la realidad que oculta la ficción
Cuando la esclavitud no es una película
Según la Organización Mundial del Trabajo, a día de hoy, en el África subsahariana al menos 3 millones y medio de personas son víctimas de explotación con fines laborales o sexuales
EDUARDO S. MOLANO
La coronación de «12 años de esclavitud» en los Oscar de este año ha supuesto, según buena parte de la crítica, un guantazo a las conciencias de memoria frágil. Basada en las experiencias a mediados del siglo XIX de Solomon Northup, la película ... es un recordatorio moral de esos infames años. Sin embargo, no nos engañemos, el caso no debe limitarse a los Estados Unidos. Entre 1885-1908, por ejemplo, en los criminales tiempos de Leopoldo II de Bélgica,al menos 10 millones de personas fueron esclavizadas y, posteriormente, asesinadas en la República Democrática del Congo, en quizá uno de los mayores genocidios de la historia moderna. Por entonces, las masacres se enmarcaron dentro de la carrera comercial abierta en Europa por la producción de caucho, debido a su creciente demanda por parte de la industria automovilística.
Y ahora, más de un siglo (y una gala de Oscar) después, la crítica solo parece alarmada por ver estos crímenes desde la butaca. No obstante, algunos continúan en carne viva.
«Cada noche y antes de dormir, mi amo me ataba a las patas de su ganado para asegurarse de que no me escapara. Su castigo, brutales palizas», denunciaba recientemente a este diario Ker Aleu Deng, a quien las prácticas destructivas de su propietario (éste llegó incluso a introducir chiles en las cuencas de sus ojos) le provocaron una ceguera perpetua. «Siempre borracho, hizo de mi vida un infierno», destacaba el joven, quien finalmente pudo escapar de esta miseria.
Como Deng, decenas de miles de sursudaneses han sido secuestrados y empleados por su vecino norteño como esclavos en las últimas tres décadas. Sin números oficiales, valga un pequeño botón moral: Solo en el periodo comprendido entre 1983 y 2002 y en la región concreta de Bahr el Ghazal y el Estado de Warrab, más de 10.000 personas fueron raptadas por milicianos murahaliin al servicio de Jartum, según cifras del Sudán Database Abductee. Todas ellas, con nombres y apellidos (en lugar de obtener estimaciones numéricas, los investigadores registraron los nombres completos y datos identificativos de los secuestrados individuales. Esto hizo posible establecer, por primera vez, una línea de base en la controvertida zona).
Curiosamente, es ahora, en su versión más moderna y estigmatizada, cuando la esclavitud continúa siendo un tabú moral en el continente africano. Al menos, desde los ojos de Occidente.
No es para menos. Según la Organización Mundial del Trabajo, a día de hoy, en el África subsahariana al menos 3 millones y medio de personas son víctimas de explotación con fines laborales o sexuales. Todas ellas atrapadas mediante la coacción en una realidad de la que es imposible escapar.
«Ofrenda a los dioses»
Pero mientras en Sudán del Sur estos crímenes comienzan a salir a la luz, en otros Estados del continente africano la esclavitud moderna todavía goza de una flagrante asiduidad.
En Ghana, por ejemplo, la relatora especial de Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, Yakın Ertürk, ya ha denunciado en numerosas ocasiones la práctica de ofrecer a las jóvenes vírgenes como «trokosi» (u «ofrenda a los dioses») para evitar el castigo divino a delitos cometidos por un miembro de la familia.
«Algunas comunidades en la región del Volta siguen practicando una costumbre fuera de la ley, que implica la servidumbre ritual y la explotación sexual de las niñas», relata uno de sus informes.
De igual modo, en Mauritania, último país del continente africano en abolir la esclavitud (la más reciente ley data de 2007) se estima que en la actualidad entre el 10 y el 20 por ciento de la sociedad todavía sobrevive bajo el yugo de la servidumbre.
Aunque para que alguien haga algo, habrá que esperar a la película
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