado casi el 90 por ciento de tiendas en España. Quienes resisten se sienten acosados por «una campaña estratégica». La OMS desaconseja su uso para dejar de fumar. No hay estudios concluyentes sobre sus efectos sobre la salud

Cigarrillo electrónico: ¿objeto nocivo, o víctima de intereses económicos? EFE

pablo alcalá

Proliferaron las tiendas en cada esquina de las ciudades y, muy pronto, los niños dejaron de preguntar a sus padres qué era esa cosa tan rara que otros transeúntes usaban para echar humo.

El éxito -cuando menos momentáneo- de estos dispositivos tenía una clave sobre todos los intentos anteriores: la técnica había logrado al fin imitar con bastante fidelidad la sensación de fumar. La inicial libertad de uso -luego restringida en buena parte de los espacios públicos- y una experiencia de salud mejorada en comparación con evidentes síntomas del tabaquismo a bote pronto, lograron popularizar con bastante velocidad el invento: recuperación del olfato, menor cansancio o sensación de asfixia y mejor circulación sanguínea.

Pero los estudios publicados [ver algunas de las informaciones sobre estos estudios publicadas en ABC (1) (2) (3) (4) (5) ]no tardaron en poner en jaque al floreciente negocio. Por estos, por las restricciones a su uso o por la tendencia de los propios fumadores a abandonar su uso bien para regresar al tabaco, bien para dejar definitivamente uno y otro, el cierre de los establecimientos dedicados a la venta de dispositivos y recargas no tardó en hacerse patente: de 3.600 establecimientos en noviembre de 2012, se ha pasado a los 400 actuales en toda España.  

«Una campaña infundada»

Las primeras pinceladas en contra del producto fueron más bien poco determinantes. A principios de 2012 un titular se hacía hueco en los medios asegurando que «como ha ocurrido con el propio tabaco, tardaremos años en conocer las verdaderas secuelas». Aunque la afirmación era tan vaga como cargada de advertencias, lo cierto es que es la mayor unanimidad que han venido mostrando estudios posteriores: todavía no sabemos sus efectos.

«Se trata de una campaña de desprestigio infundada. Han mentido», dice a ABC Manuel Muñoz, presidente de la Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico, y asegura que «si el cigarrillo electrónico se vendiese en farmacias, ya lo habrían declarado el mejor producto para dejar de fumar», afirma señalando con claridad la autoría de dichos estudios.

El Instituto contra el tabaquismo francés apoya su uso

Pero lo cierto es que no solamente estudios independientes han venido a poner en duda las virtudes del e-cig. La Organización Mundial de la Salud se pronunciaba al respecto en 2011 : «En este momento sigue sin haber estudios concluyentes de que sea eficaz para dejar de fumar», concluían.

En opinión de Muñoz «el objeto de esos estudios, que nosotros por cierto, no hemos visto -apuntilla-, es confundir al consumidor, infundir miedos sobre el cigarrillo electrónico». «Es -dice- una alternativa efectiva al tabaco», opinión que comparte por ejemplo el Instituto contra el tabaquismo de Francia, que apoya activamente su uso en sustitución del tabaco.

La oposición a su utilización es una «campaña estratégicamente medida», opina Muñoz. «Hay estudios que certifican que es menos perjudicial que el tabaco. Estudios con nombre y apellidos», dice, para establecer una diferencia con la mayoría de estudios propagados, en su opinión, por «la industria farmacéutica, que ha visto disminuir su beneficios en productos para abandonar el tabaco». En contra de lo que se pueda pensar, las grandes compañías tabaqueras han optado por unirse al enemigo: muchas tienen ya su propia línea de e-cig.

Algunos de los estudios que avalan que el cigarrillo electrónico no es malo para la salud afirman, como el publicado en Food and Chemical, que «las pruebas realizadas revelan que el uso de cigarrillos electrónicos de forma activa o pasiva no produce ninguna alteración significativa en el sistema de riego sanguíneo, ni en fumadores ni en no fumadores ». O que «los cigarrillos electrónicos no exponen ninguna peligrosidad en cuanto a dosis de nicotina ni de monóxido de carbono, no afectando al sistema cardiovascular, pero sin embargo, suprimen o palian los síntomas de la abstinencia del tabaco con gran capacidad de aceptación por parte del fumador habitual», como afirmaba un estudio firmado por el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos, y publicado en 2011 en Cancer Epidemiol Biomarkers.

La OMS desaconseja su uso como método para dejar de fumar

La precaución y no la certeza, llevó a la agosto la Consellería de Salut de la Generalitat de Cataluña a ser pionera en su prohibición en España. Lo hizo en centros de atención primaria y hospitales públicos y alegando que no había estudios que los certificasen o descartasen como un producto nocivo.

Y en marzo 2014 una neumonía lipoidea por cigarrillo electrónico , se transforma en el primer caso documentado en España y en el mundo. Si bien, el paciente admitía un consumo similar al de 80 cigarrillos diarios, lo que sumado a la escasez de casos documentados en un producto que lleva 10 años en el mercado, es, a entender de las principales asociaciones mundiales una anécdota, más que una evidencia probada.

España es el país en el que peor ha funcionado el negocio. Francia, Italia o Reino Unido nos llevan años de ventaja y no ha habido un ascenso y posterior descenso abrupto de ventas. «Todos los que hoy están en contra del cigarrillo electrónico, mañana dirán que es un gran invento», dice Muñoz, que atribuye la caída del sector a una campaña «estratégicamente medida» y a cierto «afán de especulación» de muchos de los que se lanzaron a abrir franquicias.

En 2009 la Agencia Americana del Medicamento (FDA) advirtió de la presencia de dos sustancias cancerígenas en la composición del líquido, el propilenglicol y las nitrosaminas, pero ya entonces fueron cuestionados los intereses tras los que se escondía la advertencia.

«El cigarrillo electrónico, sin carga de nicotina, es completamente inocuo. Y con ella, obviamente menos nocivo que el tabaco», dice con seguridad Muñoz.

La aparente guerra que libran unos y otros intereses contrapuestos habrá de resolverla la directiva de la UE que entrará en vigor en 2016. El cigarrillo electrónico pasará a regirse por normas similares al tabaco, habrá una limitación en la cantidad de nicotina máxima por mililitro y restricciones a su venta en varios establecimientos. «Ya estamos cumpliendo todo ello», asegura el presidente de la patronal en España.

Mientras tanto, siete millones de usuarios en Europa dan fe de que se mueven intereses no menores. Los informes discrepan, pero no son concluyentes.

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