epidemia en áfrica
Cercados por el virus del Ébola
Las deserciones del personal sanitario que realiza las tareas más peligrosas por 100 euros al mes, vacía los hospitales
eduardo s. molano
«La ciudad se encuentra sellada. Nadie puede entrar ni salir de ella. Tú tampoco». A pesar de su reducida estatura, las palabras de la oficial de Policía Nancy resuenan como truenos. Ayer, el Gobierno de Sierra Leona decretaba la situación de cuarentena en las ... regiones de Kenema y Kailahun, el considerado actual epicentro de la epidemia de ébola que, desde marzo asuela el oeste de África. Conforme a este nuevo mandato, el Ejército cierra los accesos a las zonas afectada por el virus, en una decisión que podría alargarse hasta por cincuenta días.
Sin entrar a valorar esta decisión, empatía parece ciertamente faltarle a la oficial de Policía que nos lo comunica. Apoyada en el puesto fronterizo que se abre desde la ciudad de Kenema a la carretera que conduce a la capital sierraleonesa, Freetown, la oficial Nancy no está por la labor de discutir la directiva: «Ya estabais avisados», nos recuerda.
¿Nos recuerda? Como uno es de frágil memoria, decido consultar a los expertos. «Nadie nos había advertido que sería hoy», asevera Michael Koma, médico en el hospital gubernamental de Kenema, donde casi medio centenar de contagiados de Ébola luchan por su supervivencia.
El galeno lamenta que la puesta en cuarentena de la ciudad, a la que solo podrán acceder equipos humanitarios, pueda generar un efecto invernadero y las víctimas se acumulen. «Estamos aislados. Solo quieren que la enfermedad no llegue a la capital y las instituciones», lamenta.
Pese al excelso calor, la bola de nieve iba en aumento. Junto a Sierra Leona, el Gobierno de Liberia, anunciaba un bloqueo militar similar que impide el tránsito entre las regiones occidentales de Grand Cape Mount y Bomi, donde el Ébola es especialmente beligerante, hacia la capital, Monrovia.
El bloqueo provoca, entre otras cosas, que los centros urbanos de Robertsport y Tubmanburg, cuya dependencia es absoluta de Monrovia se encuentren aislados.
Ajeno a estas discusiones burocráticos, en la lejanía, Michael Yeshu comienza a desnudarse. «Alguien tiene que hacer este trabajo», suspira.
Son las diez de la mañana y en el hospital gubernamental de Kenema, al este de Sierra Leona, no hay tiempo para grandes reflexiones o citas antológicas. En su frente plegada, simplemente, centenares de gotas de sudor luchan por lograr una salida al exterior.
«Es necesario evitar nuevos contagios»
Desde hace cinco meses, este joven sierraleonés trabaja como limpiador en el hospital gubernamental de Kenema. ¿Su área de brega? El pabellón de infectados por ébola.
«Cada día, me pongo un traje especial y descontamino la zona. Es necesario evitar nuevos contagios», reconoce a Yeshu. Entre barro, cloro y miseria, en este complejo médico casi medio centenar de pacientes luchan por vencer al Ébola.
«Es necesario no despistarse y seguir los protocolos de seguridad al máximo. Un simple descuido te puede costar la vida», asevera Yeshu, mientras otro operario nos descontamina el cazado. Al enemigo invisible del ébola le gusta cruzarse con desprevenidos.
Sin embargo, de tener la cabeza en otro sitio, quizá en algún planeta ajeno a tanta muerte, nadie culparía a Yeshu: Por su jornada laboral, el joven recibe, a la semana, 150.000 leone, unos 25 euros al cambio. No hay ninguna errata: 25 euros por eliminar las zonas más contaminadas por el virus mortal. Cien euros al mes para que, cada día, la mortal enfermedad se pose en su traje de plástico, mientras arrastra cadáveres.
«Y eso es ahora, desde junio que la situación se ha complicado», incide. «Antes era incluso menos».
Yeshu es solo un nombre más de los decenas de trabajadores que, cada día, luchan por combatir la epidemia de ébola que asuela el oeste de África.
Huir de la miseria
Y comienza a estar solo. En los últimas jornadas, buena parte del personal de este hospital ha huido de la miseria que se acumula en sus muros. Del dolor de sus paredes. Sin embargo, los que aún aguantan de pie intentan hacer con dignidad su trabajo. Es cierto, en una epidemia que se ha cobrado la vida de más de 900 personas entre Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria, poco espacio puede haber en las crónicas para los supervivientes. Pero que nadie dude, que muchos de ellos le deben su suerte a gente como Yeshu. Y, por supuesto, a la oficial Nancy.
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