En una década comenzarán a morir en España más personas de las que nacen

La proyección a corto plazo para los próximos diez años, con la que este organismo adelanta cual podría ser la evolución del tamaño y estructura de la población española, no es precisamente halagüeña, a no ser que los comportamientos demográficos españoles cambién sustancialmente. Si se mantien las tendencias demográficas básicas de la última década, esto es, mortalidad, fecundidad y migración, podríamos encontrarnos con que, a partir de 2017, en España morirán más personas de las que nacerán. Y con ese dato, que cada cual saque conclusiones del futuro que nos espera como país.

La publicación de la Proyección de la Población de España a Corto Plazo 2013-2014 del INE revela que perderemos 2,6 millones de habitantes en la década que está por venir. La reducción en el número de nacimientos viene produciéndose desde 2009 y, según explican en el propio Instituto, se debe en buena medida a las crisis de natalidad que se sufrieron en los años 80 y 90, que han provocado el actual descenso en el número de mujeres en edad de tener hijos. Esa doble caída de natalidad a finales del siglo pasado va a provocar que afrontemos los siguientes diez años con casi dos millones menos de mujeres en edad fértil. Por eso, entre 2013 y 2022 van a nacer un 17,1% menos de niños que en la década pasada, descendiendo hasta los 339.805, un 24,9% menos que en 2012.

Más defunciones que nacimientos, y gente que vive más años. Las conclusiones del Panorama de Salud publicado este pasado jueves por la OCDE ya nos colocaban como el segundo país de la UE en cuanto a esperanza de vida; y la que marca el INE para 2022 es todavía mayor. Quienes nazcan en España en esas fechas tendrán por delante 81,8 años para desarrollar sus expectativas vitales; más aún si son mujeres, puesto que ellas vivirán un lustro más que los varones, cumpliendo 87 fecundos años. Pero tan longevas expectativas pueden verse empañadas si la pirámide poblacional engrosa por arriba, por la población de más edad, mientras adelgaza peligrosamente por su base, los más jóvenes. Y es que la tasa de dependencia , que refleja el porcentaje de población inactiva (menores de 16 años y mayores de 65) que depende de quienes están en edad laboral, se elevará en 2023 hasta un 59,2%, desde el 51% actual.

La simulación muestra una transformación de la pirámide hacia una punta de flecha, en la que la intensidad del proceso de envejecimiento se ver se acelera por el descenso de la natalidad y el actual saldo migatorio negativo. La pérdida de la población se concentrará en el tramo de 20 a 49 años, que perderá un 22,7%, sin olvidar que en 2023 ya habrá casi un millón menos de niños menores de 10 años. Por contra, la franja de españoles de 50 años en adelante aumentará hasta conseguir que en una década, halla en España casi 20 millones de personas mayores de 64 años, un millón y medio más que ahora. Hasta los centenarios doblarán su porcentaje, alcanzando las 23.428 personas.

Por comunidades autónomas, solo Canarias, Ceuta y Melilla no perderán población. En el otro extremo, Cataluña (-10,6%), Valencia (-8,7%) y La Rioja (-8.3%) sufrirían los mayores descensos en términos relativos.

Ni siquiera podemos esperar que la emigración acuda al rescate, como ha ocurrido en otras etapas, cada vez más lejanas. En los últimos cuatro años, el saldo migratorio con el extranjero ha sido negativo, y este 2013 casi 300.000 personas han dejado de residir en España. De seguir esta tendencia, solo por el saldo migratorio podríamos hablar de una pérdida de 2,5 millones de habitantes en la próxima década. Más que de fuga de cerebros, hablaríamos ya de estampida generalizada.

La cuantiosa emigración al extranjero contribuiría negativamente al crecimiento demográfico de nuestro país y afectaría principalmente a las comunidades que inicialmente recibieron más inmigrantes en los tiempos en los que jugábamos a superar a Francia en PIB. Cataluña, Madrid y Valencia serán las que verán en los próximos diez años regresar a sus países de origen al mayor número de personas, mientras que Canarias y Ceuta verían llegar personas a sus tierras.

Pero la migración exterior no será el único flujo migratorio que se produzca. Desde el conjunto del país habrá también desplazamientos de personas hacia otras comunidades o ciudades. En concreto, Melilla, Islas Baleares y Madrid se convertirán en receptoras de compatriotas de otras regiones, mientras que Castilla-La Mancha, Castilla y León, y Canarias (recordamos aquí que hablamos de movimientos de españoles) presentarían los saldos migratorios interautonómicos más negativos.

Pero vamos a respirar, pues todo esto solo son proyecciones de un futuro, por definición, imprevisible. Para que estas simulaciones se cumpliesen, nada tendría que cambiar respecto de estos últimos diez años. La experiencia nos enseña que rara es la década que se asemeja a la anterior. Basta echar un vistazo hacia atrás y recordar cómo vivíamos entonces para que se nos escape más de un suspiro. Al fin y al cabo, tener más hijos es de las pocas cosas que los españoles aún podemos soberanamente elegir. Que sea una decisión heróica en este país, es otra cuestión. Pero igual es peor quedarse sentados a ver cómo cruje la pirámide por su base en 2023.