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Cómo se transformó el Olentzero en el San Nicolás vasco

El popular carbonero comenzó a traer regalos a los niños en Nochebuena a finales de los años 80, según un experto de Eusko Ikaskuntza

Cómo se transformó el Olentzero en el San Nicolás vasco efe

abc.es

Ni Santa Claus ni Papá Noel, los niños del País Vasco se acuestan esta noche pensando en los regalos que les traerá un campechano Olentzero venido de las montañas según una tradición arraigada desde los años 90.

En el origen, el Olentzero fue el carbonero que anunciaba el solsticio de invierno y el fin de un ciclo, o el nacimiento de Jesús, según los tiempos. Hoy no deja de ser un elemento más de la sociedad de consumo, aunque con rasgos identitarios propios. «Olentzero es un personaje de cuento, un muñeco de paja y trapo que se pone al lado de la chimenea y cuyos rasgos característicos son los de un tipo con barbas, bonachón y gordinflón», explica a Reuters Emilio Xabier Dueñas, presidente de la Sección de folklore de la Sociedad de Estudios vascos- Eusko Ikaskuntza .

Sus orígenes se sitúan en los pueblos fronterizos entre Guipúzcoa y Navarra, donde aún se mantiene la tradición de sacar al muñeco del Olentzero, sentado sobre unas andas y recorriendo las casas para pedir dinero.

De cómo aquel personaje del cuento, del que se sabe por las canciones en euskera que bebía vino, fumaba en pipa, y gustaba de comer abundantemente, se transformó en el San Nicolás vasco, no hay referencias de un momento puntual ni desde luego fecha concreta, según señala Reuters . Aunque hoy pareciera que Olentzero siempre estuvo entre los vascos lo cierto es que el paso a la modernidad que supone el colarse por balcones y chimeneas para dejar los regalos se produjo en fechas recientes.

«Pudo ser a finales de los años 80, principios de los 90, cuando posiblemente desde las escuelas, la televisión, algún comercio y las instituciones se propuso a Olentzero, y como no había un personaje con carácterísticas identitarias propias simbolizando la Navidad y encargado de traer los regalos a los niños, el icono triunfó en el País Vasco», explica el experto de la Sociedad de Estudios vascos.

En los días anteriores a la Nochebuena, coincidiendo con el fin de las clases en los colegios, es costumbre que los escolares ataviados con trajes típicos recorran las calles de sus pueblos y ciudades cantando la canción del Olentzero , aquella en la que se le llama «cabezón» y, «sabio» o «sin entendimiento», según los lugares, y en la que siempre lleva una cesta repleta de huevos y capones para una estupenda cena.

También es ya tradición, aunque sea una tradición que no va más allá de 15 o 20 años, realizar cabalgatas la tarde de Nochebuena, organizadas por los ayuntamientos, y en las que un personaje real, siempre con barbas y barriga prominente, entrega algunos obsequios a los más pequeños. «Pero en el fondo, el Olentzero, como en su momento ocurrió con Santa Claus, Papá Noel o los Reyes Magos no son más que inventos que van variando a lo largo de la historia y que, fruto de la sociedad de consumo, se convierten en el personaje que trae los regalos», dice Dueñas.

El tirón del Olentzero en el País Vasco no ha barrido a la celebración de los Reyes Magos del 6 de enero, ni a las cabalgatas de la tarde anterior. Aomo ocurre en otros lugares de España los niños reciben regalos por partida doble. «Es la sociedad de consumo. Hemos pasado de la nada al todo en demasiado poco tiempo», añade el experto de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza a Reuters.

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